Trump y Netanyahu, para redibujar el Oriente Próximo

Trump y Netanyahu, para redibujar el Oriente Próximo

En una de las avenidas más transitadas de Israel ha aparecido un curioso cartel que, más que publicidad, parece un manifiesto geopolítico.

Enlace generado

Resumen Automático

11/07/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

En una cena que combinó simbolismo, estrategia y visión de futuro, el presidente Donald Trump y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se reencontraron esta semana en la Casa Blanca, para enviar un mensaje claro al mundo: la alianza entre Estados Unidos e Israel no solo está intacta, sino que está más fuerte que nunca. Ambos líderes, curtidos en las tensiones de la historia reciente, no se limitaron a recordar el pasado; anunciaron el regreso de una agenda común que promete alterar, una vez más, el equilibrio de poder en Oriente Próximo.

Para muchos, este reencuentro marca el eco de profecías milenarias que comienzan a cumplirse.

Netanyahu sorprendió a Trump con una nominación formal al Premio Nobel de la Paz, no como gesto cortesano, sino como reconocimiento a una serie de acciones concretas. Pero este gesto va más allá, de una simple cortesía diplomática, porque estamos hablando de Israel, la nación que durante siglos ha estado esperando a su redentor. Muy significativo colocar directamente a un líder extranjero como “el pacificador”, capaz de librarlos del conflicto. ¿Será acaso esta nominación el anuncio de una antigua profecía bíblica anunciada por el profeta Daniel?

Durante el encuentro, ambos líderes celebraron lo que llamaron una “victoria histórica” sobre Irán. No se trató solo de retórica. La operación conjunta, liderada por EE. UU. e Israel, desmanteló infraestructura crítica del programa nuclear iraní y debilitó su capacidad balística. Trump reveló que Teherán ha solicitado nuevas conversaciones. No por voluntad, sino por necesidad. “Ahora son muy diferentes de lo que eran hace dos semanas”, afirmó, subrayando que la fuerza bien dirigida puede abrir paso a la diplomacia.

Pero la conversación no se limitó a Irán. Gaza, Siria y la reubicación palestina también estuvieron sobre la mesa. Trump y Netanyahu coincidieron en que se avecina un alto al fuego con Hamás, pero dejaron claro que la seguridad seguirá siendo una prerrogativa exclusivamente israelí. La “libre elección” para los palestinos —quedarse o partir— fue presentada como una solución pragmática, respaldada por países que estarían dispuestos a colaborar en este rediseño humanitario y político del conflicto.

También se discutió la nueva coyuntura en Siria, tras la caída del régimen de Bashar al Asad. Netanyahu sugirió que el nuevo liderazgo sirio podría explorar acuerdos con Israel para ganar legitimidad internacional, y Trump se mostró abierto a esa posibilidad. Ambos ven en este momento una ventana única para redefinir alianzas y estabilizar zonas antes dominadas por el caos.

Algo muy curioso que no puedo dejar de mencionar es que en una de las avenidas más transitadas de Israel ha aparecido un cartel que, más que publicidad, parece un manifiesto geopolítico. En él, Donald Trump y Benjamin Netanyahu aparecen flanqueados por 10 líderes árabes, como si anunciaran una nueva era de entendimiento regional, más allá de viejos rencores y líneas rojas. La imagen no solo evoca los Acuerdos de Abraham, sino que proyecta la ambición de forjar un bloque estratégico donde Israel y el mundo árabe, bajo el ala de Estados Unidos, puedan rediseñar el mapa de Oriente Medio.

Por lo que esta reunión fue más que un gesto. Fue una plataforma estratégica que definió líneas rojas, replanteó prioridades y confirmó que, bajo el liderazgo de Trump, EE. UU. no será un actor ausente, sino un protagonista activo del nuevo orden regional. Para muchos, este reencuentro marca el inicio de una segunda etapa de los Acuerdos de Abraham, que ya no son solo diplomacia, sino el umbral de profecías anunciadas hace más de dos mil años. Oriente Medio entra en una nueva era, donde la política y la historia convergen con los ecos de lo sagrado.