¿Qué más debe pasar para transformar el transporte?

¿Qué más debe pasar para transformar el transporte?

Recuperar la noción de servicio por encima de la ganancia es vital, literalmente.
17/02/2025 00:06
Fuente: Prensa Libre 

El transporte de pasajeros, urbano y extraurbano, necesita de nuevos ejes para transformarse de manera sistemática: dignidad, legalidad, seguridad e institucionalidad. Es impostergable emprender la recuperación del concepto integral de este servicio público. A causa de inercias y negligencias, se ha ido atascando en un limbo caótico, en un vórtice ambicioso y, sobre todo, en una indiferencia psicótica de ciertas empresas y también autoridades.


El caos comienza por los vacíos y rezagos de leyes caducas que ningún Congreso ha tenido el objetivo o la capacidad de reformar. Prefieren perder el tiempo en demagogias o en sus propias ambigüedades, como la de querer aumentarse el sueldo o recetarse permisos inverecundos para ser tránsfugas. El remolino ambicioso es esa confluencia tormentosa de avidez económica con un ansia de mayores réditos a través de la prestación del servicio con vehículos vetustos —sin mantenimiento, conducidos por pilotos mal pagados, mal comidos y, a menudo mal educados—, en un círculo vicioso que gira sin control como un neumático liso.


La indiferencia psicótica es ese fluir de impunidades e incumplimientos de la Ley de Transporte, la cual, con todo y su desfase, tiene artículos que deberían ser aplicados para retomar el control rector del traslado de personas, para que se efectúe en condiciones de dignidad, seguridad y calidad para los millones de usuarios. Muchas municipalidades han abdicado de este control, y prueba de ello son los cientos de microbuses y vehículos particulares devenidos en ruleteros que no rinden cuentas a nadie, cuyo estado mecánico nadie verifica, así como quedan sin revisar las condiciones de sus asientos, cerrojos o cinturones de seguridad: anarquía sobre llantas.


La más lamentable evidencia de esta entropía de la legalidad se observa cuando se intentan imponer controles estrictos o ejecutar sanciones: surgen hordas motorizadas a bloquear carreteras para perpetuar la alocada carrera de impunidad, que tarde o temprano se vuelve mortal. Hoy se cumple una semana de la tragedia de la calzada de la Paz. Hubo pésames, lamentos de diputados y funcionarios, pero hasta ahora no se anuncia ni una sola acción concreta diferente, innovadora, enérgica. Y como señala el viejo axioma: si solo seguimos haciendo las mismas cosas, nunca vamos a tener resultados diferentes.


El transporte de pasajeros, desde los bicitaxis hasta los autobuses urbanos, requiere de una estructura nueva, con buenos ejes y eficiente sistema de dirección para poder transformarse. Demasiados años van de dilaciones y mediocridades letales. La dignidad del ciudadano que depende del transporte público es el concepto fundamental, pues el Estado se organiza para proteger el derecho a la vida de la persona. Y hay muchos ejemplos de desprotección en las carreteras.


Recuperar la noción de servicio por encima de la ganancia es vital, literalmente. Pero si la responsabilidad moral no es suficiente, allí entra la legalidad: renovar e integrar la Ley de Tránsito y la de transporte de pasajeros y de carga son una necesidad relegada. ¿Qué más se necesita para que los directamente obligados actúen? Es seguro que habría resistencias, hasta sabotajes contra una transformación del transporte; por ello, el cuarto componente es la institucionalidad, que no solo implica a la autoridad de turno, sino procesos, registros, nóminas de ofensores, estándares de calidad en la prestación del servicio y seguros vigentes en favor de víctimas o deudos, aclarando que ojalá estas pólizas, a futuro, ya no necesiten ser ejecutadas.