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¿Qué se hizo Elon?
Elon Musk pasó de ser un protagonista del gobierno de Trump a regresar por la puerta de atrás a su empresa Tesla.
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Una colega colombiana una vez me dijo sobre que en su país las dos personas más locas son el presidente y el entrenador de futbol de la selección nacional. Vaya si somos pasionales los latinos, pero en el caso de la primera me parece que esto aplica casi en todo el mundo. La cuestión es que en cada país todos tienen una opinión sobre política —así como en los países futboleros todos una sobre su selección nacional—. Lo dicho por mi colega refleja una de las grandes dificultades de la ciencia política, puesto que los estudiosos de esta tienen la responsabilidad de ser un faro que ilumina un confuso océano de opiniones. Ojo, que es importante y necesario que la ciudadanía tenga estas opiniones y que se involucre en los temas que nos competen a todos, pero es el científico político o politólogo quien debe identificar un fenómeno, explicarlo, trazar un camino a seguir, proyectar escenarios, simplificando así una cuestión que, entre tanta opinión, se ahogaría en la confusión.
Musk no tenía la madurez necesaria para el juguete que Trump le dio.
A partir de ahí podría rellenar este artículo con famosas máximas como que la política es el arte de lo posible o que es disfrazar el interés general en particular o que es tan emocionante como la guerra, pero no menos peligrosa, y así hasta poner un negocio de galletas de fortuna con mensajes de esta tamática. Esto sería aburrido hasta para el más apasionado de los politólogos. Pero más que el aburrimiento, la realidad política genera apatía, desilusión y frustración. Morgenthau atribuía esto a una naturaleza negativa del individuo y su animus dominandi (ánimo de dominar) en donde la búsqueda del poder y el egoísmo son características universales.
Lo anterior me lleva a pensar en qué pasó con Elon Musk, ¿qué se hizo? Después de haber sido el alero porrista de Donald Trump, a dirigir el flamante Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge, en inglés), a recortar su involucramiento en el gobierno de Donald Trump y regresar a enfocarse más en su empresa Tesla. No importa desde qué ángulo se vea, la decisión es lógica, aunque en su momento no lo fue ni para Musk o para algunos analistas.
No es lo mismo ser un candidato en campaña que acompañar a uno. Tampoco es lo mismo ser un empresario y dejar esa actividad para dedicarse a política. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ha tenido un paso fugaz en la política y de momento se aparta de la misma con más penas que glorias. Por un lado, se dio un apoyo considerable de la mayoría de ciudadanos estadounidenses a Doge; por el otro, las ventas de vehículos Tesla bajaron en comparación al año pasado en 13% y por cuestiones políticas varios activistas han atacado sus vehículos por su involucramiento con Trump. Pero el principal problema vino con algo que Lester C. Thurow advirtió hace 20 años, y es que la democracia y el capitalismo tienen una incompatibilidad en cuanto la primera da un voto a cada ciudadano mientras que lo segundo premia al más eficiente y competitivo. Esto solo se agravó y fue muy pública la disconformidad de Musk con la política arancelaria de Trump que sigue haciendo estragos en el mundo, al punto que por primera vez en más de un siglo la calificadora de riesgo Moody’s le retiró la máxima calificación triple A a Estados Unidos.
Si algo inteligente ha hecho Musk, es dar un paso atrás en el momento justo; no sabemos si regresará o no. como dice Morgenthau, la búsqueda del poder y el egoísmo son parte de la naturaleza humana y Musk ya ha probado las mieles de la primera. Lo que no cabe duda es que Musk no tenía la madurez necesaria para el juguete que Trump le dio y mejor regresa a controlar daños antes que estos sean irreparables. ¡Feliz domingo!