¿Tu forma de amar viene de la infancia? Esto dice la psicología

¿Tu forma de amar viene de la infancia? Esto dice la psicología

Gran parte de las conductas afectivas en la adultez se originan en la infancia. La psicología explica cómo esta etapa puede influir en la forma de amar.

Enlace generado

Resumen Automático

27/06/2025 11:54
Fuente: Prensa Libre 

El manejo de las emociones, los conflictos amorosos o la personalidad se va forjando durante la niñez y se basa en el sistema de crianza y en los ejemplos que se perciben en el entorno familiar. Ya sea una persona que evita el romance o que se muestra muy afectuosa, estas conductas se determinan por lo que recibimos de padres o figuras de protección durante los primeros años de vida.

Desde la mirada psicológica, se establece que diversos factores, como las muestras de cariño, el rol que el hijo desempeña en la dinámica familiar o los ejemplos que observa, van forjando su forma de vincular emociones, las expectativas sobre el amor y las parejas, así como la capacidad de dar y recibir afecto.

Gabriela Escobar, terapeuta de pareja, comparte que la infancia tiene un alto impacto en la manera de amar cuando se llega a la adultez. “Nosotros vamos a aprender a amar como nuestros padres nos aman, ya que son el referente principal de esta emoción”, indicó.

Por su parte, Ximena Fuentes destaca que la teoría del apego de John Bowlby y Mary Ainsworth explica que las experiencias tempranas de cariño con los cuidadores generan modelos internos sobre el amor y la seguridad en las relaciones. Existen varios estilos.

Una de las etapas más importantes para la resolución de las emociones, según expertos psicológicos, es de un año a los seis, donde se forma el apego seguro. Este —destaca Escobar— se establece con el contacto físico, las palabras de validación, los abrazos o las miradas que muestran orgullo.

“Estas experiencias van moldeando las creencias sobre el amor, y van a determinar los patrones emocionales que luego podemos replicar cuando se tienen las primeras relaciones de pareja”, agrega Escobar.

Esto establece que, si en la infancia se recibió cariño, en el futuro se tendrán relaciones de confianza, saludables y amorosas. En cambio, si se sintió abandono o se presenció violencia, es probable que se repliquen esos patrones.

Dentro de la psicología se determina que existen también casos de apego inseguro o evitativo, que se dan cuando los padres son ausentes, poco afectuosos o disponibles. Esto genera adultos emocionalmente desconectados, que evitan la intimidad.

Cuando se presenta un apego ansioso, es porque los padres no estuvieron cerca de los niños o se dio una crianza ausente. Esto puede provocar miedo al abandono, necesidad constante de validación y relaciones intensas, pero inestables.

Por último, está el apego ambivalente, donde se mezcla el “me aman” y el “no me aman”, lo que genera una adicción a esta variante de emociones y relaciones caóticas, con ambivalencia entre el deseo y el miedo a la cercanía.

“Las formas en las que vimos a padres o a quienes nos criaron en la niñez manejar sus conflictos, sentimientos y emociones se replican en la adultez, y esto influye en cómo vemos el amor”, dijo Escobar.

Tener un buen manejo emocional, va depender de como le enseñaron al niño a procesar las emociones y los problemas. (Foto Prensa Libre: Freepik)

Patrones de crianza

Las estrategias con las que se educa afectan cómo se da y recibe el amor, destaca Fuentes. Estos patrones están determinados por:

  • Crianza autoritaria: suele dar lugar a adultos sumisos o rebeldes, con dificultades para expresar sus emociones.
  • Crianza permisiva: puede derivar en adultos que temen al conflicto o que no establecen límites claros en sus relaciones.
  • Crianza negligente: la falta de guía emocional tiende a generar vínculos marcados por el desapego o la codependencia.
  • Crianza afectuosa y estructurada: promueve adultos con una autoestima saludable y capacidad de amar con libertad y responsabilidad.

Roles familiares

El lugar que se ocupa en la dinámica familiar (hijo mayor, mediador, “niño problema”, etc.) influye en los vínculos adultos, ya que este va moldeando el carácter y las emociones.

  • Hijos parentificados: es decir, aquellos que asumieron responsabilidades de cuidado desde temprana edad, tienden a elegir parejas dependientes.
  • Hijos invisibles: quienes crecieron sin sentirse vistos o validados suelen buscar atención constante en sus relaciones.
  • Hijos que vivieron favoritismo o rechazo: tienden a repetir o evitar esos mismos patrones afectivos en su vida de pareja.

Cultura y demostración de afecto

Fuentes destaca que las normas culturales y familiares influyen en cómo se aprende a expresar el amor:

  • En entornos donde las muestras de afecto físico o verbal no son comunes, los adultos pueden tener dificultades para expresar sus sentimientos.
  • Por el contrario, en culturas o familias que refuerzan expresiones emocionales explícitas, se favorecen relaciones más abiertas y afectivas.

Elección de pareja

Las personas tienden a elegir parejas que replican dinámicas aprendidas en la infancia, de forma consciente o inconsciente, agregó Fuentes:

  • Se busca lo familiar, incluso si esa experiencia fue dolorosa.
  • Se repiten patrones afectivos con la esperanza de “reparar” heridas del pasado.
  • Se eligen personas que refuerzan creencias arraigadas sobre el amor, como “el amor se gana” o “si me ama, debe sacrificarse por mí”.

¿Cómo trabajarlo?

Escobar concluye que, para cambiar dichos patrones emocionales, se debe reconocer que se siguen conductas que llevan al mismo desenlace. “Lo primero es identificar el comportamiento, las relaciones tóxicas y cómo se están repitiendo en las relaciones”.

En segundo lugar, se deben establecer límites claros, de manera asertiva, y comunicar a otros lo que gusta y lo que no, además de definir los aspectos no negociables para protegerse y evitar repetir dinámicas de conducta.

La reflexión de Escobar destaca que las relaciones complicadas están totalmente asociadas a la baja autoestima, por lo que hay que trabajar en el amor propio, la seguridad, practicar el autocuidado y saber amarse.