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¿Guatemala tiene rumbo o está a la deriva?
Coloquemos en nuestro barco la esperanza como bandera.
Como Ulises en La odisea, los guatemaltecos seguramente hemos enfrentado cíclopes que se autotriplican el sueldo, sirenas que nos han seducido con falsas promesas y tempestades políticas que han sacudido nuestra estabilidad. Sin embargo, si algo nos enseña el libro es que un pueblo con voluntad no se detiene ante la adversidad.
Ulises conocía su destino: Ítaca. Sabía que el camino sería arduo, pero su voluntad era inquebrantable. Es válido hacer esta pregunta una y otra vez… ¿Hacia dónde se dirige Guatemala? ¿Tenemos claro nuestro objetivo como nación o estamos a la deriva como un barco sacudido por los vientos del azar? Uno de los pasajes más conmovedores del viaje de Ulises es su lucha por regresar a casa. “Es cruel y doloroso errar mucho tiempo lejos de los tuyos”. Esta frase resuena en mí al pensar en el corazón de los migrantes guatemaltecos que emprenden su propia odisea en busca de un mejor futuro. Que enfrentan peligros, engaños y obstáculos. Sin embargo, su heroísmo no solo radica en su resistencia, sino en su propósito. Muchos no buscan simplemente sobrevivir, sino construir un futuro para sus familias, fortalecer la economía del país con sus remesas y, algún día, volver a su Ítaca personal.
Pero ¿será que Guatemala está preparando un hogar digno para recibir a estos héroes? Decido ser positivo. Porque ¡ser positivo y realista sí se puede! Porque se pueden tener los pies en la tierra y así reconocer cambios posibles. Ese es el espíritu que debe guiarnos: un país que no solo resiste, sino que construye; que no solo sufre, sino que también sueña.
Homero nos enseña que un viaje sin dirección es solo un naufragio. Si Guatemala quiere avanzar, no puede ser como un barco sin brújula. “La prudencia es el mejor refugio de los hombres”, decía Ulises. ¿Nuestro país está construyendo con prudencia su futuro? ¿o nos dejamos arrastrar por corrientes externas sin una visión clara? El desarrollo de una nación no ocurre por inercia, sino por propósito. Ulises no llega a Ítaca por casualidad, sino porque cada acción suya está encaminada a ese objetivo.
Guatemala espera que sus hijos no tengan que partir lejos para encontrar dignidad.
Si como país no definimos un rumbo claro, si no establecemos metas concretas y motivaciones correctas, nos quedaremos atrapados en la isla de Calipso, viviendo una eternidad de promesas sin cumplir. Penélope, símbolo de la paciencia y la esperanza, esperó a Ulises tejiendo y destejiendo su telar, resistiendo la invasión de pretendientes que querían apoderarse de lo que no les pertenecía. Guatemala, en muchos sentidos, es como Penélope. Espera justicia, desarrollo, que sus hijos no tengan que partir lejos para encontrar dignidad. Pero la espera no puede ser infinita.
Cuando Ulises regresa, no lo hace como un rey pasivo, sino como un guerrero dispuesto a recuperar lo que es suyo. Guatemala necesita héroes modernos que, con sabiduría y determinación, reconstruyan un país donde la justicia no sea un privilegio, sino una norma. Para lograr terminar el viaje, no podemos rendirnos ante los negativos. La historia la escriben los que creen en la posibilidad de un mejor mañana, que no se resignan al destino impuesto. Si queremos que este viaje de nación tenga sentido, debemos preguntarnos: ¿Estamos avanzando o nos estamos desviando? ¿Estamos forjando héroes o condenando a nuestros ciudadanos a ser errantes sin destino? La historia no espera a los indecisos. Es momento de que Guatemala se encamine a su propia Ítaca y se convierta en la nación que siempre ha soñado.
Hoy, más que nunca, decido buscar a aquellos valientes que en todo momento encuentran el “cómo sí”. Confiando en que las cosas siempre pueden cambiar, coloquemos en nuestro barco la esperanza como bandera. Podremos así llegar a Ítaca.