De la evolución a la involución

De la evolución a la involución

El presidente -siendo una persona honorablemente y no cuestionada, algo que reflejan los sondeos- no toma las riendas del país, al menos como era de esperar.
22/10/2024 00:04
Fuente: Prensa Libre 

Mirador

De la evolución a la involución

El presidente -siendo una persona honorablemente y no cuestionada, algo que reflejan los sondeos- no toma las riendas del país, al menos como era de esperar.

Si después de más de 200 años de independencia seguimos echándole la culpa a la Conquista —posiblemente para evitar echárnosla a nosotros—, a los 80 años de la revolución del 44 parece seguirle la involución de 2024. Da la impresión de que nos gusta perder el tiempo e ignorar la responsabilidad que tenemos en los fracasos que como país evidenciamos cada día.


Las encuestas de mayo pasado dejaban clara una caída estrepitosa en la popularidad presidencial —unos 30 puntos—, y ahora que hay nueva encuesta, el gobierno la esconde —como hiciera Giammattei con el Informe de Desarrollo del PNUD que no le favorecía— para evitar que se comente el batacazo en aceptación.


Sondeos de opinión —que en mayo hablaban de un 28 por ciento de aprobación— reducen en octubre a un 15 por ciento quienes opinan que la gestión presidencial es excelente o buena. Sin embargo, “la impunidad mediática” oculta y calla este tema, y mucho menos reclama al gobierno que si ha hecho el estudio con dinero público lo dé a conocer. Independientemente de lo anterior, una entidad gubernamental no tiene el derecho de ocultar a sus ciudadanos esos análisis.

Es posible que el presidente deba hacer cambios ministeriales, promover un acuerdo nacional de mínimos o buscar cualquier otro tipo de “pacto estatal”.


La estrepitosa caída tiene diferentes causas: el mal estado de la carreteras —pero sobre todo la incapacidad mostrada para arreglarlas—, el estado del aeropuerto —y las famosas escaleras mecánicas—, el dengue y, en general, la falta de acciones contundentes en salud, el pulso silencioso del sindicato con el Ministerio de Educación, la inoperatividad de los ministerios de Agricultura y Desarrollo, y ciertas contrataciones arbitrarias de amigos, novias, simpatizantes, hijos —lo mismo que le reprochaban a Miguel Martínez—, además de ciertos gastos suntuosos de la SAAS, señalados en época de Jimmy Morales. Hay que sumar el papel jugado por los congresistas oficiales en sus pactos en el Congreso para elegir magistrados y su actuación en el Parlacén para permitir el ingreso de Rusia como observador.


La “inacción es incompatible con el ejercicio del mando” y “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno” son dos afirmaciones que, por activa y pasiva, tanto nacionales como extranjeros han utilizado para hacer ver que el presidente —siendo una persona honorablemente y no cuestionada, algo que reflejan los sondeos— no toma las riendas del país, al menos como era de esperar por ciudadanos cansados que, quizá, elevaron sus esperanzas más de lo que los números y la realidad electoral indicaban. En cualquier caso, la luna de miel pareciera haber concluido.


La pugna con el MP, y el mal funcionamiento de la justicia, es algo con lo que no ha podido el Ejecutivo, y los amparos y consultas que en su momento hiciera se revirtieron mediáticamente en su contra, lastrando la percepción positiva del votante. No es que se pidan acciones ilegales, como algunos han señalado en ciertos medios, es que ni siquiera las legales parecen advertirse, y quienes están exiliados generan tal cantidad de reclamos y críticas que se han convertido en oposición, y reflejan esos bajos números.


Es posible que el presidente deba de hacer cambios ministeriales, promover un acuerdo nacional de mínimos o buscar cualquier otro tipo de “pacto estatal”, eso si desea seguir protagonizando mínimamente la política nacional, y sobre todo debe intentar cambiar el rumbo del país. Aquello de fuera el Ejército de la seguridad ciudadana o “un mundo sin Cacif”, parece que les ha generado algo de gastritis política, porque han tenido que acudir a ambas instituciones para que las cosas no les vayan peor.
¡En política hay que aprender a no escupir al cielo!