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La democracia y la innovación
La palabra átomo también existía desde hace miles de años, pero no había evidencia empírica alguna de su existencia, era una creencia. La teoría atómica moderna de que la materia está formada por átomos tiene evidencia empírica. De hecho, los átomos no son tan indivisibles porque están formados de partículas elementales. En una […]
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La palabra átomo también existía desde hace miles de años, pero no había evidencia empírica alguna de su existencia, era una creencia. La teoría atómica moderna de que la materia está formada por átomos tiene evidencia empírica. De hecho, los átomos no son tan indivisibles porque están formados de partículas elementales. En una entrada reciente en mi columna de La Hora, describo el hermoso experimento de Robert Millikan para determinar la carga eléctrica del electrón, la partícula negativa del átomo quien también confirmó, en el mismo experimento, la masa del electrón. Así que la teoría atómica no tiene nada que ver con la noción de átomo de la Grecia antigua, como la palabra democracia griega no tiene que ver con la democracia actual, compleja forma de gobierno.
A partir de la revolución científica con el trabajo de Galileo Galilei en sus Diálogos sobre dos nuevas ciencias del Siglo XVII y las emergentes comunidades científicas de entonces, así como el trabajo de Isaac Newton con su Principia Mathematica, también de finales del Siglo XVII y el aporte de Godofredo Leibniz, ambos creadores del cálculo diferencial e integral matemático, herramienta clave de la ingeniería moderna, empieza una nueva época a la que le dio seguimiento Joseph Lagrange y James Watts entre otros. Tal como se reconoce en la entrega del Premio Nobel de Economía del 2025, estas sociedades científicas, esas emergentes sociedades abiertas (Karl Popper), la República de las Letras, que generó un espacio relativamente libre de intercambio de aportes científicos, tecnológicos, artesanales y artísticos, son las que crean las condiciones de un desarrollo económico cada vez más sostenible.
Las innovaciones tecnológicas cada vez tienen más bases científicas, esto es, cada vez más los inventos son productos de diseño y menos producto del ensayo y error. La ciencia ha avanzado en muchas áreas, con mucha intensidad. La técnica cada vez más depende de investigaciones científicas y tecnológicas de tal forma que la ingeniería moderna es muy diferente, casi radicalmente diferente de la ingeniería del Siglo XX, no digamos del Siglo XIX. Los inventores antiguos no podían documentar y menos patentar sus inventos y muchas veces no podían explicar por qué funcionaban y menos cómo y por qué podrían fallar (Henry Petrosky). Por eso es que el Premio Nobel de Economía reconoce cómo la ciencia y la tecnología son parte del motor de la innovación para el crecimiento económico sostenible.
A pesar de los enormes cambios científicos y tecnológicos, la democracia no cambia con la misma intensidad. La sociedad parece evolucionar intensamente en ciencia y tecnología, pero no así en democracia. Desde la Revolución Industrial del Siglo XVIII hemos tenido una serie de cambios, tales como la máquina de vapor y luego la producción de acero, electricidad, petróleo, energía nuclear, creación de la electrónica, informática, telecomunicaciones y el intenso proceso de digitalización de las últimas décadas que ya integran tecnologías físicas con Inteligencia Artificial, justo lo que vivimos ahora. Sin embargo, la democracia no avanza a ese ritmo. Los intensos cambios tecnológicos no son acompañados por innovaciones políticas que nos permitan construir una democracia que responda a la nueva realidad de las tecnologías modernas.
Para concluir un libro que escribo sobre el Ciclo Social del Agua, debía revisar otro libro sobre agua subterránea que solamente se encuentra en formato físico en Amazon. Lo pedí y me lo enviaron vía un courier de ellos y el libro lo tenía en la mano desde Seattle hasta Quetzaltenango en 48 horas. En otros lugares Amazon ya entrega libros a domicilio utilizando drones. ¡Vaya innovación tecnológica! En un par de décadas el mundo se ha transformado totalmente debido a la intensa digitalización de todo, menos de la democracia. Esto es, la democracia como sistema de gobierno no es tan ágil como las innovaciones tecnológicas que tenemos.
Para hacer una ley de aguas para Guatemala se han realizado 50 propuestas. El ultimo intento lo tiene el Ministerio de Medio Ambiente de Guatemala liderado por la ministra Patricia Orantes que inició en el 2024 un proceso democrático de construcción de la ley, reuniéndose con diferentes grupos, académicos, empresarios, comunidades indígenas, comunidades urbanas, fundaciones, Organizaciones No Gubernamentales y así va el proceso, caracterizado por la lentitud del consenso democrático. Lo mismo para cualquier decisión, desde una ley hasta la construcción de un puente, los gobiernos democráticos tienen muchos obstáculos que no logramos entender, menos superar. De aquí nace la tentación del autoritarismo.
Dentro del legislativo los procesos de elaboración de leyes son lentísimos. El congreso guatemalteco se caracteriza por una mayoría de diputados serviles al Pacto de Corruptos, siendo ellos también corruptos, gente sin capacidad, hechos a la medida del subdesarrollo legal que producen. No respetan ley alguna. Sus procesos de propuesta y discusión de leyes no son mediados por innovación alguna. Basta escuchar a quien lee propuestas de leyes: No se le entiende nada. El Poder Legislativo es un poder cooptado y poco innovado. En los pasillos del Congreso no se conoce nada de ciencia, de tecnología y menos de innovación, nada.
El Organismo Judicial, OJ, en Guatemala no es un órgano independiente. Obedece a los lineamientos del Pacto de Corruptos y junto a eso no han podido innovar en nada. Nada avanza en el OJ, exceptuando la liberación de ladrones y de asesinos confesos. Es un organismo del Estado que no tiene nada de innovación. La ciencia y la tecnología moderna nunca han tocado las puertas del Poder Ejecutivo, es lo que Emilio Matta llama INEPTITUD, incapaz de arreglar lo más elemental, porque tampoco han sido innovadores en nada.
El problema de la decadencia de la democracia es mundial, pero aquí en tierras chapinas se observa como una burla al sentido común. Mientras el presidente le besaba la mano al Papa, el último preso se escapaba ayudado por muletas, por muletas y por un ministerio de Gobernación incapaz, nunca hicieron un censo de reos, que era lo mínimo que se esperaba, utilizando un código QR o un cuaderno y lapicero. Ya no podemos seguir con una democracia del Siglo XIX, ni del Siglo XX cuando la ciencia y la tecnología han innovado casi todos los procesos económicos y culturales del Siglo XXI. Es el momento de repensar la democracia para innovarla a la luz de la ciencia y tecnología moderna. Esa es tarea de todos, pero principalmente de académicos, aquellos que se encuentran en las universidades de verdad. Ojalá respondan porque si no responden ahora, no será nunca.