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Lesivas pesadeces, liviandades y sandeces
El binomio presidencial está enzarzado en una controversia por la orden de Arévalo de reducir el salario de la vicepresidenta, el cual ella no se rebajó al invocar laberínticos argumentos legalistas.
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La trompada a la economía internacional propinada por el presidente de Estados Unidos al dictar la súbita imposición unilateral de aranceles a las exportaciones provenientes de 185 países causó una de las peores caídas históricas de la Bolsa de Valores de Nueva York. Y eso que el mandatario Donald Trump, en un mensaje de redes sociales, afirmó con sorna que “el paciente” había sobrevivido al duro tratamiento, un día después de la disposición. Pero, además, hay un creciente reclamo de poderosas compañías industriales y minoristas estadounidenses que ven impactados sus procesos productivos, sus proyecciones de ventas y márgenes de ganancia. Hay profecías apocalípticas de avezados economistas a la vez que temores de mayores alzas al costo de vida entre ciudadanos, incluidos partidarios del magnate.
El arancel de 10% impuesto también a Guatemala, histórico aliado de EE. UU., es una majadería contra una nación que ha sido consistente en su lealtad cuando otros países de la región se han decantado por China, Rusia o ambas; además, Guatemala le compra a EE. UU. mucho más de lo que le vende, y son productos de altísima calidad —café, bananos, legumbres, textiles—. Por si fuera poco, se han apoyado múltiples iniciativas, incluidas algunas muy controversiales del primer mandato de Trump.
El golpe se avizora devastador para el sector exportador, cuyos clientes en EE. UU. les piden absorber el arancel, pese a ser una decisión de su líder. Tal propuesta es una espada de Damocles: si la rechazan, podrían perder el cliente más importante; si la aceptan, se verá impactada su competitividad y sostenibilidad, lo cual compromete los tributos que aportan a Guatemala y las plazas laborales que generan —y que evitan la migración forzada—. Ante esto se necesita de un liderazgo fuerte.
Líderes y gabinetes económicos de varios países han comenzado a trazar medidas de contención, buscan vías asertivas para revertir las barreras y también empiezan a considerar nuevos mercados que no amenacen la existencia misma de su negocio. Pero en Guatemala, ante tan pesada imposición, solo se emitió un comunicado por escrito y algunas hipótesis de acción, cuando en realidad el mandatario Bernardo Arévalo, la vicepresidenta Karin Herrera y todo su gabinete deberían estar en una encerrona para emitir una hoja de ruta sólida, digna y propositiva dirigida a Trump.
Pero el binomio presidencial está enzarzado en una controversia por la orden de Arévalo de reducir el salario de la vicepresidenta, el cual ella no se rebajó al invocar laberínticos argumentos legalistas y una falta de seguimiento al tema que más bien parece un pretexto lábil, pues bien que lo ha cobrado. Aduce que es un beneficio adquirido del “puesto” y que eso les podría traer problemas a futuros vicepresidentes, otra hipótesis ante la cual deberían pesar más la dignidad, el sentir ciudadano y la palabra empeñada. Así andan también los diputados, que huyeron del pleno en espera de que su autoaumento se olvide con el asueto de Semana Santa, que también se autoampliaron: una ligereza intolerable que solo es comparable con la sandez de querer pasar por válida una votación de suyo nula o la irresponsabilidad de hacer mutis ante una situación verdaderamente crítica para la economía del país.
La precipitación de Trump con los aranceles, usados como chicote indiscriminado —así como Mesala latigueaba a los caballos en el clásico film cuaresmal Ben Hur— ya le aflojó una rueda a su carro, con la caída de 14% de la bolsa de valores de Wall Street: la peor desde la pandemia y que amenaza con sacudir más a los mercados, pero también a los consumidores.