La Operación Telaraña que sacudió a Rusia

La Operación Telaraña que sacudió a Rusia

Esta guerra se pelea con soldados y sangre de ucranianos, pero las decisiones no se toman en Kiev.

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Resumen Automático

06/06/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

El 1 de junio de 2025, Ucrania ejecutó una operación sin precedentes, que ha sido comparada con el “Pearl Harbor ruso”: la Operación Telaraña, planificada durante más de un año por el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU). Esta operación quedará grabada en la memoria rusa, como una humillación estratégica y un hito militar para Ucrania. En una maniobra digna de una novela de espionaje, Kiev ejecutó la mayor ofensiva aérea sobre territorio ruso desde el inicio de la guerra.

El verdadero temor no está en los próximos drones, sino en los próximos botones que puedan oprimirse.

El impacto psicológico fue incluso mayor que el material. Por primera vez, ciudadanos rusos de regiones alejadas del frente sintieron el zumbido de la guerra en carne propia. La reacción fue de pánico, sorpresa y un creciente cuestionamiento sobre la vulnerabilidad del Kremlin. ¿Cómo pudo Ucrania infiltrar drones tan profundamente, sin que la inteligencia rusa se percatara?

Mientras Volodímir Zelenski celebra lo que llama una operación “que pasará a los libros de historia”, Vladímir Putin responde con ira y frialdad. En un discurso transmitido desde el Kremlin, el mandatario ruso rechazó tajantemente cualquier posibilidad de cumbre con Zelenski, calificando los ataques como “actos de terrorismo”. La diplomacia, si es que alguna vez existió en esta guerra, quedó fulminada en el humo de los hangares destruidos.

Gracias a esta provocación, las condiciones de paz impuestas por Moscú revelan el endurecimiento total de su postura. Exige un tratado de rendición maquillado como propuesta diplomática. Kiev, por supuesto, lo ha rechazado sin titubeos.

Pero este conflicto no es únicamente un duelo entre dos países. Es un tablero geopolítico de múltiples actores. Corea del Norte ha ofrecido su respaldo a Moscú, reconociendo la independencia de las repúblicas separatistas prorrusas. China y Turquía, aunque cautas, observan el desarrollo de los acontecimientos con atención estratégica. Y Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, mantiene una línea dura pero ambigua, desistiendo de ser mediador. Europa, por su parte, oscila entre el temor y la indignación. Alemania ha tomado también un claro liderazgo en este conflicto, que lo podría situar a la cabeza de ese continente.

La Operación Telaraña ha demostrado que Ucrania no solo resiste, sino que es capaz de golpear donde más duele. Obviamente con toda la estructura de la Otán detrás. Sin embargo, también ha intensificado el riesgo de represalias masivas por parte de un Kremlin que no perdona afrentas en su propio territorio. La posibilidad de una escalada es real, tanto en el campo de batalla como en los corredores diplomáticos, es ahora inminente.

El verdadero temor no está en los próximos drones, sino en los próximos botones. Moscú ha insinuado que, si su “seguridad existencial” se ve amenazada, contemplará “todas las opciones”, un eufemismo conocido por todos. Las doctrinas nucleares rusas no excluyen “un primer uso” si se considera que el Estado corre peligro. El ataque del 1 de junio no solo rompió barreras físicas, rompió también el umbral psicológico de contención.

Europa y la Otán no están simplemente apoyando a Ucrania, están alimentando activamente la guerra al suministrar armamento avanzado, inteligencia satelital y apoyo logístico. Bajo el discurso de defensa de la soberanía, lo que realmente se libra es una lucha por poder e influencia. Bruselas y Washington buscan desgastar a Moscú, sin importar cuántos ucranianos mueran ni cuán cerca quede el mundo del abismo nuclear. Esta guerra se pelea con soldados y sangre de ucranianos, pero las decisiones no se toman en Kiev. El reloj del mundo no marca la hora de la paz, sino la cuenta regresiva de la guerra.

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