¿Podría funcionar el plan de paz de Trump?

¿Podría funcionar el plan de paz de Trump?

El tiempo se agotó y Hamás debe decidir si acepta el plan de paz de Trump, un ultimátum que definirá guerra o reconstrucción.

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03/10/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

El anuncio del plan de paz de 20 puntos para Gaza, lanzado desde Washington por Donald Trump y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, sacudió el tablero de Oriente Medio como pocas veces se había visto en los últimos años. Pero lo más llamativo no es solo el documento en sí, sino el arquitecto detrás de su diseño, Jared Kushner, yerno del presidente y cerebro silencioso de la diplomacia que desde 2017, ha tejido acuerdos en la sombra. Fue él quien imaginó que el conflicto podía ser desactivado con una fórmula que combina presión, incentivos económicos y el involucramiento directo de países árabes.

La cuenta regresiva avanza; Hamás dispone de horas para aceptar el plan de paz de Trump o condenar a Gaza a más guerra.

El plan establece un cese inmediato del fuego, la liberación de todos los rehenes en un plazo máximo de 72 horas, y la retirada progresiva de tropas israelíes, siempre que se verifique el desarme efectivo de Hamás. A cambio, Israel se compromete a no anexar Gaza ni a mantener una ocupación permanente, mientras una fuerza internacional de estabilización, integrada por países árabes y potencias occidentales, se despliega en el terreno. Esta transición sería administrada por una autoridad interina, una especie de junta de gobierno tecnocrática, con Tony Blair para garantizar neutralidad y solvencia política.

}A diferencia de intentos anteriores, esta propuesta no se limita a proclamar intenciones; más bien contiene una hoja de ruta con 20 pasos concretos. Incluye programas de “compra de armas” para desmovilizar combatientes, verificación internacional para cada etapa del proceso, un fondo multimillonario de reconstrucción con candados anticorrupción, y una hoja de ruta electoral que abriría la puerta al autogobierno palestino bajo condiciones de seguridad plena. En otras palabras, no se trata de un gesto diplomático, sino de un esquema integral que une seguridad, dignidad y desarrollo.

La novedad es que varios países árabes, incluso Turquía, Egipto, Catar, Arabia Saudita y los Emiratos, han expresado apoyo condicionado al plan. En público lo llaman “una oportunidad seria y pragmática”. En privado admiten que esta vez Washington no improvisó, consultó con cada capital, atendió sensibilidades y dejó claro que la reconstrucción de Gaza será motor económico regional. Turquía, habitual crítico de Israel, sorprendió al declarar que está “dispuesta a cooperar”, si la retirada israelí es verificable. El giro turco revela que el plan no es un delirio unilateral, sino un intento real de articular consensos.

¿Y Hamás? Aquí se abre el abismo. Sus dirigentes vacilan entre el rechazo, acusando al plan de servir a intereses israelíes, y la presión de Catar y Egipto para que no tiren la oportunidad por la borda. En Ramala, la Autoridad Palestina, debilitada pero aún legítima, busca reposicionarse como actor de la transición. Y en Jerusalén, Netanyahu acepta los términos centrales, aunque enfrenta críticas internas de sectores que rechazan cualquier retirada.

El destino de la propuesta puede tomar tres caminos: aceptación con condiciones, lo que abriría una tregua inédita y una reconstrucción monumental; aceptación parcial, con treguas frágiles y riesgo de estancamiento; o rechazo absoluto, que llevaría a Israel a “terminar el trabajo” militarmente con el respaldo de Trump, elevando la confrontación a niveles peligrosos.

Pero incluso con sus riesgos, este plan marca un punto de inflexión. Kushner demuestra que su influencia política no era pasajera. Ha logrado construir la mayor propuesta de paz en décadas con el sello de su suegro, el respaldo de Netanyahu, el aval de Blair y el consentimiento de gran parte del mundo árabe. Puede que no logre la paz perfecta —quizás ninguna lo sea—, pero sí redefine los términos del debate.