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Incertidumbre
La incertidumbre es la condición de algo que no es seguro o definitivo, lo que genera dudas o vacilaciones en las personas; y, asimismo, se refiere a la ausencia de certeza (falta de conocimiento de la realidad o la verdad), que puede causar ansiedad, desasosiego o sensación de riesgo, temor o intranquilidad.
Cuando una persona enfrenta algo desconocido, impredecible o ambiguo, que no puede ser determinado o interpretado fehacientemente, se distorsiona su capacidad de lucidez y previsibilidad, que afecta la adopción de decisiones, los resultados de estas y la adaptación al porvenir.
La incertidumbre impera en el mundo actual, porque resulta difícil o imposible prever o predecir lo que ocurrirá ante nuevos fenómenos o realidades en lo social, lo económico, lo político y lo tecnológico.
En lo social se advierte una renovada contención de las migraciones, la expulsión de inmigrantes indeseables, el afianzamiento del relativismo moral y la posverdad, un intransigente negacionismo del cambio climático, la declinación de la cooperación internacional, así como el reavivamiento de la intolerancia, el dogmatismo y los extremismos.
En el ámbito económico, se observa una feroz competencia por el acceso a recursos naturales estratégicos, que incluye la ocupación por la fuerza de territorios apetecidos, el retorno de esquemas proteccionistas (barreras arancelarias y no arancelarias), una aguda polarización ideológica y cultural, el abandono de reglas convencionales de negociación e intercambio comercial, así como una guerra frontal contra la delincuencia organizada transnacional.
No se alientan la reflexión y el pensamiento crítico.
En política, se advierte la consolidación de nuevas potencias mundiales con geoestrategias propias, la crisis del multilateralismo surgido a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, el retorno de ideologías nativistas, nacionalistas y neocolonialistas, el descrédito y la declinación de la democracia liberal, la desprotección de los derechos humanos, la declaración de confrontaciones culturales, el afianzamiento de regímenes autoritarios, el fincamiento de zonas de influencia o dominación, así como una frenética e imparable carrera armamentista.
En lo tecnológico, se aprecian avances impresionantes en inteligencia artificial y biotecnología, dando pie a una competencia brutal en investigación y desarrollo, sin reglas ni límites, que, indudablemente, están impactando en los patrones conductuales y en la economía mundial.
En fin, la humanidad vive tiempos agitados, en medio de un desconcierto generalizado, en que muchos se ven amenazados y expuestos a la intemperie.
No obstante, en Guatemala nada pasa. Se sigue celebrando el aumento de las remesas familiares, cuyo monto excede por mucho a las exportaciones, y confiando en la reedición indefinida del sistema de preferencias estadounidense. No existe una estrategia para la atracción de inversión productiva, doméstica y extranjera, ni para la innovación tecnológica.
Por otro lado, se mantiene la lucha fratricida entre conservadores y liberales, que, en esencia, son los mismos que en el pasado lucharon por el poder. El 60% de pobreza sigue siendo invisible para las élites, sin reparar en que la desocupación, sin la emigración hacia el Norte, es fatal, al igual que la coexistencia con la mafiocracia.
Lo más preocupante es que no se alientan la reflexión y el pensamiento crítico en torno a los cambios vertiginosos. Ni siquiera se toma acción para atajar los efectos de condiciones adversas. Por el contrario, el divisionismo, el odio y la revancha ocupan las mentes de los enemigos recíprocos. Que con su pan se lo coman.