Primacía de la gracia

Primacía de la gracia

Sí, los católicos también creemos en la primacía de la gracia, pero no en la exclusividad de la gracia.

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Resumen Automático

04/10/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

Uno de los elementos constitutivos del evangelio es el concepto de la gracia. Sí, los católicos también creemos en la primacía de la gracia, pero no en la exclusividad de la gracia. En realidad, ese concepto ya estaba firmemente declarado en el Antiguo Testamento. En pasajes significativos de la Biblia hebrea, Dios afirma que Israel no tuvo ningún mérito para ganarse el favor de Dios y llegar a ser el pueblo elegido. No era ni el pueblo más numeroso ni el más poderoso ni el más rico ni el más santo entre los pueblos del mundo. La elección de Dios fue por puro amor y por mantenerse fiel a sus promesas hechas a los antepasados. La elección gratuita e inmerecida implicaba, sin embargo, obligaciones y obras de parte de Israel. Los israelitas debían cumplir los mandamientos, vivir rectamente, practicar la justicia, no para ganarse el favor de Dios y llegar a ser su pueblo —esa dignidad la habían recibido gratuitamente—, sino para agradecer a Dios su elección, su cercanía y favor, y para manifestar con la rectitud de su vida la aceptación de la dignidad recibida.

Dios espera las buenas obras como respuesta y agradecimiento a sus dones.

Las religiones se corrompen: se instrumentalizan como justificación del poder; se tergiversa la comprensión de la doctrina original, se imponen obligaciones innecesarias. Pasó en el judaísmo del tiempo de Jesús y hay numerosos casos en la historia del cristianismo. Jesús critica a la clase sacerdotal por valerse de la religión para afianzar su poder político. Censura el escrúpulo fariseo en asuntos sin importancia. San Pablo corrige la idea de que la Ley sea medio para ganar la salvación a pulso. El hombre no puede hacer de Dios su deudor. La salvación se recibe gratuitamente por la fe, pero la santidad recibida se hace operativa en la conducta ajustada a la voluntad de Dios manifestada en la Ley.

La lamentable ruptura del cristianismo de Occidente durante la Reforma tuvo como una de sus causas teológicas el rechazo a prácticas introducidas en la Iglesia católica que daban a entender que uno podría comprar la salvación y en cierto modo sobornar a Dios. Por supuesto que la Reforma tuvo también causas políticas que quizá fueron hasta más determinantes de la ruptura que las causas teológicas. Estas pudieron ser pretexto para crear las iglesias nacionales como apoyo del poder de los reyes de cada región. De hecho, las únicas iglesias cristianas estatales que todavía existen están en países donde prosperó la Reforma y en países del cristianismo ortodoxo.

La gracia de Dios es el fundamento del evangelio. Ninguna obra humana causó la encarnación del Hijo de Dios; eso fue favor de Dios. Ninguna obra humana, aparte de la del Hijo de Dios hecho hombre, causó nuestra salvación. Jesucristo murió en la cruz para el perdón de los pecados y resucitó de entre los muertos para nuestra salvación, por puro amor. Eso fue don y pura gracia para nosotros. Ninguna obra humana persuadió a Dios de enviar al Espíritu Santo sobre la Iglesia para la santificación de quienes creyeran en Jesucristo y pusieran su fe en él. Ninguna obra humana obliga a Dios a perdonar a los pecadores, sino que, por el contrario, el perdón ofrecido por Dios de antemano mueve al pecador a convertirse y enmendarse.

Pero, una vez recibido el perdón y la santificación, Dios espera las buenas obras como respuesta y agradecimiento a sus dones. La vida recta y piadosa, la conducta justa y solidaria, el cumplimiento de los mandamientos y las obligaciones para con Dios y nuestro prójimo son las obras con las que los cristianos agradecemos y asumimos la salvación recibida gratuitamente de Dios. Por eso, Él juzgará a cada creyente para determinar si hizo operativa en su conducta la salvación que Él gratuitamente le dio.