Legado de la poeta Isabel de los Ángeles Ruano, a los 80 años de su nacimiento

Legado de la poeta Isabel de los Ángeles Ruano, a los 80 años de su nacimiento

La obra de la escritora Isabel de los Ángeles Ruano, que fue hilvanando desde su adolescencia, ha traspasado el horizonte de la realidad para sucumbir ante su catarsis.

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02/12/2025 01:01
Fuente: Prensa Libre 

“Ciudad, estoy transmigrando en tus arterias. / Vengo escapada directamente de la muerte. /Devienen tragedias indecibles, oscuras, /ahora vengo al balcón de la ciudad, la contemplo /y acompaño su paseo bajo ojos que me miran /fúnebres y terribles. /Ante ti, ciudad, dime /¿soy yo la que regresa, quién soy yo?”

Estos son algunos de los versos del poema “Canto de amor a la Ciudad de Guatemala”, de la escritora, periodista y docente universitaria Isabel de los Ángeles Ruano, galardonada con el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2001. Esa metrópoli de la que habla y que la vio andar por sus calles no comprendió su sed de introspección intensa y penetrante que reflejó en sus obras líricas, la cual comenzó a manifestarse en su mente desde sus años púberes y que siguió saciando por alrededor de 60 años.

En el 80 aniversario del nacimiento de la insigne poetisa, que se cumplió este año, hacemos un breve recorrido por su vida y obra, de las que proliferan facetas enigmáticas eruptivas, convertidas en palabras, que impactaron en la literatura local y regional.

Isabel de los Ángeles Ruano nació el 3 de junio de 1945 en la Ciudad de Guatemala, y no en Chiquimula, como se ha aseverado, lugar donde vivió posteriormente.

Su madre fue Isabel Flores Campos de Ruano, maestra; su padre, Carlos Eduardo Ruano Arreaga, locutor, cantante y maestro de ceremonias. Así, la pequeña creció entre músicos y cancioneros. Tuvo tres hermanas: María Eugenia —quien cuidó al hijo de la poestisa, Sergio Iván, nacido en 1972—, Julia Marina y Susana, y un hermano, José Carlos Ruano, como se lee en la tesis de licenciatura en Filosofía titulada “Isabel de los Ángeles Ruano: una aproximación a su vida y obra”, de Alessandra Chiriboga (2004).

En el prólogo de su poemario Torres y tatuajes (1988), Ruano refiere que sus primeros recuerdos fueron de su hogar, del Cerrito del Carmen, del parque Morazán y del Hipódromo del Norte.

Según familiares, Isabel adquirió el hábito de la lectura y riqueza de vocabulario gracias a la vocación por la enseñanza de su madre, afirma Marian Godínez, escritora, docente de Literatura y estudiosa de la obra de Ruano. Este hecho es corroborado por una dedicatoria que le escribió, a mano, la poetisa a su madre, escrito al que tuvo acceso Godínez, donde expresa agradecimiento “a quien la introdujo en la magia de las letras”.

“Era una lectora asidua desde temprana edad, con un coeficiente intelectual alto, por lo que su madre estimuló la educación integral de su hija”, añade. Entre los autores que leía en su niñez se encontraban Salvador Díaz Mirón, Ruben Darío, Gabriela Mistral, Manuel Acuña y Amado Nervo.

A los 9 años, visitó junto a su familia México, donde admiró, por primera vez, la televisión y la colosal capital de ese país. Godínez refiere que, debido a que su madre era maestra rural y que trabajó en diferentes departamentos, Isabel no había tenido contacto con la modernidad. Dos años después, en 1956, se mudaron a dicho país, donde cursó el quinto grado de primaria. Se dice que la migración se debió a la persecución política de uno de sus familiares. En 1957 regresaron y se fueron a vivir a la zona 6 capitalina.

En 1960, se le otorgó una beca para estudiar en el Instituto Normal para Señoritas de Oriente, en Chiquimula, donde cursó su educación básica y donde conoció a varios escritores. Ahí comenzó a escribir en periódicos murales y en la gaceta estudiantil Urnas del saber, que contenía sus “primigenias publicaciones”. Pronto se hizo famosa en Chiquimula, donde obtuvo dos premios interescolares de poesía.

De 21 años, Ruano aparece en esta fotografía, publicada en Prensa Libre en 1966, luego de haber dictado una ponencia como representante de la nueva generación guatemalteca de escritores. (Foto: Hemeroteca PL)

En 1962 comenzó a estudiar en el Instituto Normal Centroamérica para Señoritas (Inca), donde obtuvo el primer lugar en un concurso internacional de ensayo. El periodista y poeta Aquiles Pinto Flores anunció en El Imparcial el advenimiento de Isabel “como promesa de la lírica femenina”. En 1964 se graduó de maestra de educación primaria en dicho instituto y forjó amistad con escritores como Delia Quiñónez, José María López Valdizón y Óscar Arturo Palencia.

Ruano leía a autores como León Felipe, Miguel Ángel Asturias, Ángela Figuera Aymerich, Federico García Lorca, César Vallejo y Pablo Neruda.
“La recuerdo inmensamente inteligente y, sobre todo, comunicativa, alegre y cordial, con un gran sentido de compañerismo. Apasionada, pero, al mismo tiempo, reflexiva”, afirma Delia Quiñónez, y agrega que Ruano llegó al Inca con el conocimiento a fondo de grandes escritores de su predilección. “Su vocación poética era indiscutible, al igual que la decisión de dedicar su vida al ejercicio literario”, destaca. Conoció a autores de la talla de César Brañas, David Vela, León Aguilera, Marco Antonio Flores o Francisco Morales Santos.

Sentadas, bajo la sombra de la frondosa ceiba del patio central del Inca, prosigue Quiñónez, ellas leían poesía y soñaban con estudiar y aportar al país. Compartían tertulias literarias y asistían a toda actividad cultural, ya sea de literatura, conciertos o representaciones de teatro e, incluso, participaron en las protestas estudiantiles de 1962. Cuando se graduaron, en 1964, Ruano fue designada para pronunciar el discurso de despedida.

A sus 20 años, impartió conferencias sobre literatura y periodismo, y empezó a escribir para periódicos. Siempre deseó ser periodista.

Entrega del Premio Internacional de Poesía a Ruano, en Buenos Aires, Argentina, en 1979. (Foto Prensa Libre: Las nueve musas del Parnaso guatemaltense / cortesía de Marian Godínez)

En 1966, asistió al primer Congreso de Escritores Centroamericanos como la participante más joven. El Centro Mexicano de Escritores le concedió una beca para estudiar en el vecino país, donde declamó poemas de su autoría ante personajes como los bardos españoles León Felipe —quien prologó su primer poemario, Cariátides, salido a la luz en aquel año y que se convirtió en su mentor y maestro— y Alejandro Finisterre. Sobre Felipe, Ruano escribió: “Él me ha dado serenidad, seguridad, fe en mí misma como nunca la tuve. Un algo que recorre todos los muros y los tumba”.

En 1967 comenzó su educación universitaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac). Llevó a cabo estudios sociológicos en diferentes lugares de Guatemala y ejerció la docencia, sin abandonar el periodismo. En un artículo de El Imparcial de 1970 se informó sobre la promesa que Miguel Ángel Asturias le hizo a León Felipe de concederle a Isabel una beca en Europa.

En 1978 obtuvo el título de profesora de Enseñanza Media en Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana, en la Usac, y su trabajo final trató sobre los principales representantes de la poesía en las letras del Siglo de Oro, por lo cual estudió métrica y el estilo barroco. Continuó estudiando la licenciatura en dicha carrera.

Se le otorgó el premio Internacional de Poesía, de la Fundación Givré, en Buenos Aires, Argentina, en 1979, donde se codeó con reconocidos escritores latinoamericanos de la época. Entre ellos se encontraba Jorge Luis Borges, a quien entrevistó en esa ocasión, y el texto fue publicado en El Imparcial en marzo de 1980.

Perteneció al Círculo Nacional de Prensa y trabajó en el radioperiódico El Radar del pueblo. En marzo de 1979 solicitó autorización para la elaboración de su tesis, pero la dejó inconclusa.

En el 2001 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, justificado por el Consejo Asesor para las Letras del Ministerio de Cultura y Deportes, así: “Solo en ella existe una insondable y heroica cohesión entre vida y obra”.

Obra prolífica

  • Su primer poemario fue Cariátides (México, 1966).
  • Luego, seguiría Cantares, ¿quién te dijo cantares?, divulgado en El Imparcial, en 1979.
  • Transcurren nueve años sin que aparezca ningún texto de Ruano, hasta que ven la luz los poemarios Cantar indio (1986), El mar y tú (1987) y Poemas de la arena (1987), en Guatemala, Revista Cultural de Ejército.
  • Destaca en 1988 la antología de 11 poemas titulada Torres y tatuajes. El prólogo fue escrito por la poetisa.
  • En esta obra se incluyeron poemarios como Cariátides, Tratados de los ritmos, Tratados de las olas, Canto de amor a la Ciudad de Guatemala y El mar y tú.
  • En 1988 también aparece la pequeña publicación Canto de amor a la Ciudad de Guatemala.
  • En 1999 ve la luz una antología de poemas selectos, titulada Los del viento.
  • En el 2002 publicó Café Express, después de que se le otorgara el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias un año antes.
  • En el 2006 siguieron Versos dorados, Poemas grises (2010) y El perro ciego (2021), a cargo de Editorial Cultura.
  • También escribió poemas para revistas culturales como Pedernal, Revista 13, de El Gráfico, y Alero, así como poemas y artículos para periódicos como El Imparcial, Diario de Centroamérica y Prensa Libre.
  • Ruano reprodujo y vendió ejemplares de sus poemas en las calles del Centro Histórico capitalino.
  • Vale la pena mencionar que es difícil encontrar sus poemarios, pues se imprimieron limitados ejemplares de estos —apenas mil de cada
    uno—.
  • Entre sus obras inéditas están La novela de Laura (prosa), Danzas macabras (novela), Poemas de la ciudad (verso) y Los atlantes (verso).

Estilo literario

La poesía de Ruano consiste, predominantemente, en el verso libre, pues las líneas no obedecen a normas externas impuestas por el canon. Además, no existe un orden de versificación, ya que el ritmo y musicalidad de sus poemas son una creación personal, dice Chiriboga.

La escritora y crítica literaria Lucrecia Méndez de Penedo, quien compartió aulas universitarias con Ruano, escribió en 1989: “Estimo a Isabel de los Ángeles Ruano como una de las voces guatemaltecas contemporáneas significativas e intensas. El ángel —transitoriamente caído— trascenderá sobre lo circunstancial: permanecerá su canto”, se cita en la mencionada tesis.

María de los Ángeles Ruano fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura en el 2001. (Foto Prensa Libre, cortesía de Roberto Cifuentes).

En su ensayo De ángel rebelde a ángel caído, Méndez expone que en la obra de Ruano se nota el influjo de —los poetas César— Vallejo y —Luis— Cernuda, “atribuyendo a estos la faceta nocturna y sombría de los versos de Ruano”.

La escritora y periodista Luz Méndez de la Vega, indica Chiriboga, se refirió a Ruano en su libro Poetisas desmitificadoras guatemaltecas (1984) de esta manera: “Inconforme con el orden de cosas en una sociedad cruel que no ha sabido darle el lugar que le corresponde, golpeada por la vida, tratada injustamente, aun dentro de ámbitos académicos que no supieron darle la mano en el momento preciso, Isabel de los Ángeles Ruano hizo un suicidio simbólico, al cambiar su nombre por uno masculino y protegerse dentro de la vestimenta de hombre, como lo han hecho otras escritoras como George Sand”.

El novelista y ensayista Mario Alberto Carrera, en su libro Panorama de la poesía femenina guatemalteca del siglo XX, considera predominante en la obra de Ruano la bipolaridad, la escisión y el contraste del ser del yo poético, según indica la tesis.

Los temas predominantes de sus versos son la identidad, la creación literaria, la existencia humana, la muerte y el tiempo, los cuales se entrelazan para crear el significado de su obra. El tema general es la angustia existencial, la conciencia del sufrimiento constante, propio y de los humanos. “Es una voz universal que se cuestiona sobre la condición humana”, destaca Chiriboga.

La poetisa Candi Ventura, quien ha investigado la obra de Ruano, indica que Isabel, “durante su juventud, fue una mujer que superaba sus expectativas y tenía esa ansia de curiosidad por aprender del mundo. El autoconocimiento marcó definitivamente su trayectoria”. “Su escritura usa un lenguaje muy prolijo y bello. Destaca por su forma de ver la realidad, al nombrar lo que ya tiene nombre con su propia interpretación”, pondera. En su momento, agrega, ella fue la voz de las mujeres que no pudieron escribir en un país tan desigual como el nuestro, en cuanto a hombres y mujeres. Por ello, ha sido reconocida como una de las mejores del siglo XX.

Su estilo es intimista, con conciencia de clase y de género, lejos del moralismo y de instrucciones éticas. “Toda su obra son accidentes geográficos que hacen un país que se llama Isabel de los Ángeles Ruano”, refiere.

“Durante muchos años, la poeta se ha distinguido por su singular forma de vida, dedicada de lleno a escribir poesía con un estilo intimista, desbordado en inéditas imágenes poéticas que fluyen libres en sus versos; asimismo, se ha dedicado a deambular por el Centro Histórico, con vestimenta masculina”, expone la investigadora y crítica literaria Gladys Tobar en el artículo Luz interior en los poemas de Isabel de los Ángeles Ruano, publicado en la revista Ars Poética 1970 (2022).

Por su parte, Mayron Alberto Ávila, en su antología Mujer, cuerpo y palabra, considera que la obra poética de Isabel es multifacética “desde sus sonetos impecables, hasta sus versos narrativos, desde el ímpetu erótico de sus corceles metafóricos, hasta la trama elaborada de sus retratos existenciales”, según cita Quiñónez.

“La obra poética de Isabel constituye una de las más importantes de la poesía guatemalteca, porque rompe moldes tradicionales y es altamente renovadora. De ahí que las nuevas generaciones de escritores deben conocerla, estudiarla y valorarla en su justa dimensión”, destaca Quiñónez.
La obra que recoge un amplio panorama de su poesía es Torres y tatuajes, antología personal de 1988, dice.

Marco Antonio Flores, en su libro Poetas guatemaltecos del siglo XX (2000), cita Tobar, expresó en relación con el estilo poético de Ruano: “…expresa poéticamente, las más de las veces, el dolor y la rabia de ser, de considerarse diferente, de sentirse fuera de la sociedad que la desprecia y la aísla y la mira consumirse con indiferencia… Poesía sensorial henchida de tonos intimistas, pero también de temas que en la poesía de guatemaltecos parecen inalienables: la ciudad, el indígena, el paisaje, el amor”.

A finales de la década de 1980 comenzó a padecer trastornos mentales. Su manera de socializar cambió, empezó su faceta de errante y, luego, cambió su expresión de género. “Se le reconocía por su boina, saco y botas, y cargando su mochila. No faltaban las miradas acuciosas”, se lee en una entrevista a Ruano, publicada en Prensa Libre en el 2012.

En ese entonces, la poetisa aseveró al periodista que por una iniciativa del Gobierno francés la habían designado, a finales de la década de 1960, “debido a su alto potencial como escritora”, para dirigir e implementar una plataforma cultural en el país que optimizara los espacios públicos, plaza que le “fue quitada” y que no la “dejaron tomar cargo”.

“Eres un niño, un ángel, un poeta. Tienes un destino. Y has venido a decir algo”, le escribió en 1966 León Felipe durante su estadía en México. “Ese ser se veía casi mitológico, comparable con un minotauro, que se ve majestuoso, en gran parte, por su bella rareza”, señala Godínez en un artículo publicado en gazeta.gt. Añade que es exponente del barroquismo, representado por escritores españoles, con un vocabulario enriquecido. Ruano “habla mucho de los desposeídos, desterrados, de toda la marginalidad. Es una pionera para incomodar, pero sin desafiar el espíritu y respetando las normas literarias, con una belleza impresionante de sus versos. Busca ser disruptiva”, dice.

Añade que así como ella, muchos escritores le han dedicado poesía en vida a Ruano, para honrarla, y enseñan su poesía a las nuevas generaciones.
En el 2015, y en conmemoración de su cumpleaños 70, leyó algunos de sus poemas a Prensa Libre.

El escritor y periodista Roberto Cifuentes recuerda que conoció a Ruano cuando viajaban en los ruleteros, que hacían su recorrido de la zona 21 a la 18 calle, zona 1 capitalinas. Su mundo ya era diferente al de los demás, dice. “Viajaba, quizás, platicando con nuestros fantasmas. Casi ninguno le dirigía la palabra ni se sentaba junto a ella. Los ayudantes de los buses la rechazaban”, cuenta.

En una ocasión, la saludó y se dirigió a ella como poeta. Lo miró y respondió: “¿Me conoce, sabe quién soy?”. “Sí, leo sus versos”, le dijo Cifuentes. Sin decir más palabras, abrió su maletín y sacó unas fotocopias. Me las dio y dijo: “Son a Q10”. Aún las guarda, así como los libros que le compró posteriormente.

Dejó de verla por motivos de trabajo y, cuando volvió a encontrársela, su mundo era diferente. Ya no escuchaba y su caminar era más lento, siempre murmurando algo, expone Cifuentes. Años antes de la pandemia, iba a visitarla.

Actualidad

En el 2020 se presentó la iniciativa de ley 5787, para declarar guatemalteca ilustre a Ruano, con el fin de asignarle una pensión vitalicia, y que fue dictaminada como favorable por la Comisión de Finanzas Públicas y Moneda en el 2021, sin progreso subsecuente.

En esta se expone que, por muchos años, Ruano se dedicó a trabajar como vendedora ambulante de lapiceros, lociones, jabones, dulces y poemas, como única fuente de ingreso, situación que se agravó con la pandemia. Del Centro Histórico regresaba a su casa, ubicada en la colonia Justo Rufino Barrios, zona 21, hasta que las limitaciones físicas se lo impidieron, por lo que se quedó recorriendo solo las calles de dicha zona.

Por muchos años, personas caritativas de la zona 21 se encargaban de su alimentación y de cubrir otras necesidades. La conocían como “la periodista”. Vivía sin servicio de energía eléctrica ni agua potable, tal como ella lo dispuso.

Godínez expone que, por azares del destino, conoció a una de las hermanas de Ruano, Susana, pues la nieta de esta fue su alumna. Recordó que el Premio a las Letras de la Escuela de Profesores de Enseñanza Media de la Usac lleva el nombre de la poetisa y que le dedicó un libro.

Godínez cuenta que, al agudizarse su enfermedad mental, se complicó su cuidado, pues rechazaba tomar sus medicamentos, y asevera que diversas instituciones se acercaron a ella para ayudarla, pero ella pedía que la dejaran vivir a su manera.

Por sus problemas auditivos, es difícil comunicarse con ella.

En el 2024 tuvo una caída en su residencia, la cual le fue otorgada hace 50 años por el presidente Manuel Arana Osorio, según artículo publicado en Revista D. Llegaba todos los días a comer a la abarrotería de la familia de León Alcántara, ubicada cerca de su casa. Manuel de León y Carol Alcántara se preocuparon en una ocasión cuando dejaron de verla por dos días. Llamaron a la hermana de esta y a equipos de socorro para ingresar en su vivienda. Fue encontrada deshidratada y con fractura del hombro derecho. La atendieron y operaron en el Hospital Roosevelt.

“Estoy agradecido con la familia De León Alcántara. Fueron sus ángeles durante muchos años”, afirma Cifuentes, quien recuerda que varios amigos y él le celebraban sus cumpleaños. “A ella le gustan el pastel, el café con leche, el caldo de res y los tamales”, indica.

Escritoras y escritores y diferentes organizaciones acudieron al llamado para apoyar en su rehabilitación. En la actualidad, recibe los cuidados pertinentes en un hogar ubicado a las afueras de Antigua Guatemala, Sacatepéquez.

“Me parece atroz que se le etiquete como la poeta que perdió el juicio o que es un enigma. Lejos de estas etiquetas, muchos la voltean a ver porque es poeta, una escritora famosa”, dice Ventura. “Toda su poesía es cuerda y coherente con la realidad que vivimos en el país. Isabel es una persona de la tercera edad, descuidada por el país, por la sociedad y por el Estado, y su obra simplemente la hace famosa, no otra cosa”, añade.

Como bien dice Quiñónez, Premio Nacional de Literatura 2016, el enfoque debe ser siempre su obra: “Isabel de los Ángeles ha recibido muchos y justificados homenajes, pero creo que el mejor tributo que se le puede rendir es divulgar y estudiar su obra literaria, dejando al margen otras circunstancias de su vida”.

“Para mí la poesía es emoción, sentimiento, sensación, y así percibo la realidad, mi realidad”, escribió Ruano, y con ese pensamiento condensa su obra.

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