TGW
Guatevision
DCA
Prensa Libre
Canal Antigua
La Hora
Sonora
Al Día
Emisoras Unidas
AGN

Los paros a lo Jodiel
Simples tiranos violando con desfachatez los derechos de las mayorías silenciosas y pendejas.
Enlace generado
Resumen Automático
La semana pasada, el destino me obsequió, con generosidad sádica, cinco horas de cautiverio en Los Encuentros, carretera a occidente. Cinco horas para meditar sobre la condición humana desde la privilegiada atalaya de un embotellamiento épico. Ahí, en esa sinfonía de bocinazos y blasfemias, uno descubre que la civilización es apenas un barniz delgado sobre nuestra naturaleza primitiva amenazando con devolvernos al peludo ancestro de ojos desorbitados.
La impotencia, rabia, indignación y frustración se revolvieron en mis adentros como jinetes apocalípticos. Todo esto sazonado con los intestinos conspirando contra la dignidad, la paranoica tarea de vigilar que algún iluminado no decidiera romper el orden cósmico de la fila para adelantarse. Porque nada complica más una crisis que duplicarla.
En ese laboratorio de paciencia forzada, la mente vaga hacia reflexiones difíciles. Pensé en nuestra peculiar forma de gobernabilidad, donde la ley es más bien un compendio legal inútil que nadie toma en serio, ya que sin certeza de castigo, al no aplicar el poder coercitivo de la ley, florecen los incentivos para que unos pocos se conviertan en tiranos de ocasión, violando con desfachatez los derechos de las mayorías silenciosas y pendejas.
Qué sublime paradoja: que en nombre de la protesta legítima, algunos se arrogan el derecho divino de pisotear los derechos de todos los demás. Ahí estábamos, una procesión de damnificados: madres con niños, enfermos, turistas recibiendo su bautismo de fuego tercermundista, todos convertidos en rehenes de una causa ajena llamada Jodiel. Y entonces, en mi delirio filosófico, imaginé una escena épica: los primeros cien conductores de esa serpiente metálica de miles de vehículos, marchando valientemente hacia esos cuantos abusivos para gritarles con fuerza: ¡Ya basta, pues!
Esa lógica perversa del “dame o salgo a las calles”, ese chantaje elevado a arte político a lo banana republic.
Porque hay algo profundamente maligno en esa lógica perversa del “dame o salgo a las calles”, ese chantaje elevado a arte político a lo banana republic. ¿Cómo es posible que el magisterio, dominado y amenazado por Jodiel, pueda paralizar un país entero una y otra vez hasta que el gobierno no solo se siente a negociar, sino que acepte íntegramente sus demandas? El virus de la ingobernabilidad sistémica que nos aqueja se llama Jodiel porque es nuestro espejo, nuestro reflejo colectivo, la materialización de nuestras propias contradicciones.
La historia se repite con precisión cronométrica. Recordemos a María del Carmen Aceña, ministra de Educación cuando en tiempos de Berger tuvo la audacia de despedir a Jodiel aplicando esa utopía llamada “ley”. Al perder su poder de Batman sindical, todos respiramos aliviados. Duró poco la felicidad: Jodiel, con la astucia de un mago de circo, se consiguió un “su” juez complaciente y luego una sala que le devolvió su magia negra.
Ahora Jodiel, maestro de la extorsión sindical —entre otras costosas demandas—, está exigiendo, para él y sus réplicas, un mes pagado de “formación sindical” al año, léase, vacaciones con salario, y dos años de inamovilidad laboral, un trono intocable tras su reinado mientras aulas vacías y estudiantes sufren su magia negra. Con razón exigen con vehemencia visceral —apelando una y otra vez— los amparos para que el pacto colectivo sea “secreto”. La actual ministra de Educación libra una batalla titánica, pero Jodiel sigue en su elemento, agarrándose como mico de convenciones y tratados internacionales, dejando maniatada hasta a la Corte Celestial.
Mientras tanto, desde mi trono vehicular, sueño con el día en que mis compañeros ciudadanos decidamos imitar aquel video viral donde los desesperados arremetieron contra quienes violaban el sagrado derecho constitucional de libre locomoción. Sería, sin duda, una experiencia educativa que Jodiel recordaría con cariño… pero, claro, esto es solo el desfogue inútil de mi histeria personal. Excuse-moi.