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Las ideologías brillan por su ausencia en los partidos
De acuerdo con las reglas actuales, los partidos políticos deben cumplir con meras formalidades. Su ideología, poco importa.
En la actual coyuntura política de Guatemala, se observa una inquietante carencia de verdaderas ideologías políticas entre los partidos que buscan llegar al poder. Esta situación plantea interrogantes sobre la naturaleza de la competencia electoral y el verdadero papel que juegan estas agrupaciones en la configuración del futuro del país.
Se suele afirmar que el partido Semilla, por ejemplo, se enmarca dentro de la socialdemocracia. Sin embargo, al analizar más de cerca sus acciones y propuestas, se hace evidente que carece de una ideología estructurada. A pesar de que algunos de sus líderes han producido obras teóricas que abordan temas históricos o institucionales desde un enfoque progresista, en la práctica, el partido no opera como una entidad ideológica. No se realizan congresos nacionales o regionales para debatir y construir agendas de desarrollo basadas en una creencia ideológica común. Tampoco se observan documentos de línea ideológica destinados a atraer a sectores específicos como universitarios, profesionales o sindicalistas.
Esta tendencia no es exclusiva de este partido; otros agrupamientos que se autodenominan de centro o de derecha enfrentan la misma problemática.
Por ejemplo, ¿cuál es la posición del Partido Unionista respecto del marco legal que debería regir los puertos y aeropuertos del país? ¿Qué principios programáticos deben inspirar el servicio civil? ¿Deben o no representarse las etnias indígenas en el parlamento? Ante estas dudas, el ciudadano suele encontrarse sin una fuente clara o un documento oficial que dilucide estas posturas.
Muchos líderes de partidos que han logrado importantes cuotas de poder, así como sus patrocinadores, no tienen un interés genuino por promover una ideología.
No se puede ignorar que, dentro de cada uno de estos partidos, hay individuos que adoptan diversas ideologías políticas. Sin embargo, a nivel institucional, incluso las agrupaciones que supuestamente son más “definidas” parecen no tener una posición ideológica articulada y accesible a los ciudadanos sobre los problemas más apremiantes del país. Esta falta de claridad ideológica lleva a que la competencia entre partidos no se base en visiones contrapuestas sobre el futuro de la nación, sino en el deseo de obtener cuotas de poder que permitan, por ejemplo, orientar las obras públicas hacia grupos de población en que se concentran sus simpatizantes o, en algunos casos, para favorecer a contratistas que los patrocinan.
Diversos factores pueden explicar este fenómeno, aunque uno de los más relevantes es el diseño de nuestras instituciones políticas, que tiende a enfocarse en lo formal más que en lo sustancial. Muchos líderes de partidos que han logrado importantes cuotas de poder, así como sus patrocinadores, no tienen un interés genuino por promover una ideología. Dentro del marco legal, que permite la formación de pactos que a menudo se fraguan al margen de las instituciones formales, buscan asegurar posiciones estratégicas. En no pocas ocasiones, estas posiciones ofrecen una palanca para negociar “paquetes” beneficiosos para sus patrocinadores.
Adicionalmente, cualquier propuesta que se desvíe radicalmente hacia un Estado de derecho liberal con mercados abiertos, o que pretenda la implementación de un Estado benefactor al estilo europeo, podría poner en peligro la estructura actual de negociaciones y pactos que acomoda el modus operandi de muchos de estos líderes partidarios. Como no son verdaderos ideólogos, más bien requieren de un ambiente estrictamente pragmático en el que quepan los pactos y transacciones de cuotas de poder.
En resumen, la ausencia de una ideología clara y definida entre los partidos políticos de Guatemala limita no solo la calidad de la competencia electoral, sino también el potencial para abordar y resolver los problemas más serios que enfrenta la nación. Sin una discusión abierta sobre ideologías y propuestas concretas, el camino hacia una política más sustantiva y responsable parece más largo y sinuoso.