Fallecimiento de dos grandes de la Universidad
A lo largo de la vida de la Universidad de San Carlos, desde su fundación en la muy leal y muy noble ciudad de la Antigua Guatemala, la Universidad carolina le ha dado a la ciencia y a la cultura de Guatemala, notables graduados en el campo de la medicina, del derecho, de la ingeniería, […]
A lo largo de la vida de la Universidad de San Carlos, desde su fundación en la muy leal y muy noble ciudad de la Antigua Guatemala, la Universidad carolina le ha dado a la ciencia y a la cultura de Guatemala, notables graduados en el campo de la medicina, del derecho, de la ingeniería, de la literatura, de la historia y otras ramas del conocimiento, que hacen realidad una de las funciones esenciales de toda Universidad según lo exigía Ortega y Gasset: cultiva la ciencia. Se podrían citar muchos nombres que alumbran desde las primeras décadas de la vida de nuestra Universidad; pero, ahora me refiero a la partida definitiva de dos profesionales que son orgullo de su Alma Mater: el doctor Carlos Marc Cosecha Márquez y el doctor Hugo Solares. Los conocí ya en la tarde de mi vida universitaria; pero, que bien me habría dispensado mi vida si la amistad con ellos hubiese sido por muchos años. En la mañana del correr en los claustros de la existencia académica.
Al doctor Cosecha lo conocí en actividades propias de la Universidad, pues, por haber sido galardonados con la Medalla Universitaria en reconocimiento a nuestros largos años dedicados a la satisfactoria labor docente, el doctor Cosecha en el campo de la medicina y yo en el campo de la ciencia jurídica, debíamos integrar el Tribunal Electoral de la Universidad. Fue el doctor Cossich un hombre cabal, recto en sus actuaciones y riguroso en la práctica de la pediatría. Quienes tuvieron la fortuna de ser sus alumnos en la Facultad de Medicina, lo recuerdan como un profesor exigente y disciplinado, como debe ser todo docente que no admite flaquezas en la ruta de obtener conocimientos. Su aporte a la ciencia médica, en el seno de la academia y en la práctica privada, deja gratos recuerdos e infinitos agradecimientos, pues son incontables los guatemaltecos que en su infancia se beneficiaron con la asistencia del notable profesional y hombre de ciencia, como lo era Carlos. Cuando nos reuníamos en el antiguo edificio de la Facultad de Medicina, en la segunda avenida, logré conocer a un hombre muy correcto, buen amigo y apasionado de la belleza de la naturaleza: las orquídeas. A veces asistíamos al General Mayor a un acto académico y me decía: “Me voy a tomar de tu brazo porque ya esas gradas me dificultan el paso”. Y resulta que el que tenía dificultades era yo. A pesar de su carácter recio, yo lo tuve como un gran amigo y me sentía orgulloso de haber conocido a un hombre de ciencia. Extrañaré el calendario que me mandaba cada año con toda la variedad de orquídeas que cultivaba. Descansa en paz querido Carlos. Hombres como tú, como dijo el poeta: no mueren, cierran los ojos y se quedan velando.
El otro amigo que falleció es el doctor Jorge Solares Aguilar, odontólogo de profesión; pero, más humanista al estilo de Carlos Martínez Durán. Era un hombre extraordinario y desde su ventana de antropólogo, unía el conocimiento de los orígenes de la odontología con el comportamiento de la sociedad. Era un profesional preocupado por encontrar y sugerir soluciones integrales para la sociedad guatemalteca, siempre basadas en el bien común. En el rectorado de Estuardo Gálvez se le nombró Director de Extensión y todo el fomento de las artes se benefició con la presencia de un hombre culto y demasiado humano. Tuve el honor de integrar el Consejo Editorial de la Universidad y se sentía la agradable sensación de estar a la par de un gran hombre, dueño de una cultura poco común en el medio profesional. Extrañaré su programa en la Radio Faro Cultural mi querido Jorge, en donde nos mostraba su amplio conocimiento de la música clásica y de la vida de los grandes compositores de la música universal. Si las cosas hubiesen sido consecuentes en la Universidad, el doctor Solares debió haber sido Rector Magnífico. Verdaderamente MAGNÍFICO. Mis recuerdos imperecederos para usted doctor Solares y muchas rosas y claveles sobre su tumba. Usted también cerró los ojos, pero seguirá velando por el destino de la Universidad Carolina.