Zarpando hacia el futuro

Zarpando hacia el futuro

En estos momentos, muchos de mi generación acudimos a la graduación vocacional de nietos y vemos con incertidumbre y cierta aprensión su porvenir. Es entonces que nació mi siguiente reflexión que comparto con los graduandos 2024. Cada uno de ustedes nació en diferente hogar y localidad; por lo tanto, física, mental y emocionalmente son diferentes […]
21/10/2024 09:00
Fuente: La Hora 

En estos momentos, muchos de mi generación acudimos a la graduación vocacional de nietos y vemos con incertidumbre y cierta aprensión su porvenir. Es entonces que nació mi siguiente reflexión que comparto con los graduandos 2024.

Cada uno de ustedes nació en diferente hogar y localidad; por lo tanto, física, mental y emocionalmente son diferentes y, cada uno desde sus primeros años, acumuló experiencias y saberes que moldeó lo que ahora son. Pero, a partir de ahora, serán especialmente ustedes los que se tendrán que moldear y en esto, los únicos responsables y culpables serán ustedes, ya que los recuerdos inolvidables de su vida, irán cediendo espacio a lo que ustedes forjarán e irán forjando a partir de hoy. Ya no habrá nada igual en su vida y esta adquirirá movimientos y velocidad diferente, que solo ustedes podrán imprimirle.

Ustedes conocen el mar. Lo qué impresiona y arrebata de él son sus olas. Ahora llegan hasta una orilla; al rato renacen en una cresta a lo lejos; instantes se acercan a mis pies y en otros se alejan; a intervalos truenan, a intervalos son solo un zumbido aquietante. Pues bien, tal es la vida que tienen por delante: un continuo transformar que depende de cada uno de ustedes moldear.

En estos momentos se preguntan por dónde o cómo empezar y será, en buena parte, la respuesta que den a esas preguntas ahora, el fundamento de su éxito de mañana y el corazón de su respuesta tiene que ver con la vocación a que le van a apostar.

Volvamos al mar y sus olas. Estas con misterio absoluto se forman de diferente manera: crecen, se mueven, y finalmente, todas se desvanecen en espuma a los pies de la arena y cada ola fue y bulló a su manera, pero todas terminan igual: diluyéndose con la arena; a veces esta se las come, a veces esta es deglutida por la ola, que en sus entrañas la lleva al mar. La vida es igual. Somos una ola dentro de una sociedad y dentro de esta estamos en continuo vaivén: le servimos y ella nos sirve, y en cualquier quehacer que tengamos así será. 

Por consiguiente, resulta de mucha importancia saber, sentir y desear, cómo quiero servir a mi sociedad, y eso, en estos momentos de su vida, está pidiéndoles forjar un sentimiento de seguridad y para forjar ese sentimiento, es necesario ir un poco más allá del deseo. Y ese ir más allá, les demanda filosofar sobre lo que son y quieren ser y hacer de su vida y para eso necesitan conocer qué es la esencia del filosofar.

Conocer se hace necesario hacerlo desde varias dimensiones: qué soy, qué cualidades, dones, capacidades y potenciales poseo. Luego viene un meditar sobre qué deseo hacer con todo ello y a partir de ello saber un porqué y para qué y solo entonces es que puedo elegir con libertad a dónde ir más allá de deseos que son satisfactores de un hoy que muere a diario.

El Horizonte que cada uno tiene enfrente de sí, su futuro, es amplio; abierto por doquier, como para no formar una decisión de nuestro futuro, basándonos únicamente en satisfacción de un deseo: mis padres así lo quieren, mis amigos lo harán y quiero estar con ellos. Quien sabe cuántas excusas nublan el pensamiento y esconden mis aptitudes y capacidades actuales y las que voy a adquirir. Hay que romper esas montañas que ocultan lo que soy; el horizonte de lo que podría ser y dar.

Esas montañas que a su edad nublan su vista al horizonte, van desde obediencias propias malentendidas a pasiones y deseos que conducen a una toma de decisiones basada en prejuicios e ignorancia.  Solo el recogimiento sobre lo que uno es y desea dar y la seguridad de poder hacerlo, pueden protegernos de un futuro gobernado de temores, miedos, fracasos y frustraciones. Están en el momento de tirar las puertas y penetrar en su inteligencia y buscarle utilidad a ella. A eso se va a la universidad.

Parafraseando a Pablo de Tarso, que dijo: “ni ojo vio, ni oído oyó, ni el corazón del hombre jamás imaginó, las maravillas que Dios tiene reservadas para quienes le aman”, el gran filósofo Mario Bunge escribió: “Ni ojo vio ni oído oyó, ni el corazón del hombre jamás imaginó, las maravillas que la ciencia y la técnica tienen reservadas para quien las ama”.  Es preciso proveer desde ahora. Desde hoy su futuro es tarea suya hacerlo.