¿Cómo discutimos?

¿Cómo discutimos?

  Edith González «Lo que la gente realmente quiere no es el conocimiento sino la certidumbre”. –Bertrand Russell- El Dr. Daniel Flichtentrei en un artículo publicado en Intramed refiere que nuestras controversias actuales expresan más la lealtad a una tribu intelectual que el intercambio de ideas que busca el conocimiento común. En la era de […]
18/03/2023 10:56
Fuente: La Hora 

 

Edith González

«Lo que la gente realmente quiere no es el conocimiento sino la certidumbre”. –Bertrand Russell-

El Dr. Daniel Flichtentrei en un artículo publicado en Intramed refiere que nuestras controversias actuales expresan más la lealtad a una tribu intelectual que el intercambio de ideas que busca el conocimiento común. En la era de la posverdad simulamos intercambiar ideas mientras luchamos por nuestras identidades tribales. Ninguna controversia se resuelve cuando los disputantes afirman «yo pienso», pero en realidad sienten: «yo soy». Son identidades y no ideas en pugna.

Las afirmaciones dejan de referirse a los hechos para referirse a juicios morales. La certeza es una emoción que se percibe como una cognición. Y esto es igual para quien afirma una verdad basada en pruebas como para quien afirma una falsedad sin ellas.

Vivimos rodeados de afirmaciones, creíbles, pero falsas. La verdad se ha subordinado a las pasiones. Este fenómeno no es ni inocente, ni espontáneo, es manipulativo.

Muchas discusiones no pueden resolverse porque mientras creen referirse a los “mismos hechos” en realidad se refieren a la significación de los hechos. Las conclusiones de cada uno son internamente coherentes pero mutuamente inconmensurables.

En ciertas circunstancias, cuando una creencia que es relevante para la identidad de una persona es cuestionada por una evidencia contradictoria, solo se fortalece. La inteligencia podría ayudar a distinguir creencias verdaderas de falsas. Pero también ayuda a encontrar racionalizaciones más creativas para justificar lo que ya creemos. Una creencia tiene muchas funciones, la mayoría cumplen funciones de señalización social o de pertenencia tribal.

La demanda de razones para creencias que ya tenemos ha creado un ‘mercado de racionalizaciones’ en el que muchos medios de comunicación ya no se sostienen por una demanda de información y búsqueda de la verdad, sino por su cómoda efectividad para masajear las creencias existentes con justificaciones a la medida del consumidor.

Las creencias de casi todo el mundo se explican por la confianza justificada racionalmente en algunas fuentes en lugar de otras y porque una creencia tiene más motivaciones que la de ser verdadera. Esto nos permite explicar por qué las personas tienen creencias falsas, simplemente, porque ya no están limitadas por la evidencia.

De acuerdo con otra visión las personas llegan a tener creencias extrañas porque la formación de creencias humanas está poderosamente influenciada por el conocimiento y una disposición a aceptar afirmaciones que son agradables para nosotros por sobre aquellas que no lo son.

Una forma saludable es admitir que nadie está a salvo de tener creencias alejadas de la verdad y que las razones para ello son múltiples y poderosas. La única estrategia razonable parece ser admitir que es más probable que seamos víctimas que jueces.