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El arte de “no hacer nada”: cómo dejar de sentir culpa por descansar y no ser productivo todo el tiempo
Reconectar con el descanso y aprender a no hacer nada puede ser una forma poderosa de prevenir el agotamiento físico, emocional y recuperar nuestro bienestar integral.
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Hace unas semanas, en redes sociales se hizo viral una entrevista en la que el cantante Cristian Castro confesaba que él “no hacía nada”. En el clip, el entrevistador le cuestiona que, cuando no tenía conciertos y no cantaba, ¿qué hacía?, y la respuesta del cantante fue: “Absolutamente nada”.
En esa ocasión, Castro reflexionó sobre la necesidad social de estar siempre ocupados: “A la gente le gusta estar ocupada y decir que está ocupada. Hasta en su perfil de WhatsApp dice que está ocupada, que está en el gym, que solamente urgencias. Yo no tengo nada que hacer”.
Esta necesidad social de estar siempre ocupados “surge de la asociación que la sociedad hizo y quedó grabada en la memoria colectiva en que quien no es productivo, quien no está activo y quien no es proactivo no es valioso”, señala el psicólogo Juan Carlos Zetina.
Sin embargo, parar y verdaderamente “no hacer nada” es fundamental para cuidar nuestra salud y evitar el desgaste físico y emocional.
¿Por qué sentimos culpa cuando “no hacemos nada”?
Habitamos una cultura que aplaude la actividad continua y minimiza el valor del descanso, sin darnos cuenta de que detenernos es clave para preservar el bienestar y prevenir el agotamiento del cuerpo y la mente.
“Hemos definido que ser productivos es hacer algo que nos dé resultados tangibles, como el trabajo o hacer ejercicio, algo que demuestre que estás en acción, porque si no estás en acción no somos útiles”, indica la psicóloga Daniella Feterman; sin embargo, “el descanso, el ‘no hacer nada’ también es súper útil”, enfatiza.
Según ambos especialistas, la sociedad nos ha inculcado la idea de que hacer una pausa y tomarse un tiempo para no hacer nada es motivo de culpa, como si no ser productivo fuera inaceptable.
Pero, para Feterman, “el hacer algo es tan productivo como no hacer nada”.
Para entender la importancia de hacer una pausa, la especialista ofrece la siguiente analogía: todos tenemos un celular cerca. Cuando el celular se empieza a quedar sin batería o sin espacio, se empieza a trabar, las aplicaciones empiezan a cerrarse y el celular comienza a trabajar más lento. Nuestro cerebro funciona de manera similar: no es que nos movamos más lento, pero nos fatigamos más rápido, nos cansamos más, nos abrumamos y hasta perdemos la paciencia. Por eso el descanso es tan importante, porque permite que nuestra mente se recupere, se recargue y le demos el espacio para hacer todo ese “mantenimiento” que nos permitirá funcionar de manera óptima.

¿Qué es “no hacer nada” y cuáles son sus beneficios?
En dicha entrevista, que se llevó a cabo en diciembre del 2020, el entrevistador Dante Gebel le cuestiona a Castro qué es “no hacer nada”, y él, con un tono pacífico, responde: “Nada. A la gente le gusta hacer algo a fuerza y yo les quiero enseñar a no hacer nada”.
Según explica Feterman, muchos le huyen a este tipo de momentos en los que no se hace nada porque nos enfrentamos a nuestros pensamientos y “no siempre es cómodo saber qué estoy pensando y qué estoy sintiendo”; por eso recurrimos a estímulos externos.
Bajo la perspectiva de Zetina, en estos días es difícil llevar a cabo esta acción por dichos estímulos, como los celulares, la televisión, la música, los pódcast, las redes sociales, etcétera. Sin embargo, hacer una pausa y solo existir en el momento es muy beneficioso para la salud mental.
“Lo ideal sería meditar”, indica Feterman, pero, para las personas que no están acostumbradas o no dominan la meditación, “acostarse, sentarse, dormir, salir al jardín, a caminar sin que exista un estímulo adicional, existir por un momento no haciendo nada” le permitirá al cuerpo y a la mente ese descanso y esa pausa que se necesita.
Además, en una publicación de EFE, el psicólogo Carlos Caudet señala que, al disminuir el estrés y permitir el descanso, el cuerpo activa el sistema nervioso parasimpático, encargado de regular diversas funciones durante los estados de reposo. Este mecanismo pone en marcha procesos esenciales para limpiar, reparar y regenerar las células del organismo.
A nivel emocional, también se liberan neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, fundamentales para el bienestar, la motivación y la salud mental. Sin mencionar que los momentos de silencio, calma e incluso aburrimiento mejoran nuestra creatividad.
Las consecuencias de ser siempre productivo
Tanto el cuerpo como la mente necesitan de pausas conscientes para funcionar de manera óptima. Según Feterman, una de las consecuencias más evidentes de querer ser siempre productivos y nunca parar es el burnout o agotamiento.
“Pareciera que el cerebro se apaga, pierdes totalmente la concentración, pasas fatigado o agotado todo el tiempo y se te dificulta concentrarte”, indica la experta.
Pero este burnout no llega solo ni de la nada, ya que, cuando estamos en constante productividad, el cuerpo lo resiente y empieza a dar señales de que necesita descanso. “Es allí cuando empezamos a enfermarnos, cuando de repente tengo una gripe que no se me quita o tengo un dolor de cabeza que dura semanas”, explica la psicóloga.
Este agotamiento físico afecta todas las áreas de nuestra vida: “Si estás en el trabajo, empiezas a cometer muchos errores, se te pasan detalles y empiezas a equivocarte en cosas que tal vez has hecho toda tu vida. Se te pueden olvidar cumpleaños de gente importante para ti, salir con amigos puede resultar abrumante, no hay energía, nos va a costar levantarnos por las mañanas y esto se da porque el cuerpo está completamente agotado”.

Reconectando con el descanso
Pero ¿cómo podemos reconectar con el descanso y recuperar el cuerpo y la mente cuando están verdaderamente agotados? ¿Cómo podemos “no hacer nada” sin sentir culpa?
Según Zetina, el primer paso es hacer las paces con la idea de la improductividad y darnos el permiso de no hacer nada. Recordar que no hacer algo es tan productivo como hacerlo y cambiar la connotación que tiene la productividad en nuestras vidas. Reconectar con nosotros mismos y simplemente existir en un lugar y un espacio.
Entender que, no porque no estemos haciendo algo “productivo”, no somos valiosos ni útiles; más bien, en esos momentos cuando decidimos descansar le estamos dando a nuestro cuerpo y a nuestra mente el tiempo para poder tener ese “reinicio” que tanto necesitamos.
El experto recomienda, para quienes les funcione, agendar tiempos de descanso: “No debe ser mucho, podemos empezar con cinco o diez minutos, respirar conscientemente, inhalando y exhalando profundo”.
Tomar una siesta, caminar, tomar un baño de manera consciente, estar en silencio, pasar tiempo con nosotros mismos; disfrutar del descanso y del aburrimiento, y aumentar poco a poco los momentos en los que no hacemos nada.