TGW
Guatevision
DCA
Prensa Libre
Canal Antigua
La Hora
Sonora
Al Día
Emisoras Unidas
AGN

Rescate ético
El legalismo hipócrita sirve para apañar abusos.
Enlace generado
Resumen Automático
Romantizar épocas o caudillos es un recurso que puede resaltar ciertos aspectos estructurales, papeles protagónicos y cambios favorables en la historia de una comunidad o de una nación, los cuales pueden resultar inspiradores, sobre todo si tienen una trascendencia concreta y prolongada en el tiempo. Sin embargo, tal abordaje idealizador corre riesgo de dejar de lado la esencia crítica, el contexto, los contrapuntos, los entretelones, los apoyos colectivos que no figuran en la historia, hasta y los efectos secundarios de acciones coyunturales que cambiaron rumbos de país.
A las puertas de la efeméride del 20 de octubre de 1944, fecha que significó el final de una dictadura, cabe destacar cómo ciudadanos, estudiantes, obreros, militares y maestros se unieron para exigir y construir garantías democráticas y una institucionalidad que respondiera a las necesidades de desarrollo nacional. En el proceso hubo aciertos, sí. Pero también tuvo estridentes bemoles, errores de concepto e infiltración de grupos con pretensiones despóticas, un riesgo que sigue sucediendo en la democracia actual.
En fin, ello no resta importancia al capítulo de hace 81 años. Pero al igual que otros episodios nacionales, constituye la mejor evidencia de otro tipo de renovación constante: la construcción de una conciencia axiológica coherente, la vivencia de valores en acción. Bien podría decirse una revolución ética, en forma y fondo. La expresión puede sonar contradictoria, porque los valores como tales —libertad, honradez, equidad, justicia, respeto, dignidad, integridad, empatía, compasión y un largo etcétera que el lector podrá completar— no existen desde hace un siglo ni dos. Es una noción surgida y meditada desde los albores de la civilización.
Cada tercer miércoles de octubre se estableció el Día Mundial de la Ética, para exaltar el sustrato de valores, sobre el cual se erigen las leyes y la institucionalidad pública, privada y religiosa. Puede haber ética sin leyes, pero no leyes sin ética. Naciones enteras, como Venezuela, Cuba o Nicaragua, sufren aberraciones yuxtapuestas sobre inmoralidades y conveniencias abyectas. Y, en esa línea, también hay “legalismos” sin altura ética, que solo buscan un aval de apariencia sin fondo.
Un ejemplo: la Constitución exige “reconocida honorabilidad” para múltiples cargos públicos, candidaturas y puestos de poder, pero a la hora de las postulaciones aparecen perfiles con nexos sospechosos, títulos falsificados o comprados, tesis con plagios, fortunas inexplicables e incluso antecedentes criminales. Al ser cuestionados, se parapetan en legalismos y no en razones éticas. Y la honorabilidad es un concepto ético que la misma ley demanda.
El legalismo hipócrita sirve para apañar abusos. Han ocurrido desfalcos y fraudes millonarios a través de fragmentar —“legalmente”— las compras por montos abajo de Q90 mil. Hay amaños de contratos, compras secretas y sobreprecios avalados en licitaciones “legales”, pero no éticas. Pero también el ciudadano está llamado a rescatar la ética en la vida cotidiana: evitar tirar basura sin clasificar, conducirse con urbanidad vial, ceder el paso, frenar la violencia a través de la serenidad, exigir probidad a los funcionarios. La ética puede salvar países y futuros. Por eso necesitamos un rescate ético, pero no está en manos de ningún ente externo, sino de nosotros mismos.