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La comparación siempre daña la individualidad
Las comparaciones, aunque sean mínimas, finalmente habrán de producir incomodidad.
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“La personalidad comienza donde termina la comparación”. Karl Lagerfeld
Sin lugar a dudas, cada uno de nosotros hemos tenido la experiencia de ser comparado con alguien más, lo cual se ha tolerado en silencio, y nos ha hecho reflexionar del porqué y en qué vieron la semejanza para la comparación. Por esta razón, si otros lo han hecho, esto nos debe llevar a la reflexión para no hacer lo mismo. Claro está que, cuando vemos a alguien, podemos asociarlo con alguna persona conocida, pero no es necesario el tener que comentarlo. Por esta razón, si otros lo han hecho, esto nos debe llevar a la reflexión para no hacer lo mismo.
Si se está haciendo una comparación, se debería definir si se la está haciendo al ser o al parecer.
Viviendo en un mundo tan diverso y tan variado en el cual el uso de las comparaciones llega a ser algo de mucho riesgo y, ¿por qué no decirlo?, desagradable también, esto llega a ser más grave cuando se hace un comentario.
No podemos evitar que la mente asocie o compare la información que recibe, pero cuando se es prudente y educado eso queda en la mente y nada más.
Debemos entender que nuestras relaciones interpersonales deben ser protegidas y valoradas más con lo que callamos que con lo que expresamos.
Es fundamental que se entienda que las comparaciones son un modo de juzgar y normalmente se hacen por las apariencias exteriores y de modo superficial, porque cuando nos relacionamos con las personas y las llegamos a conocer, nuestra opinión de ellos llega a cambiar y nos damos cuenta de lo incorrecto que era la primera impresión que teníamos de la persona.
Si no habíamos hecho algún comentario, salimos bien librados; de lo contrario, ni las mejores disculpas habrán de enmendar lo que habíamos expresado.
La individualidad que los seres humanos tenemos es uno de los mayores derechos y, además, es un beneficio por el cual llegamos a ocupar el espacio en la sociedad. Somos aceptados en determinados círculos porque por lo que somos podemos aportar algo que será de provecho para los demás. Esto nos lleva a la responsabilidad primaria de aceptarnos a nosotros mismos en primer lugar para que luego los demás nos puedan aceptar y de ese modo tener una convivencia útil y gratificante.
Cuántas veces recordamos a personas que conocimos en el pasado porque eran muy especiales y por lo mismo son insustituibles, por lo cual guardamos recuerdos que enriquecen nuestra vida.
De alguna manera, nos están orientando para entender que la comparación no suma relaciones que estamos tratando de cultivar con otras personas, porque esta vida es como una cadena de relaciones que se suman, no se sustituyen.
Por esta razón, en la etapa formativa de nuestra vida nuestros mayores nos supervisaron, para que no cometiéramos el error de hacer comparaciones sean con nuestros amigos o con las personas con las que nos relacionábamos. Por esa razón, cuando lo aprendimos en su tiempo logramos evitar momentos desagradables que producen las imprudentes comparaciones.
Si queremos convivir armónicamente y ampliar nuestro círculo de relaciones y amistades, deberíamos evitar las comparaciones al máximo. Y cuando otros hacen comparaciones que no son apropiadas, de alguna manera podemos ayudarlos a evitarlo, no siendo partícipes de la conversación.
Conviene en lo posible mantener distancia de aquellas personas que siempre hacen comparaciones. Así podremos tener una sociedad mucho más sana y mucho más armónica para convivir.