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Filgua, dedicada a Marta Elena Casaús Arzú
Y es también obvio que la clase dominante sigue sin leer y se aferra a su postura de encomendero.
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Los sueños de un grupo de editores en las postrimerías del siglo pasado, aglutinados en la Gremial de Editores de Guatemala, se hicieron realidad en 2000 cuando crearon la primera feria del libro, con la modestia impuesta por las circunstancias. Los objetivos fueron darse a conocer, contribuir al desarrollo del hábito de lectura, lograr la libre circulación del libro y fomentar la bibliodiversidad. El formato fue bianual para poder reunir los fondos necesarios, contactar invitados y preparar el montaje y distribución de los libros. A partir de 2008 la fiesta cultural fue anual, por lo que en esta XXII edición se conmemoran 25 años de aquella primera Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua).
Y es también obvio que la clase dominante sigue sin leer y se aferra a su postura de encomendero.
A lo largo de ese período, creció el número de expositores, títulos, visitantes y compradores, junto al aumento de lectores, entre niños, jóvenes y adultos. Su positiva actitud ante esos objetos raros que son los libros, desconocidos para la mayoría, demuestra que Filgua ha cumplido con su misión. Maravillosos seres inanimados que portan mundos por descubrir que solo su lectura sacará a la luz, iluminando la imaginación y provocando las positivas consecuencias que los libros ejercen en la cultura y desarrollo de la sociedad.
La XXII edición de Filgua está en Fórum Majadas, zona 11 de la ciudad de Guatemala, del 1 al 13 de julio. Está dedicada a la académica Marta Elena Casaús Arzú, quien en 1992 —año del V Centenario del “Descubrimiento” de América y Premio Nobel de La Paz para Rigoberta Menchú— nos sorprendió con la publicación de su libro Guatemala: linaje y racismo. Obra derivada de la necesidad de, como niña nacida “en cuna de oro” —como se identifica—, en el seno de familias de origen hispano que fundaron el Estado de Guatemala y que constituyen su oligarquía, quiso comprender su comportamiento, pues no entendía la manera como se relacionaban con los indígenas y la forma en que se expresaban de ellos. Eso la llevó a estudiar el fenómeno del racismo en Guatemala y convertirse en una experta.
Le siguieron otras obras: La metamorfosis del racismo en Guatemala (1998), Historia intelectual de Guatemala (2001), Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo de imaginarios nacionales 1820-1920 (2005), Diagnóstico del racismo en Guatemala: Informe general y costos de la discriminación (2006), Genocidio: ¿la máxima expresión del racismo en Guatemala? (2008), El lenguaje de los ismos: algunos conceptos de la modernidad en América Latina (2010), América Latina entre el autoritarismo y la democratización 1930-2012 (2016), Racismo, genocidio y memoria (2019).
Con ocasión de los 25 años de Guatemala: linaje y racismo, Plaza Pública publicó en 2017 la entrevista: Marta Elena Casaús Arzú o el indio como la maldición de la oligarquía, en la que comentó: “Ahora que me he tenido que releer… me he dicho: ¡Caray! Cómo es posible que todo siga tan actual y tan vigente. Cuando yo escribí este libro… creí que se trataba solo de la ideología de la clase dominante. No logré vislumbrar que no solo la clase dominante es la racista, sino el propio Estado. Tardé diez años en entender que es el propio Estado y sus instituciones, sus aparatos ideológicos los que producen y reproducen el racismo: la familia, la escuela, la religión, los medios de comunicación; y también sus aparatos represivos”.
Así, pues, queda claro por qué Filgua rinde homenaje a la escritora. También es obvio que la clase dominante sigue sin leer y se aferra a su postura de encomendero, aupada por la clase política que se contenta con hacer los mandados a cambio de mamar, a discreción, la teta del Estado.