Cañones truenan en la cuna de la paz
18/05/2021 08:51
Fuente: La Hora
Luis Fernández Molina
Mucho lamento lo que está sucediendo en Tierra Santa. Otro capítulo más en una crónica que se ha venido repitiendo desde tiempos inmemoriales. Ubicada en un enclave estratégico en medio de grandes imperios: los hititas al norte y los egipcios al sur; los persas al oriente y los “hombres del mar” en el oeste. Desde Ramsés, Nabucodonosor, Alejandro, Roma, los mamelucos, los otomanos, los cruzados, y un etcétera sin terminar. La tierra de Canaán, un oasis en el que todos pelean por las fuentes de agua.
Quiero recordar a muy buenos amigos de diferentes orígenes aunque todos con raíces en ese rincón oriental del Mediterráneo. Buenas personas, trabajadoras, familiares con los que me he topado a lo largo de mi vida. Por razones demográficas obvias, he conocido más amigos de origen palestino o árabe que judíos. Entre los primeros están: Malouf, Gabriel, Zimán, Saca, Bassila, Jop, Ahmed, Massis, Farach, Hasbun, Aboud, Abularach, Muadi, y también y por igual a los Yarhi, Stardgarter, Behar, Alcahé, Permouth, Lusky, Benchoan. De hecho, muchos se interrelacionan en perfecta armonía.
Hace un par de años tuve la bendición de visitar Israel con mi familia. Todos regresamos muy bien impresionados del orden, respeto, libertad que había en cada sitio. Claro, detectamos diferencias visibles entre barrios judíos y palestinos. Vimos también diferencias entre judíos “modernos”, progresistas y judíos de diferentes países –Rusia sobre todo- y niveles de ortodoxia incluyendo a los que viven cerca de la Ciudad Vieja de Jerusalén. También percibimos las grietas entre las diferentes doctrinas cristianas: católicos, ortodoxos griegos, coptos, jacobitas, anglicanos, luteranos, pentecostales, etc. Pero se respiraba orden y convivencia.
Hablando de los hebreos quiero referirme a dos ideas. En primer lugar es tradicional que los financistas y banqueros hayan sido judíos. Lo fueron desde el principio y afinaron mucho su expertise. Es que pasada la Edad Media se abrió el comercio internacional y fueron necesarias grandes sumas de dinero para financiar ese incontenible movimiento, pero los cristianos interpretaron que ninguno de ellos, bajo pena de excomunión o muerte, podía prestar dinero con intereses: “Si prestas dinero a Mi pueblo, a los pobres entre ustedes, no serás usurero con él; no le cobrarás interés” (Ex. 22:25). Y en Deuteronomio 23:19 repite: “Si prestas dinero a Mi pueblo, a los pobres entre ustedes, no serás usurero con él; no le cobrarás interés.” Pero agrega en el versículo siguiente: “Podrás cobrar interés a un extranjero, pero a tu hermano no le cobrarás interés a fin de que el Señor tu Dios te bendiga en todo lo que emprendas en la tierra que vas a entrar para poseerla.” He ahí el detalle de un texto sagrado y común a ambas creencias. Los judíos siempre fueron un pueblo marginado, aislado; para ellos, todos los demás eran “extranjeros.” Se les podía prestar y con intereses. Los cristianos iban a mandar en el mundo pero los judíos lo iban a financiar.
Fue muy deplorable la situación de los judíos por muchos siglos. Innegable. Persecución, pogroms, expulsiones, holocaustos. Muy lamentable; ya dos Papas han pedido perdón en nombre de la Iglesia. Pero hay otro aspecto interesante: ¿Por qué mantenían ghettos? Si tanto era el rechazo, por qué no aniquilaron a los judíos (afortunadamente). La respuesta es que era creencia generalizada que Cristo regresaría cuando su pueblo –los judíos- se haya convertido al cristianismo; más aún conforme el Apocalipsis (7:4) deberán ser 144,000 en total, 12 mil de cada una de las doce tribus. Igual, un sector judío asegura que el Mesías vendrá cuando se reconstruya el templo de Jerusalén.