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El juego limpio también abarca los graderíos
El verdadero nacionalismo jamás se convierte en agresión.
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La emoción de los guatemaltecos, dentro y fuera de Guatemala, está al tope: el juego eliminatorio de la selección nacional contra su similar de Panamá acapara las expectativas, enciende la euforia y desata las esperanzas de poder seguir la ruta clasificatoria hacia el Mundial 2026. Se han tenido victorias y también tropiezos, pero las opciones siguen abiertas, incluyendo la posibilidad de una victoria contra los canaleros, a pesar de su invicto. El triunfo es el gran objetivo de la bicolor y el anhelo de millones de connacionales.
A falta del estadio nacional Doroteo Guamuch, debido a un retraso de remodelación injustificado, sospechoso y claramente lesivo, el partido de hoy se desarrollará en el estadio Manuel Felipe Carrera, más conocido como El Trébol, con un aforo de siete mil 500 espectadores. Sin embargo, habrá mil voces menos en los graderíos, debido a la sanción impuesta por la Federación Internacional de Futbol Asociación (Fifa), a causa de los incidentes de discriminación ocurridos durante el partido en el cual Guatemala venció a El Salvador, en octubre último. Algunos aficionados guatemaltecos corearon expresiones denigrantes contra los hermanos salvadoreños, y la Fifa actuó: decretó una reducción de 15% de público y una multa, pero advirtió de que, de repetirse hoy cualquier conducta racista o discriminatoria, la sanción será más severa.
Esa pasión futbolera que une a generaciones, barrios, departamentos y grupos de aficionados se debe manifestar hoy con toda la energía del optimismo. Cantos, ovaciones, aplausos, trompetas, tambores batientes sonarán. Las expresiones masivas de apoyo al seleccionado nacional deben ser potentes y unánimes, pero sin agresión, sin ofensas, sin insultos de ningún tipo.
Esta conducta asertiva, entusiasta y empática no solo representará un apoyo aún más digno para la Bicolor, sino también constituirá un paso de madurez de nuestra afición. De hecho, tal conducta de respeto se debe extender a todos los escenarios deportivos del país, durante todos los juegos de las ligas nacionales. Lo sucedido en El Salvador marca una alerta oportuna sobre la necesidad de proyectar un juego limpio desde las tribunas.
Cabe acotar que El Salvador también fue recientemente sancionado por la Fifa, a causa de expresiones racistas durante su partido contra Surinam. De ninguna manera es un atenuante y menos un pretexto para el conformismo. “Mal de muchos, consuelo de tontos”, reza el viejo adagio y con justa razón. Por el contrario, es un llamado a recuperar esos valores que con frecuencia se han desvanecido en escenarios deportivos por efecto de fanáticos y cafres, cuyos desmanes a la larga solo empobrecen la calidad del desempeño futbolístico.
El futbol es, por naturaleza, un espacio de emociones, con una rivalidad de equipos que compiten bajo reglas muy claras que en ningún momento restan la alegría, la identidad o la capacidad de expresar el favoritismo al equipo de simpatías. Pero esa libertad de expresión no puede ni debe confundirse con la ofensa o el desprecio hacia la afición contrincante. El verdadero nacionalismo jamás se convierte en agresión, puesto que debe proyectar también los grandes valores fundacionales y multiculturales de cada país. Ser un aficionado implica ser ejemplo para los hijos, sobrinos y, en general, para los guatemaltecos más jóvenes. No se necesita el insulto para ser auténtico. Construir una cultura deportiva madura es trabajo de todos, porque significa mostrar lo mejor de nosotros. ¡A triunfar!