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Territorio, cultura y filantropía
Escucharnos, conectar, organizarnos y trabajar juntos. Por allí se comienza.
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Frente a un proceso aparentemente irreversible de deshumanización e incertidumbre sobre un futuro donde la hipervigilancia, la corrupción, la cooptación de los Estados y los controles de las personas crecen ilimitadamente, ¿dónde quedan los ideales de libertad, justicia, paz y democracia? Considerando que esos anhelos le siguen quedando muy lejos a millones de personas en Guatemala, ¿cómo reimaginamos, defendemos y recuperamos, desde los territorios, formas de vida más dignas que alcancen a toda la población?
La criminalización de los liderazgos mayas que han defendido los territorios y que, específicamente, le apostaron a la democracia en el histórico paro de 2023, más el abandono secular y el racismo al que los pueblos originarios han sido sometidos por el Estado y la sociedad, me remiten a otras preguntas: ¿cómo se relacionan, en este contexto complejo, conceptos como territorio, cultura y filantropía? ¿Hay desde los liderazgos locales y comunitarios, la posibilidad de transformar este estado de cosas, si reconocemos el papel fundamental de la cultura y la filantropía?
Creo que sí. Los momentos de crisis, son también de oportunidad. El 7 de octubre, en el contexto del Foro Centroamericano de Donantes (CADF), tuve el privilegio de moderar un panel con cuatro personas que ejercen indiscutibles liderazgos: Lidia Oxi, mujer maya kaqchikel, directora de World Connect Guatemala, defensora de los derechos humanos y la educación, especialmente de niñas y mujeres; Martín Toc, líder maya k’iché, quien fuera presidente del Consejo de Alcaldes de los 48 Cantones de Totonicapán, donde defendió los derechos colectivos, la gestión sostenible del territorio y la participación ciudadana desde la cosmovisión maya; Ketzalí Pérez, artista escénica, gestora cultural y comunicadora maya poqomam que, desde Pantalla Itinerante de Fundación Ixcanul, teje puentes entre el cine y las comunidades, entrelazando arte, pedagogía y memoria; y Arturo Aguilar, director del Programa para Centroamérica del Rockefeller Brothers Fund., reconocido abogado y estratega político con experiencia en la defensa de la justicia y la democracia en América Latina. Nos faltó tiempo para dialogar y profundizar.
“Lo importante es el movimiento, no tú, como persona”, dijo.
Lidia habló de la necesidad de creer en los procesos y en el fortalecimiento de un ecosistema propio en cada territorio, sin querer imponer un modelo, e hizo la pregunta: “¿cómo aprovechamos los espacios organizativos en las comunidades?” Habló de la importancia del Convenio 169 que plantea la organización desde el territorio y de Totonicapán como “un modelo que funciona”. Martín comenzó con un enunciado provocador: “quieren entender a la comunidad, pero no aprenden el idioma que se habla en esa comunidad”. Habló de la necesidad de escuchar y aprender primero de otros, para luego trabajar juntos. “Lo importante es el movimiento, no tú, como persona”, dijo. Habló del poder y dijo que es el tiempo de los pueblos originarios para ejercerlo. Se preguntó “¿por qué los 48 Cantones defendimos la democracia de la ciudad?” para concluir en un “todos somos guatemaltecos”. Ketzalí dijo que la experiencia es territorial, porque “en nuestros pueblos, el arte y la cultura son intrínsecos. Es la propia vida”. El arte y la cultura parecen algo muy lejano, dijo, pero “los derechos culturales promueven vidas más dignas”. Habló de tender puentes para acercarnos y reconocernos, así como de generar otras narrativas que no partan solo del miedo.
Arturo reconoció una ola global antidemocrática que reduce los derechos y planteó cambiar el modelo de intervención para la construcción democrática “que no vaya de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba”. Coincide en que “nada existe fuera del lenguaje”, en la necesidad de aprender a escucharnos y en sostener la intención de dialogar. La filantropía reconoce que el territorio no es solo un espacio físico, sino un organismo vivo que se transforma, al igual que la filantropía, porque el territorio es el lugar donde la cultura, las tradiciones y los saberes locales se inscriben y reescriben. Escucharnos, conectar, organizarnos y trabajar juntos. Por allí se comienza.