Dura realidad

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Es hora de que la ONU enfrente una reforma total de su modelo.

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Resumen Automático

28/09/2025 00:01
Fuente: Prensa Libre 

“He puesto fin a siete guerras… y nunca recibí ni siquiera una llamada ofreciendo ayuda”, dijo Donald Trump en su discurso en la 80 sesión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU, llamada “Juntos mejor: 80 años y más paz, desarrollo y derechos humanos”. Si bien podemos discutir eso de que Trump les ha puesto fin a siete guerras, en una cosa tiene razón, y es que la ONU ya ni una llamada puede hacer, su modelo y sus métodos ya han pasado a modo zombi.


Ochenta años después de su fundación y enmendando los errores que la Liga de Naciones tuvo con la creación de un Consejo de Seguridad, la ONU cumplió una función útil hasta hace algunas décadas. Más que un garante de la paz, que lo fue en su momento, se convirtió en un compás moral sobre el proceder de los Estados y su política exterior. Claro, las superpotencias, encarnadas en los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se podían salir con la suya por el llamado “derecho de veto”, pero solo en materia de seguridad, en el resto de áreas la ONU jugó un papel trascendental en promover un orden internacional y en llevarnos lo más cerca posible a una justicia internacional.


Dos guerras internacionales fueron declaradas oficialmente por la ONU: la guerra de Corea, en 1950, y la del golfo Pérsico, en 1990. Si bien ambas fueron lideradas por los Estados Unidos, las dos siguieron protocolos establecidos en la ONU que agotaron las vías diplomáticas y procedieron con la opción del uso de la fuerza. Desde su fundación, el derecho internacional público brilló como un estándar de acción para los Estados miembros, que, si bien nunca fue perfecto, pero era el estándar a seguir.

La Organización de Naciones Unidas ya ni una llamada puede hacer, su modelo y sus métodos ya han pasado a modo zombi.


Sin embargo, el mundo cambia, las amenazas cambian y los intereses de los Estados también cambian, pero la ONU nunca se ajustó como debería ser a estos cambios y pasó de ser un modelo perfectible que en ocasiones más y en ocasiones menos presentaba una respuesta a lo que es la anarquía del sistema internacional, a convertirse cada vez un elefante blanco en constante engorde. El modelo se agotó y resulta una broma de muy mal gusto hablar de una Asamblea General que aboga por más paz, desarrollo y derechos humanos, que son tres valores que la ONU es incapaz de promover.


Ojo, que una cosa es la Asamblea General y su Consejo de Seguridad y otra son sus agencias especializadas, que son mucho más efectivas que la organización central. Muchas de estas harían mejor en actuar por sus propios medios que seguir bajo el modelo de paraguas de la ONU. Una revisión completa del modelo es necesaria y habrá organizaciones especializadas que deberán reformarse, otras fortalecerse y otras deberán desaparecer, y que su lugar sea llenado por la efectividad que unas han demostrado.


La inacción, la corrección política, la hipocresía disfrazada de diplomacia coctelera, la buena vida en Nueva York y la irracionalidad deben llegar a su fin en la ONU. Su Consejo de Seguridad, que cometió un canibalismo al no reformarse y hoy alberga a las dos principales amenazas del sistema liberal internacional creado en 1945: China y Rusia deberá pasar por cambios a un costo alto, pero necesario. Pero lo más importante es que hay que cambiar la noción que muchos ingenuamente aún mantienen de una organización modelo que ya no es, ya no existe, pero que resiste el cambio, la regeneración y la muerte de algunos de sus componentes ya obsoletos. Esa mentalidad debe terminar porque es lo que sigue engordando a ese gran elefante blanco que es hoy la ONU.

¡Feliz domingo!