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Irresponsabilidades son múltiples y variadas
Es hora de realizar la complicada tarea de descubrir los muchos motivos del busazo y actuar con eficiencia y firmeza.
Comienzo este artículo, escrito mientras aún no me he recuperado del dolor, estupor e indignación por lo ocurrido el lunes, fecha aciaga porque la cosecha de la Muerte, ocurrida mientras aún no había salido, pudo haberse evitado. Se justifican los tres días de luto nacional, pero no debe quedar allí. Presento a nombre propio y de mi familia mis muestras de fraternal solidaridad por la pérdida de esas 54 vidas. Creo urgente identificar las razones evidentes y también profundizar en las causas ocultas de esta tragedia. No es accidente, porque este es eventual —algo con posibilidades de ocurrir o no, e influyen la mala suerte y factores inesperados de fuerza mayor, como el clima. Los motivos de peligro dan a este una posibilidad segura en espera de ocurrir.
Los accidentes por imprudencia peligrosa pasiva tienen unas personas responsables y otras culpables, según los hayan causado o facilitado, respectivamente. Este es un caso en el cual el culpable paga con su vida y el responsable, no. Hay muchas preguntas con respuestas simples o complicadas. El autobús debió haber dejado a sus pasajeros en la terminal Centra Norte, donde llegan los autobuses de servicio en el oriente del país. No hacerlo abrió las puertas a la tragedia, al entrar a la capital. La alta y mortal velocidad puede ser efecto de falla de frenos, lo cual —como el estado de las llantas o luces—, implica mal mantenimiento, responsabilidad directa de los propietarios del vehículo, quienes además están directamente relacionados con el exceso de pasajeros.
El severo plan de sanciones debe ser aplicado por personal bien pagado y sobre todo motivado en la importancia de su tarea y abarcar no solo a los culpables sino a los responsables.
Ya comenzaron las investigaciones y las reuniones con los relacionados y en eso ha extrañado la sugerencia de la gremial de transporte extraurbano de pasajeros para reducir de 25 a 21 años —sí, ¡21 años!— la edad mínima para otorgar licencia profesional. No tiene sentido y es irresponsable, según mi criterio, así como su idea de multar al piloto y no a la empresa, por ser indefendible, al dejarla sin responsabilidad alguna de tragedias como la del lunes anterior. Sí tienen razón en señalar al mantenimiento adecuado y profesional como la razón básica del buen funcionamiento y no necesariamente a la edad del vehículo. Ello explica la necesidad de un esfuerzo multidisciplinario para lograr acuerdos de posible, necesario y obligatorio cumplimiento.
Nunca se ha realizado una campaña masiva para concientizar a los pasajeros acerca de su derecho a no viajar en un bus sobrecargado ni a altas velocidades, peleas por el pasaje, efectos de licor, pero también de exigir la obligatoria detención de la unidad para bajarse. Urge analizar cómo adquirieron las licencias e iniciar programas de revisión constante de sus capacidades. El severo plan de sanciones debe ser aplicado por personal bien pagado y sobre todo motivado en la importancia de su tarea y abarcar no solo a los culpables sino a los responsables. Urge una clasificación de carreteras peligrosas por sus descensos y curvas cerradas; crear un ente coordinador de las entidades relacionadas, ¡unas 40! Y sobre todo, vigilancia cercana institucional. La meta: no más viudas, huérfanos y vidas afectadas.
Esta tragedia aún tendrá más situaciones dolorosísimas en los sepelios. Por ejemplo, murió una maestra con sus tres hijos, y la tradicional solidaridad guatemalteca se manifestó cuando fueron llevados a media noche al salón comunal de la colonia Bethania, zona 7. La magnitud de la tragedia humanizó la tarea de bomberos y periodistas, sacándole lágrimas mientras informaban o actuaban desde y en el lugar de la tragedia. Las escenas de ellos mientras informaban de estos servidores públicos sacando a los cadáveres de las aguas putrefactas del río Las Vacas eran simplemente pruebas de trabajos realizados con amor al prójimo, y la escena de ese ataúd colectivo, con llantas, también contribuyó a la consternación de cualquiera en todo el país