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El poder de atreverse: la juventud que rompe barreras
La limitada financiación para investigaciones y la falta de infraestructura adecuada obstaculizan el avance científico.
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Mi pasión por la ciencia surgió a una edad temprana, cuando descubrí que es el lenguaje con el que el universo nos habla y el motor que impulsa la curiosidad, llevándonos a realizar descubrimientos que pueden aportar a la sociedad.
A medida que crecía, me fascinaban más las aplicaciones de la ciencia e ingeniería en todo lo que nos rodea, y cómo son esenciales para el desarrollo de un país. A los 11 años nació en mí el deseo de representar a mi país en un evento internacional en STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas). Pero este sueño no estuvo exento de retos. En varios momentos lo vi como algo imposible por el hecho de vivir en Latinoamérica, donde la falta de educación de calidad, recursos y oportunidades limita el desarrollo científico. Aunque estamos en el siglo XXI, persisten las desigualdades de género en los campos STEAM, con poca representación de mujeres en roles científicos y tecnológicos, restringiendo la diversidad.
Estos no son los únicos retos de nuestra región. La limitada financiación para investigaciones y la falta de infraestructura adecuada obstaculizan el avance científico. Además, la fuga de cerebros, donde talentosos científicos buscan oportunidades fuera, agrava la escasez de talento.
A pesar de todo, encontré inspiración en mujeres científicas e ingenieras latinoamericanas como Katya Echazarreta y Katherinne Herrera, quienes desde su infancia abrazaron sueños científicos y nunca los soltaron, impactando nuestra sociedad, el mundo y el espacio con sus contribuciones, desafiando estereotipos y barreras.
La fuga de cerebros agrava la escasez de talento.
Me inspiró cómo Katya Echazarreta pasó de ser inmigrante en Estados Unidos y trabajadora de McDonald’s a convertirse en la primera mujer mexicana en ir al espacio. Su determinación la llevó a la Nasa, donde trabajó en misiones como el robot Perseverance y la misión Europa Clipper, a pesar de tener profesores que le dijeron que, por ser mujer, nunca llegaría a la Nasa. “Las palabras más importantes son las que ustedes se dicen a sí mismas”, Katya Echazarreta.
Otra científica inspiradora es Katherinne Herrera, pionera de la investigación espacial en Guatemala durante su carrera universitaria, la falta de recursos para un simulador de microgravedad la motivó a desarrollar en 2017 el primer prototipo validado en Guatemala junto al ingeniero Fredy España. Con la mentoría del doctor Luis Zea, participó en dos proyectos financiados por la Nasa para estudiar la reacción de microbios en el espacio. Actualmente, trabaja en el laboratorio de IRIC investigando el cáncer para desarrollar vacunas contra la leucemia. “Un país lleno de Ciencia y Tecnología es un país con desarrollo”, Katherinne Herrera.
El ejemplo de estas científicas, sus historias y perseverancia, junto con la ayuda de Dios y disciplina, me han permitido representar a mi país en dos eventos internacionales: uno de ciencia en 2023 y otro de liderazgo en 2025.
Estoy convencida de que el sueño guatemalteco va más allá de nuestras fronteras. Es un anhelo colectivo de crecer, innovar y dejar huella en el mundo a través de la ciencia. Cada paso que damos, por pequeño que parezca, nos acerca a un futuro donde Guatemala brille con fuerza en el ámbito científico y en otros campos. Somos una tierra fértil, literal y figurativamente, en donde los jóvenes representan una mayoría en el país. Es vital motivarlos a desafiar las creencias que los limitan y construir una sociedad que valora y fomenta el despertar del potencial humano. Al trabajar en uno mismo, se impacta a los demás. El esfuerzo de estas latinoamericanas y otras científicas abre el camino para quienes sueñan con incursionar en la ciencia. Es necesario avanzar con resiliencia y disciplina, tal como ellas lo hacen.