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Las niñas no pueden esperar más: debemos actuar ahora
Reducir las uniones tempranas requiere políticas públicas efectivas y un compromiso social que garantice a cada niña el derecho a crecer libres de violencia.
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En Guatemala, miles de niñas y adolescentes ven interrumpida su infancia por los matrimonios y uniones infantiles, tempranas y forzadas. Aunque con frecuencia permanecen ocultas, estas prácticas siguen siendo una de las formas más persistentes de violencia contra las niñas. Cada unión temprana significa una infancia perdida, un proyecto de vida truncado y una cadena de desigualdades que se prolonga por generaciones.
Reducir las uniones tempranas requiere políticas públicas efectivas y un compromiso social que garantice a cada niña el derecho a crecer libres de violencia.
«La entregaron a los 8 años. Él “la respetó” hasta que pudiera tener hijos. A los 11 tuvo a su primera hija. De los 11 a los 21 años ya había tenido cuatro hijos. Él era diez años mayor que ella». Este caso, documentado en el estudio Más allá de lo visible, presentado esta semana por FLACSO y UNFPA con el apoyo de AECID, evidencia con crudeza cómo las uniones tempranas imponen maternidades forzadas, silencian proyectos de vida y perpetúan ciclos de violencia durante años. Ninguna niña debería atravesar algo así.
El estudio confirma que los matrimonios y uniones infantiles, tempranas y forzadas (MUITF) son una práctica extendida en el país, con expresiones distintas según el territorio, y que, aunque la ley prohíbe el matrimonio antes de los 18 años, las uniones informales continúan ocurriendo,.
Los hallazgos revelan una realidad que no podemos ignorar: en distintos lugares del país aún se justifica que niñas de 12, 13 o 14 años se unan con hombres adultos, muchas veces producto de la violencia sexual. Esta normalización no solo oculta la violencia, la legitima. Y mientras siga invisibilizada, seguirá repitiéndose.
La pregunta central es: ¿qué podemos hacer para cambiar esta realidad? El primer paso es reconocer que los MUITF son una forma de violencia contra las niñas y adolescentes. Ese reconocimiento debe convertirse en medidas concretas: rutas de protección efectivas, atención oportuna ante violencia sexual, mecanismos reales de denuncia y justicia, y la implementación de políticas como el Plan Nacional de Prevención de Embarazos en Adolescentes (PLANEA) y el Plan Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres (PLANOVI), fundamentales para la prevención y la protección.
El segundo paso es transformar las normas sociales y de género que las siguen justificando. La presión social, los mandatos patriarcales y el silencio continúan siendo factores determinantes.
Finalmente, debemos apostar la permanencia escolar, oportunidades económicas para adolescentes, servicios accesibles y culturalmente pertinentes, y políticas públicas sostenidas que rompan el ciclo entre pobreza, violencia y uniones tempranas. Invertir en educación, salud y protección es fundamental para garantizar alternativas reales.
La presentación de este estudio coincide con los 16 Días de Activismo por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, un llamado global que nos recuerda que la protección de las niñas no puede esperar y que el silencio nunca puede ser una respuesta.
A través del programa regional “Desafiando las prácticas nocivas contra niñas y adolescentes”, UNFPA trabaja para transformar las condiciones que permiten que estas uniones persistan. Esto incluye fortalecer políticas públicas, generar evidencia, desarrollar modelos comunitarios de prevención y acompañar liderazgos juveniles.
Nuestro compromiso es contribuir a construir entornos donde ninguna niña sea obligada a una unión temprana y donde todas puedan ejercer plenamente sus derechos, vivir libres de violencia y decidir su propio futuro. Esta causa nos convoca a todos y todas. Nadie puede quedarse al margen.