No hay duda posible. Es una nueva derrota

No hay duda posible. Es una nueva derrota

Otra vez, la lenta reacción del gobierno ante una decisión necesaria pero no explicada, llevó a otra derrota.
21/03/2025 00:04
Fuente: Prensa Libre 

La crisis no ha terminado y permanecerá latente durante el largo año en el cual habrá “mesas de diálogo” entre representantes del gobierno y los grupos participantes activamente en los dos días de paralización del país. Ayer hubo nuevos intentos de detener el tránsito y colaborar así al aumento de los 1,200 millones de quetzales de pérdidas. Esto equivale a un promedio de 25 millones por día, o un poco más de un millón por hora. La participación de Sandra Torres en un video, con voz falsamente calmada y conciliadora, demostró claramente su intervención vengativa para organizar el caos, al unirse a algunos otros políticos ya embarcados en una “pre-pre-campaña” tácita, sin considerar la mala imagen de ese gremio, con tantos y variados personajes nefastos.

Otra vez, la lenta reacción del gobierno ante una decisión necesaria pero no explicada, llevó a otra derrota.

La declaración de Bernardo Arévalo la noche del miércoles, si bien fue aceptada por terminar con la paralización, tuvo varios factores negativos. Una, la poca representatividad de quienes admitieron en la televisión estar directamente involucrados en los paros. En cualquier otro país hubieran sido capturados y consignados por alterar el orden público. Otra, la demostración de debilidad debido a haber insistido varias veces en seguir adelante con la imposición de un seguro obligatorio, en momentos cuando la ciudadanía en general resiente los aumentos de precios, los embotellamientos y, sobre todo, el cambio total de posición respecto a cumplir las promesas de campaña. La reacción en muchos ciudadanos es considerar lo ocurrido como una cortina de humo.

Ese telón desvió la atención nacional a casos serios: el aumento del presupuesto, el vergonzoso incremento al sueldo de los diputados, y en especial el misterioso accidente de Samuel Pérez, el diputado preferido del mandatario, cuyo silencio en estos temas fue estruendoso, increíble e inexplicable. Un tercer factor negativo fue la ruptura tácita con las organizaciones indígenas participantes en los paros realizados para exigir la toma de posesión, a pesar de las acciones organizadas por el Ministerio Público, es decir Consuelo Porras y adláteres, a lo cual se unieron muchos grupos ciudadanos espontáneos, entre los cuales destacan los vecinos de la colonia Bethania a quienes el humor chapín ya aconseja ser quienes deben ser consultados para nuevas leyes.

La ausencia de la vicepresidenta en todo este asunto solo puede ser interpretada como prueba de la tradicional separación entre los duetos presidenciales, como ha ocurrido en todos los gobiernos desde cuando existe ese cargo. En el futbol político, perdió por goleada y ahora está débil, con una popularidad descendiente, como consecuencia de su manera de gobernar. La expresión “mesa de diálogo” ha perdido su sentido, convirtiéndose en sinónimo de perder el tiempo en reuniones entre grupos opuestos sin ninguna disposición a ceder en nada. La llegada al poder pronto provocó mal de montaña sobre todo entre los ocupantes de puestos de un segundo alto nivel, no por ello menos importantes y causantes de problemas. Todo eso solo comprueba la crisis.

Es urgente un plan inicial para discusiones serenas y alcanzar acuerdos. El tiempo dedicado a detalles intrascendentes contribuirá a aumentar la impopularidad creciente. Aunque la tarea de sus voceros es destacar lo bueno, muchas veces es imposible tratarlo sin caer en ridículo. Debe ser aceptada la ola de críticas por la ilegalidad de esa decisión, los efectos económicos para la mayoría, la ausencia de explicaciones previas de los beneficios de los seguros si las aseguradoras se comprometen a cumplir, y demás. Urge una ley de tránsito realista, cierto, pues los accidentes son la primera causa de muerte en el país, y las viudas y huérfanos son demasiados. Arévalo debe salir de la urna de cristal, dejar de oír a “la rosca” sumisa y altanera, para así encarar los problemas.