La lógica perversa de la reina de corazones

La lógica perversa de la reina de corazones

Solemos formarnos juicios sobre las opiniones o ideas únicamente juzgando al emisor de estas y no por el mérito de lo propuesto.
19/03/2025 00:04
Fuente: Prensa Libre 

Tuve ocasión el domingo de asistir a una función teatral, estupendamente montada, actuada y dirigida por talentos nacionales, sobre uno de los clásicos de la literatura universal. Se trata de Alicia en el país de las maravillas. Esta obra, famosa por sus escenas oníricas y personajes bizarros, es un relato digno de ser analizado por los mensajes que transmite, tanto por los curiosos diálogos como por los comportamientos tan particulares de sus protagonistas.


En una de las últimas escenas de la obra, la “reina de corazones” ordena la celebración de un juicio contra Alicia, que ha caído en sus dominios. Mientras los preparativos están teniendo lugar, la reina hace una declaración tajante. Ella dice que antes de que se celebre el juicio procederá a dictar la sentencia. Es decir, lo que se diga o se presente en el juicio ya poco le importa; su opinión ya la formuló. No sé por qué tengo la sensación de que muchas veces obramos bajo la misma lógica de este personaje, y solemos formarnos juicios sobre las opiniones o ideas únicamente juzgando al emisor de estas y no por el mérito de lo propuesto.


Uno de los retos que tenemos en nuestra sociedad es recuperar la altura de la discusión y el debate público. Está claro que 240 caracteres —que es lo que ocupa poner un mensaje en redes— no es la mejor vía para hacerlo. He visto personas rebajarse a enviar un mensaje sin el menor sentido constructivo, al reducir su lógica a unas cuantas líneas. Tampoco ayuda catalogar o etiquetar las ideas dependiendo del bando al que supuestamente pertenece quien las promueve. He visto cerrar la posibilidad de debatir sanamente ideas que requieren un mayor nivel de discusión por el hecho de que se les despacha de inmediato, apelando al recurso de la descalificación personal.

La tarea de un columnista en el mundo de la opinión pública no es conseguir likes, sino generar conversaciones.


Uno de los retos más importantes que tienen aquellos que están en la labor de opinar en público, sea por medio de las columnas de prensa o de las intervenciones que efectúan a través de los medios de comunicación, es no dejarse marear por la asfixiante ola de aplausos digitales que muchas veces buscan únicamente reforzar la identidad de grupo. En este sentido, la perversa lógica de los algoritmos nos remite a esa pecera de followers que puede crear una falsa sensación de incidencia. La tarea de un columnista en el mundo de la opinión pública no es conseguir likes sino generar conversaciones. Y la de los lectores, leer más allá de su propia comodidad, contrastar y someter a juicio crítico lo que llega a su conocimiento.


Todo hay que decirlo. No todas las ideas tienen el mismo valor. Si todos reclamaran igual derecho en tiempo para sus respectivos planteamientos, terminaríamos en un mercado de ideas donde las más insensatas, incoherentes o repulsivas consiguen la mayor atención. Eso es lo que ha pasado en las plataformas que suelen privilegiar los escupitajos o las faltas de respeto. Así que un esfuerzo por formarnos como mejores lectores, es decir juzgar a las ideas y opiniones por sus méritos intrínsecos, hará que la selección y discusión de los temas se filtren de mejor manera.


Todos estamos tentados en ocasiones a recurrir al “síndrome de la reina de corazones”. Es un acto reflejo de nuestra condición humana. Pero, si queremos que nuestras ideas y opiniones sean escuchadas y valoradas, pongamos por delante el hecho de haber escuchado y valorado primero a todos aquellos que sobre el asunto hayan ofrecido perspectivas nuevas, valiosas o diferentes, piensen o no como nosotros.

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