Era un miércoles, el reloj marcaba las 3 de la madrugada, cuando la mayoría de guatemaltecos fueron sorprendidos por un terremoto que duró 49 segundos y que tuvo una magnitud de 7.5 grados, con epicentro en el municipio “Los Amates”, departamento de Izabal.

Han pasado 49 años de aquel 4 de febrero, que causó la muerte de casi 23 mil personas y a 76 mil heridos, más de 25 mil viviendas destruidas y 1.2 millones de pobladores sin hogar.

La mayoría de viviendas se desmoronó por la fragilidad de su estructura, pues en ese tiempo la construcción era de adobe, material hecho de barro.

Testimonios de los sobrevivientes indican que el país parecía un territorio en guerra. Familias completas viviendo en la calle, niños que rescataban a sus mascotas y amas de casa tratando de recuperar algo de sus pertenencias entre los escombros.

Desde entonces no se ha vuelto a registrar otro evento similar en nuestro país, y aunque las autoridades se preparan año con año con simulacros, lo cierto es que, nadie está seguro si estamos preparados para otro movimiento de tal magnitud.

Redacción: Roxana de León