La independencia de México y Centroamérica

La independencia de México y Centroamérica

El verdadero patriotismo se mide en las acciones cotidianas que muestran amor por la patria.

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20/09/2025 00:02
Fuente: Prensa Libre 

Cada mes de septiembre nuestras patrias se visten de fiesta. El 16 de septiembre lo hace México, y el 15, Centroamérica recuerda el momento en que nuestros antepasados dieron un paso decisivo hacia la libertad: la independencia de España. Hay quienes hoy sostienen que aquello no fue una verdadera independencia, que solo se trató de un cambio de poder. Pero ignorar el sacrificio de nuestros próceres sería borrar un capítulo fundamental de nuestra historia.

Celebrar la independencia no es un acto vacío, sino un recordatorio de que somos países soberanos.

En Guatemala, la Embajada de México tiró la casa por la ventana y lastimosamente me perdí la fiesta a la que me invitó el embajador Romeo Ruiz Armento, por estar fuera del país. En México la lucha por la independencia fue larga y sangrienta. Recordamos a Miguel Hidalgo y Costilla, sacerdote que la madrugada del 16 de septiembre de 1810 dio el histórico “Grito de Dolores”, llamando al pueblo a levantarse contra la opresión. También a José María Morelos y Pavón, estratega y líder incansable; a Ignacio Allende, militar visionario; y a Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora, quien arriesgó su vida. Cada año se honra su memoria con el famoso Grito de Independencia en el Zócalo de la Ciudad de México, donde miles de voces corean con fervor: “¡Viva México!”.

En Guatemala, y en el resto de Centroamérica, la independencia se firmó un día antes que México, el 15 de septiembre, pero en 1821. Nombres como José Cecilio del Valle, Pedro Molina, Mariano Gálvez y tantos otros que arriesgaron su vida y su futuro merecen siempre un homenaje. Y cómo no recordar a la mujer prócer, María Dolores Bedoya de Molina, quien con su valentía y voz encendida animó a la multitud la noche del 14 de septiembre, para que al día siguiente se proclamara la independencia. Ella representa la fuerza femenina en la construcción de la patria y un ejemplo para nuestras generaciones.

Celebrar la independencia no es un acto vacío, sino un recordatorio de que somos países soberanos, libres y con derecho a decidir nuestro destino. Esa soberanía, aunque imperfecta, es la base que nos permite trabajar por un futuro mejor. Olvidarla sería condenarnos a la apatía y a la falta de identidad nacional.

Los niños, especialmente, deben aprender el significado de estas fechas. Un desfile no es solo música y color; es una lección de civismo y gratitud hacia quienes nos antecedieron. Ver ondear la bandera y escuchar el himno nos debe hacer reflexionar en lo que significa ser guatemaltecos, centroamericanos y, en el caso de México, orgullosos de una nación que sigue vibrando con su historia.

Pero también debemos reconocer que conmemorar no equivale a ensuciar. Este año, las imágenes que circularon en redes sociales, en periódicos y en la televisión de varios países mostraron calles inundadas de basura después de los desfiles. Una escena inaudita, que entristece y que contradice el espíritu mismo de la celebración. Ese no puede ser el “regalo” que le demos a nuestra patria.

El verdadero patriotismo no se mide solo en gritos de “¡Viva la patria!”, sino en las acciones cotidianas que muestran amor por ella. Al reconocer que la independencia fue conquistada con valor, honrarla significa vivirla con responsabilidad. Por ello debemos enseñar a nuestros hijos que la libertad y la soberanía no se heredan sin esfuerzo: se defienden día a día con civismo, cultura y respeto. Que cada bandera ondeando nos recuerde el sacrificio de los próceres. Que cada himno cantado a una sola voz sea promesa de unidad y esperanza. Y que cada calle limpia, cada gesto de civismo sea testimonio de que seguimos siendo dignos herederos de quienes nos dieron patria.