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Atitlán va hacia el desastre ambiental
Si no se detiene la descarga de aguas negras en poco tiempo se podría llegar al colapso del ecosistema de Atitlán.
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Antaño el lago de Amatitlán era un destino recreativo para los capitalinos. Recuerdo cómo en los años 1960 se organizaban excursiones familiares, que incluían paseo en lancha, aún era posible bañarse en sus aguas y luego almorzar en los restaurantes de los alrededores mojarras recién capturadas. Eso ahora es imposible.
Municipalidades, empresas y hoteles son responsables de la alta contaminación que recibe el cuerpo de agua.
Hoy el lago es un desastre ambiental porque se ha convertido en el desagüe de la capital y los municipios aledaños. Se calcula que el lago recibe cada año más de 65 mil metros cúbicos de desechos sólidos que se canalizan por unos nueve ríos, de los cuales el Villalobos es el principal contaminante. El lago recibe las aguas negras de toda la mancha urbana metropolitana y desechos tóxicos de empresas dedicadas a actividades industriales y agrícolas.
El lago de Amatitlán tiene un olor fétido, concentraciones de plomo, fósforo, sodio y nitratos, además de una alta presencia de coliformes fecales. La autoridad del Lago de Amatitlán (Amsa) es la entidad que busca recuperar el cuerpo de agua, pero ningún esfuerzo será suficiente mientras continúe el flujo de desechos de todo tipo.
También el lago de Atitlán está en serio peligro. Cuando se habla de los principales lugares turísticos del país, este cuerpo de agua aparece en los primeros lugares. Sin embargo, no creo que vaya a ser por mucho tiempo si no se atiende de manera responsable el desastre ambiental que ya padece. Atitlán camina de manera acelerada hacia el desastre de Amatitlán.
Según estudios ambientales, cada segundo se descargan 400 litros de aguas negras en el lago. Ese foco contaminante procede de las cerca de 400 mil personas que viven en los pintorescos pueblos que lo rodean, entre habitantes y turistas. Pero no solo eso, el lago también recibe descargas tóxicas de empresas cercanas. ¿Cuál es el problema? Las municipalidades que se benefician del turismo no se preocupan de cuidar a la gallina de los huevos de oro. Las comunas saben de la necesidad de contar con plantas de tratamiento de las aguas residuales, pero como eso no genera votos se hacen de la vista gorda y no les importa el destino del lago.
El Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marn) informó recientemente de las sanciones contra 15 municipalidades de Sololá por haber incumplido el Reglamento de Descargas de Aguas Residuales en la Cuenca del Lago de Atitlán. La falta de conciencia del problema llega al grado de que varias comunas tienen plantas de tratamiento, pero no las usan en forma adecuada. El colmo es que, pese a contar con esas plantas, las aguas residuales se siguen depositando en forma directa en el lago.
Otro foco contaminante lo constituyen los comercios, las industrias y los hoteles que depositan desechos en el lago. En inspecciones aleatorias realizadas por el Marn en agosto pasado, se detectó que el 95% de los establecimientos ubicados en las orillas del lago incumplen las normas ambientales. Los principales contaminantes del lago son los desechos fecales, residuos sólidos, microplásticos, grasas, aceites, fertilizantes, plaguicidas y herbicidas.
Si no se detiene esta problemática, el resultado será devastador en poco tiempo. El desastre de Amatitlán se cierne sobre Atitlán porque podría llegar al colapso del ecosistema; eso significa la muerte irreversible del lago. Las comunas y empresas que hoy disfrutan del turismo estarían contribuyendo al colapso de este recurso natural, porque el lago podría comenzar a producir malos olores y sus aguas se volverían tóxicas. Esta crítica situación significaría el fin del turismo, la pesca y la agricultura, que hoy son los principales beneficios que deja la cuenca del lago.