Terquedad latinoamericana: ¿por qué elegir a Lenin sobre Deng?

Terquedad latinoamericana: ¿por qué elegir a Lenin sobre Deng?

Muchos líderes no copian a Lenin por prosperidad, sino por su ruta hacia el control total.

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Resumen Automático

23/11/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

La historia económica moderna es una advertencia brutal, pero la izquierda latinoamericana parece sorda a sus lecciones. El milagro chino, con su “socialismo al estilo chino”, demostró que es posible generar prosperidad masiva y sacar a millones de la miseria. ¿Por qué la izquierda regional insiste en copiar el modelo soviético, que solo dejó ruina? Se empeña en emular el fracasado esquema de planificación central y estatización de Lenin, en lugar de considerar el camino mercantilista que convirtió a China en una superpotencia.

Elegir ideología sobre bienestar es condenar al ciudadano y perpetuar el subdesarrollo.

Para entender esta paradoja, es necesario revisar el origen ideológico. El modelo soviético fue el faro del socialismo antinorteamericano. La Revolución Cubana instaló en la región un dogma centrado en la eliminación de la propiedad privada y del mercado. El modelo de Deng Xiaoping, del “gato blanco o negro”, priorizó la riqueza y fue tildado de traición por los dogmáticos que prefieren la pobreza igualitaria comunista a la prosperidad personal del modelo chino.

Sin embargo, detrás hay una motivación más profunda y peligrosa: la atracción del poder absoluto. El modelo soviético es ineficiente, pero ofrece control total sobre la economía y los medios de producción que se traduce en poder político. Ello brinda una coartada perfecta para la tiranía, la represión y la perpetuación en el poder. A diferencia del modelo chino, que exige eficiencia y creación de riqueza, el comunista garantiza control sin rendición de cuentas. Muchos líderes no copian a Lenin por la promesa de prosperidad, sino por su hoja de ruta hacia el control total.

Una obsesión con consecuencias devastadoras: regímenes colapsados, hiperinflación y el éxodo de millones. Se ha replicado la atrofia burocrática soviética sin el beneficio de la apertura económica china. Romper el ciclo exige un cambio de paradigma, políticas centradas en el ciudadano y no en ideología. La salida para Latinoamérica es un giro radical que priorice el bienestar del ciudadano y deje atrás la ideología, siempre dentro de un marco democrático. Se requiere un Estado fuerte que dirija lo estratégico, pero que permita al sector privado competir y crear riqueza mientras combate la corrupción sin paralizar la economía.

El cambio debe traducirse en acciones concretas: crear Zonas Económicas Especiales (ZEE) reales, con reglas claras y justicia rápida para atraer inversión, como hizo China en Shenzhen. Promover una política industrial seria que impulse sectores estratégicos (renovables, tecnología), dejando atrás la dependencia de materias primas. Todo ello exige invertir masivamente en capital humano: China gasta más del 4% del PIB en educación técnica y superior; nosotros debemos invertir al menos el 6% para acelerar el progreso. Educación, salud y seguridad son inversión clave para lograr ciudadanos productivos.

Solo así podremos construir un modelo que combine libertad, prosperidad y justicia. El camino para Latinoamérica no está en la emulación de fantasmas soviéticos ni en la copia ciega de modelos asiáticos, sino en la construcción de su propia vía. Una vía que combine la creatividad de su sector privado con la fuerza de un Estado estratégico y la ética innegociable de la democracia. Se exige un acto de soberanía intelectual: dejar de elegir entre dogmas ajenos para diseñar un futuro basado en nuestras realidades. Persistir en la imitación es elegir la pobreza. Latinoamérica debe encontrar su propio modelo, uno que ponga al ciudadano libre en el centro del desarrollo, no al Partido ni a sus dirigentes. El socialismo fracasó; el futuro exige libre empresa, competencia justa y un Estado regulador sin autoritarismo.