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A quién le importa la educación
En Guatemala se habla demasiado de la educación, sin que al empresariado y autoridades gubernamentales les haya importado que ésta tuviera como contenido las bases morales, técnicas y científicas para el desarrollo humano. Vale la pena preguntarnos: ¿Qué se espera del proceso educativo? Y la respuesta es: depende de a quién se le pregunte; por […]
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En Guatemala se habla demasiado de la educación, sin que al empresariado y autoridades gubernamentales les haya importado que ésta tuviera como contenido las bases morales, técnicas y científicas para el desarrollo humano.
Vale la pena preguntarnos: ¿Qué se espera del proceso educativo? Y la respuesta es: depende de a quién se le pregunte; por ejemplo, a los padres y madres de familia tienen la esperanza que, en las escuelas de párvulos, primaria, carreras técnicas, bachilleratos y universidades se instruya a los estudiantes con nuevos conocimientos y se les proporcionen las herramientas académicas, sociales y pedagógicas para que en un futuro puedan resolver los problemas que presenta la vida en forma diaria.
Los centros educativos por su parte, nacionales o privados, desean que sus egresados sean personas exitosas porque de esa forma darían por cumplida su misión educativa y a la vez construirían una imagen de prestigio académico; referenciándolos como el lugar donde se forman los mejores maestros, bachilleres, secretarias, sociólogos, médicos y profesionales en las distintas actividades de la vida diaria lo cual sirve para atraer mayor demanda y así hacer viable financiera e institucionalmente las empresas privadas que se dedican a esta actividad denominada. Para ello importan las calificaciones que son consideradas como un logro personal y familiar.
Desde otro punto de vista, al sector empresarial le interesa que la formación técnica y académica de sus empleados les proporcione las habilidades y destrezas necesarias para desarrollar de manera eficaz sus actividades laborales; de esa forma, será posible elevar la productividad y ganancias.
Si la educación fuera una paleta conteniendo diversos colores, a la sociedad y al Estado de Guatemala le interesa pintar con una amplia gama de tonos y colores para formar buenos ciudadanos, tal y como lo señalan los artículos setenta y uno, setenta y dos, setenta y tres, setenta y cuatro, setenta y cinco, setenta y seis, setenta y ocho, y ochenta de la Constitución Política de la República de Guatemala.
Sin embargo, la poca formación pedagógica y científica de las personas que han ejercido los puestos de autoridades educativas autorizando el continuo cambio en los contenidos curriculares del sistema educativo, ha dejado por un lado la formación cívica pues es algo que no aparece en la formación estudiantil en todos los niveles educativos.
Socialmente son pocas las organizaciones que demanden al sistema educativo la formación responsable de personas que sepan exigir sus derechos de manera razonada e incluso de participar en términos de formación cívica en la vida pública del país.
Es evidente que la formación en materia de civismo que es el comportamiento respetuoso de la población con las normas de convivencia pública desapareció paulatinamente y la sociedad guatemalteca es víctima de esas decisiones tomadas por pseudo profesionales en educación, abogados, ingenieros, psicólogos, administradores de empresas, supervisores educativos y otros profesionales que dirigieron los destinos de la educación en Guatemala.
La formación cívica importa cada vez menos en este país, lo cual no resulta extraño por lo expuesto dado que los gobiernos anteriores y la clase política que ha dirigido el país dejó como enseñanza que la conducta delincuencial a nivel gubernamental no es perseguida ni justiciada, por el contrario, ha sido premiada.