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Un colegio dividido, pero ¿un mensaje dividido?
Una elección tan dividida invita a buscar un punto de equilibrio.
El gremio de abogados llevó a cabo en los últimos días dos jornadas sorprendentes. En las elecciones para junta directiva, tribunal de honor y comité de inversiones, se movilizaron casi veinte mil abogados. Si contrastamos este dato con la participación en otras elecciones, caemos en cuenta que en este evento había algo más en juego que unos cuantos puestos directivos. Se trataba del futuro de la justicia pues los presidentes de la junta directiva y del tribunal de honor serán parte de la comisión de postulación que intervendrá en el proceso para elección de la fiscalía general en un año. Así que de súbito no fue que renaciera el espíritu gremial, sino que los intereses e inquietudes de distintos grupos mostraron sus mejores recursos de movilización.
Una elección tan dividida invita a buscar un punto de equilibrio.
La primera vuelta dejó un saldo a favor de una de las planillas que parecía irremontable. Con más de mil quinientos votos por encima de su más cercano competidor, la segunda vuelta podría haberse antojado de mero trámite, pues ventajas tan grandes no suelen ser revertidas en un balotaje. Lo cierto es que la segunda ronda, con más de diecisiete mil abogados participantes trajo sorpresas. La primera de ellas fue que la asistencia no decayó como algunos previeron. Segundo, los resultados fueron tan apretados que hasta en horas de la noche se pudo saber el conteo oficial. Fue una especie de final con foto finish. Tercero, al menos en dos de las tres elecciones, la planilla que había quedado en segundo lugar revirtió el resultado y ganó la contienda. Por último, los resultados en la capital favorecieron claramente a una planilla mientras que los departamentos, casi todos, votaron por la planilla contraria.
Pero aparte del mero análisis cuantitativo de la jornada está el análisis político de los mensajes que esta elección nos deja. Un resultado tan estrecho tiene que ser leído por cualquiera de los ganadores como un mensaje de mesura. Es decir, nadie tiene un mandato para hacer de la justicia lo que mejor les venga en gana. No se trata de que ahora, como un cheque en blanco, cada bando imponga a los suyos. Una elección tan dividida invita a buscar un punto de equilibrio, algo ya se percibe perdido hace muchos años.
Luego, no es correcto generalizar a unos como aliados del oficialismo o de una cierta facción política, como tampoco es correcto querer agrupar a los otros como miembros de las estructuras de la corrupción o el clientelismo. Tener una visión maniquea como esta es lo que lleva a que cada uno quiera empujar, hasta los extremos, los resultados favorables a su causa. En ambos proyectos había personas movidas con el interés de que la justicia pueda tener un buen destino, como también los había quienes fueron movidos por la legítima preocupación de no querer ver que el reloj de la historia retroceda unos años para volver a revivir etapas ya superadas. La voz de esos colegas, con sus razonadas inquietudes son las que normalmente se pierden en la intensidad de las campañas electorales o por el ruido de las voces estridentes de quienes, esos sí, buscan simplemente aprovecharse de la situación para empujar agendas personales o políticas de una u otra especie.
Me queda claro que la abrumadora participación gremial es un síntoma. Que los resultados estrechos también lo son. El colegio podrá estar dividido, pero el mensaje no lo está. La gran mayoría de los guatemaltecos aspiramos a una justicia que no sea ni corrupta ni ideológica.