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El que esté libre de pecado
Lorenzo Fer El mensaje de este domingo “nos pasa llevando a todos». Por parejo. Salvo alguno que no tenga pasado, que esté libre de pecado. No existe tal ser humano. Es que las palabras de Jesús quedaron flotando en esas calles de Jerusalén y se han expandido a todos los lugares de la tierra para […]
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Lorenzo Fer
El mensaje de este domingo “nos pasa llevando a todos». Por parejo. Salvo alguno que no tenga pasado, que esté libre de pecado. No existe tal ser humano. Es que las palabras de Jesús quedaron flotando en esas calles de Jerusalén y se han expandido a todos los lugares de la tierra para todos los tiempos, para todas las generaciones. Incluyendo nuestros días: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
La Ley de Moisés era dura. A los ojos modernos sus normas nos parecen desproporcionadas. Si un “hombre se acuesta con una mujer que está casada con otro, ambos morirán, tanto el hombre que se acostó con la mujer como la mujer. Así quitarás el mal de Israel.” (Lv. 20:10, Dt. 22:22).
Claro, había que proteger la pureza de la estirpe familiar que, con una mezcla indebida podría contaminarse. También debían guardarse las buenas costumbres y, sobre todo, el honor de los jefes de familia. Había que proteger a las tribus de Israel de elementos contaminantes. Pero el rigor bíblico es parejo, prescribe que los dos amantes deben ser lapidados. Ahora bien, que esa drasticidad no nos extrañe tanto porque en varios países del mundo, al día de hoy, es vigente la lapidación para los adúlteros. Uppps. Ya suponen ustedes, en qué países. Por cierto, como abogado me pregunto ¿cuáles serían las pruebas idóneas para condenar a una persona a tamaña sentencia? Conforme el Viejo Testamento, el dicho de un solo testigo no era suficiente. Tenían que ser dos o más que declaren de manera conteste sobre un mismo hecho. ¿Qué hecho pudieron ver? Claramente no se trataba de que la pareja hablaba muy íntimamente, que caminaron en cierta dirección, que se suponía que había atracción. No, esas son conjeturas. Debían ser testigos del hecho mismo el que, se realiza en cuidada intimidad.
Pero en nuestras sociedades latinas, machistas por excelencia, se condenaba sólo a la mujer. En Guatemala, hasta hace 30 años, el Código Penal comprendía el delito de “adulterio” que cometía, precisamente, la mujer casada que tuviere entendimientos con diferente varón. Era también perseguible ese otro varón, eran pues dos acusados, pero, si el marido perdonaba a la infiel, dicho perdón también beneficiaba al hechor. En 1995, dicho delito se declaró inconstitucional por cuanto no aplicaba al hombre desleal, quien no cometía delito alguno en sus desvaríos amorosos. Atentaba pues, contra la igualdad.
Cuando Jesús pronunció las palabras arriba citadas, los perseguidores, los “justicieros” se empezaron a retirar. Empezando por lo más viejos. ¿Qué nos quiere decir? Al final quedó Jesús a solas con la mujer asustada, casi desnuda (la sorprendieron in fraganti). Si la mujer tuviera comprensión amplia de lo que estaba pasando, se pondría a temblar más, porque el único “libre de pecado” estaba frente a ella y por lo mismo, en el contexto de la narración, era alguien que sí podría lanzar la primera piedra. Pero lejos de eso, Jesús “no vino a condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él.” No vino tampoco a juzgar, ese derecho se lo reserva para el Juicio Final donde a todos nos juzgará. Por entonces, vino a enseñarnos el camino de la verdad y la misericordia de Dios; también a enfatizar el respeto a la persona humana que ni siquiera el pecado puede eliminar. En todo caso, ha venido a darnos una nueva oportunidad, como nos enseñó la semana pasada con el hijo pródigo.
El estar “libre de pecado” debe entenderse por todo lo ancho, no limitarlo solamente a pecados “de la carne”. Lo que muchos catalogan como infidelidades, aventuras, pecadillos, deslices y muchos otros eufemismos en medio de una ceguera para una acción que es grave, tan grave que, como arriba vemos, se castigaba con la muerte, y muerte infame. Claro, con mayor dedicatoria, a la mujer. Pero no, estar libre de pecado, esa liberación del alma se debe entender en un sentido amplio. Cabal en los negocios, atento en el trato con las personas, caritativo con los necesitados, presto al perdón, devoto en las prácticas de piedad, (cargar con entrega si es cucurucho), etc.
Jesús nos dejó muchas enseñanzas que se sintetizan en el gran mensaje de la Salvación. Para eso se encarnó. Para eso se sometió a la Pasión y muerte en cruz. Pero, todo ese mensaje de Jesús nos lo transmitió de manera verbal. Fueron los evangelistas que, algunos de primera mano y otro recopilando información, fueron redactando los evangelios. No se tiene reporte alguno de texto o escrito de Jesús. Nada. Obviamente sabía leer y escribir; en varios pasajes aparece leyendo las lecturas bíblicas en las sinagogas. Y por lo mismo sabía escribir. Pero el único pasaje donde aparece Jesús escribiendo es aquí; pero no en papel, escribió en la tierra. ¿Qué escribió? Creo que nunca se sabrá
Otras dudas quedan en el aire: a) “Vete y no peques más”. ¿Volvió a pecar la mujer? No se sabe, creería que no; b) si los encontraron “in fraganti”, ¿por qué no llevaron también al caballero con Jesús?; c) el marido ofendido, ¿la habrá perdonado o la habrá repudiado? (lo cual era muy fácil conforme la normativa mosaica).
Lo que sí sabemos es que aumentó el encono de los escribas y fariseos hacia Jesús (cuentas que en pocos días habrían de “ajustar”). Creciente la cólera porque Jesús no cayó en la trampa. Lo pusieron a escoger entre el rigor de la ley y la misericordia. No la perdonó, sencillamente no la condenó y le dio una nueva oportunidad.
Es claro que los escribas y fariseos no entendían que, la esencia de la Buena Nueva, es el amor de Dios y la misericordia.