La reconfiguración geopolítica mundial en Oriente Medio

La reconfiguración geopolítica mundial en Oriente Medio

  A partir del 7 de octubre de 2023 -cuando Hamás lanzó un ataque sin precedentes contra territorio israelí que dejó 1,200 muertos- Benjamín Netanyahu ha insistido en su objetivo de crear un “nuevo orden” en Medio Oriente y ha impulsado una ofensiva con consecuencias devastadoras: según cifras oficiales del Ministerio de Salud de Gaza […]

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Resumen Automático

02/07/2025 08:57
Fuente: La Hora 

A partir del 7 de octubre de 2023 -cuando Hamás lanzó un ataque sin precedentes contra territorio israelí que dejó 1,200 muertos- Benjamín Netanyahu ha insistido en su objetivo de crear un “nuevo orden” en Medio Oriente y ha impulsado una ofensiva con consecuencias devastadoras: según cifras oficiales del Ministerio de Salud de Gaza y de las autoridades israelíes, hasta el 9 de junio de 2025, más de 57,000 personas (55,104 palestinos y 1,706 israelíes) habían muerto en la guerra de Gaza, mientras en Líbano la cifra ya supera los 2,000 de acuerdo con las autoridades de ese país.

En el anterior contexto, Israel encara múltiples frentes de guerra: Hamás en la Franja de Gaza, Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen, la confrontación entre palestinos e israelíes en Cisjordania, las milicias chiitas en Irak y Siria, y la guerra en curso contra Irán, el noveno productor mundial de petróleo.

Todo lo anterior, ha llevado a que hoy estemos ante uno de los momentos más peligrosos de la historia reciente en Medio Oriente, según los expertos en seguridad de la zona, pues la escalada bélica ya ha adquirido proporciones regionales, y amenaza con convertirse en una conflagración nuclear, pues tanto Israel como otros actores que apoyan a Irán, cuentan con armas atómicas, como Rusia o Pakistán, país que no es parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, al igual que Israel.

Los expertos militares consideran que Israel es la única potencia nuclear que apuesta por el sacrificio final, por el «Crepúsculo de los Dioses», que reivindicaban los nazis. El mismo Moshé Dayan, ex ministro de Defensa, decía que «Israel tiene que ser como un perro rabioso, demasiado peligroso para que nadie logre controlarlo».

En ese complejo tinglado del Medio Oriente, Cancerbero hizo su aparición y abrió las puertas del infierno, amenazando con llevarse al averno a justos y pecadores. Por ahora, las familias de 15 mil niños gazatíes, víctimas del genocidio, reclaman que se castigue a sus asesinos.

Netanyahu basa su estrategia político-militar en el programa “Una Ruptura Limpia: Una Nueva Estrategia para Asegurar el Reino”, (comúnmente conocido como el informe «Ruptura Limpia«), un documento de geopolíticas elaborado en 1996, por un grupo de estudio dirigido por Richard Perle, ex asesor de Bush, para Benjamín Netanyahu, entonces también primer ministro de Israel. El informe expone un nuevo enfoque para resolver los problemas de seguridad de Israel en Oriente Medio, con énfasis en los «valores occidentales», de corte neoconservador, destacando que el sionismo no debe negociar con Palestina. Desde entonces, ha sido criticado por promover una nueva política agresiva, que incluía la “destitución” de Saddam Hussein del poder en Irak, la contención de Siria mediante una guerra indirecta, la aniquilación de la teocracia en Irán, y destacando su posesión de «armas de destrucción masiva».

El principal objetivo geoestratégico de Netanyahu es la constitución del Gran Israel, que incluye toda Palestina, Jordania, Líbano y grandes franjas de Siria, Irak, el norte de Arabia Saudita y Egipto. Según el sionismo religioso y la extrema derecha de Israel, la Biblia (Génesis 15:18) concede al Estado judío un derecho divino para ocupar gran parte de Oriente Próximo: desde el río Nilo hasta el Éufrates.

El Primer Ministro israelí siempre confió en que podría arrastrar a EE. UU. hacia sus propósitos geoestratégicos, basado en el monopolio nuclear de Israel en Oriente Medio, en la convergencia de objetivos geopolíticos, y en el poder del lobby sionista sobre la política exterior de Washington. Además, se apalanca en el incondicional apoyo de sus aliados: el ataque israelí a Irán no ha recibido condena alguna, ni en el G-7 ni en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde incluso han demandado que Irán, el país agredido, modere su respuesta militar a Israel.

Finalmente, el pasado 21 de junio, el impredecible presidente Donald Trump, lanzó un ataque aéreo, de gran envergadura, contra las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Irán, violando el derecho internacional que tutela el artículo 2.4 de la Carta de Naciones Unidas, que prohíbe recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado. Además de que no existió ninguna autorización del Consejo de Seguridad, ni un ataque armado de Irán a EE. UU. que justificara medidas en el ejercicio del derecho a la legítima defensa (Arto. 51 de la Carta de la ONU).

Trump también quebrantó la Constitución de los Estados Unidos de América, la cual establece que el Congreso de ese país debe aprobar el inicio de hostilidades militares, máxime contra un país que no impulsaba acciones armadas contra el coloso del norte.

La controversia en EE. UU. gira en torno a la interpretación de la Ley de Poderes de Guerra de 1973. Congresistas de ambos partidos cuestionaron la legalidad de la agresión por no contar con la autorización del Congreso. Los demócratas calificaron la acción de «groseramente inconstitucional» y sostienen que incluso amerita un posible impeachment.

En suma, los bombardeos estadounidenses e israelíes constituyen crímenes de agresión que violan la integridad territorial y la soberanía iraní, violentan normas internacionales y nacionales, y ponen en riesgo la paz mundial.

Si la Asamblea General de la ONU y su Consejo de Seguridad no condenan enérgicamente y frenan las agresiones israelíes y de EE. UU. a Irán, el organismo multilateral entrará en un estado de coma político, sobre todo después de adoptar infructuosamente la resolución 2728 del Consejo de Seguridad, el 25 de marzo de 2024, que exigió un alto al fuego inmediato, sostenible y duradero de la guerra de Israel en Gaza, la cual fue calificada como genocidio. Las superbombas, lanzadas por orden de Donald Trump, hicieron escasos daños en Irán, pero podrían fracturar seriamente el multilateralismo, reconfigurando la geopolítica mundial, haciéndola retroceder hasta la época de la Guerra Fría, cuando se constituyó la ONU.

Bajo la conducción de Benjamín Netanyahu, el Estado sionista no renunciará a configurar su Lebensraum, su espacio vital, para dar cabida al Gran Israel, convencidos que es un destino manifiesto, contenido en la biblia hebrea. Desde que triunfó la revolución en Irán, los sionistas fanáticos consideran a este país como el principal obstáculo para sus objetivos geoestratégicos, por lo que lo seguirán atacando, con el objetivo de lograr un cambio de régimen.

Esto implica que la conflagración bélica seguirá en el Oriente Medio, a menos que la comunidad internacional y la ciudadanía israelí los obligue a reconsiderar su belicismo y expansionismo fanático.

Por otra parte, dada la desprotección y parcialidad de la ONU, y particularmente del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Irán decidió romper todos los lazos de cooperación con este ente, lo cual debilita aún más a la ONU.

Una de las principales razones por las cuales Netanyahu dijo aceptar el cese al fuego con Irán -que ya fue violado- es la crisis económica que la guerra ha agravado. El Instituto Aaron de Política Económica de la Universidad Reichman, en Tel Aviv, calculó que un mes de enfrentamientos puede costarle a Israel hasta 12,000 millones de dólares, incluyendo defensa, ofensiva, reconstrucción y desplazamiento de civiles, que están evacuando profusamente su país, huyendo de la guerra.

Con la conflictividad militar en el Oriente Medio, se está gestando la reconfiguración geopolítica mundial, porque es un territorio geoestratégico que une a Asia con Europa y con África, concentra casi el 70% de los yacimientos probados de petróleo, y un 30% del gas natural licuado (GNL). Además, controlado conjuntamente por Irán y Omán, el Estrecho de Ormuz es una estrecha vía marítima que conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán, por donde transita el 20% del petróleo y una quinta parte del GNL.

Desde la Guerra Fría, los estrategas británicos, estadounidenses, rusos y chinos entienden el valor geopolítico del Oriente Medio, razón por la cual los atlantistas tienen a Israel como su principal operador político, y las otras dos potencias han tejido alianzas con Irán. Pekín, incluso, viene impulsando infraestructura carretera y portuaria en la región, en el marco de la Nueva Ruta de la Seda china, esfuerzo que Donald Trump quiere frenar.

La región del Oriente Medio está regada con petróleo, gas y diversos conflictos étnicos, religiosos y militares; en ese contexto, los ataques a Irán de sionistas y estadounidenses han prendido una peligrosa mecha, que presagia un incendio de proporciones colosales.