Cocinar en familia: beneficios emocionales, vínculos duraderos y recuerdos que alimentan el alma

Cocinar en familia: beneficios emocionales, vínculos duraderos y recuerdos que alimentan el alma

Cocinar en familia es mucho más que preparar alimentos: es un acto que une generaciones, crea recuerdos imborrables y nutre la memoria emocional del hogar. En cada receta se mezclan afectos, aromas y tradiciones que fortalecen los vínculos y alimentan el alma.

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06/04/2025 10:00
Fuente: Prensa Libre 

En un mundo marcado por la inmediatez y la hiperconexión digital, la cocina emerge como uno de los últimos refugios donde la convivencia auténtica aún tiene sabor. Se dice, con razón, que allí se aprende a trabajar en equipo. No es casualidad que sea uno de los espacios del hogar donde más se reúne la familia y también donde más se aprende sobre ella.

Cocinar en familia no solo satisface el apetito: fortalece vínculos, transmite valores y genera recuerdos que perduran. A través de aromas, texturas y sabores se despiertan los sentidos y se activan emociones que dan forma a la memoria afectiva. En la cocina se conversa, se escucha, se comparte y se aprende.

Además, este espacio tiene una dimensión pedagógica profunda: permite heredar saberes de generación en generación y cultivar habilidades esenciales para la vida adulta. Desde una receta tradicional hasta una técnica aprendida por observación, todo conocimiento culinario se convierte en una herramienta de supervivencia y autonomía.

Incluso en la soledad, cocinar puede convertirse en un acto de introspección. Activar los sentidos mientras se prepara un platillo ayuda a aclarar ideas y a liberar tensiones. Así, más que una tarea doméstica, la cocina es también un ejercicio de bienestar emocional y de conexión humana.

La cocina como un legado y un lazo familiar

Ximena Fuentes Molina, psicóloga clínica, terapeuta familiar y conyugal, detalla que la cocina es una actividad profundamente significativa que no solo satisface una necesidad básica, sino que fortalece el vínculo afectivo entre padres, hijos y generaciones completas.

El acto de compartir en familia en la cocina es muy importante, detalla Fuentes, ya que este acto cotidiano puede convertirse en una poderosa herramienta emocional, educativa y espiritual para cada miembro de la familia.

Cocinar en familia tiene un gran valor psicológico, explica Fuentes: “No solo alimentamos el cuerpo, sino que fortalecemos el vínculo familiar. Al compartir esta actividad, se generan momentos de calidad, se aprende a colaborar, se construyen objetivos comunes y se fortalecen los lazos afectivos”.

“Esta práctica permite que los niños adquieran destrezas, comprendan la importancia del trabajo en equipo y se sientan parte activa de su entorno”, agrega la psicóloga.

Cocinar en familia fortalece el vínculo afectivo entre padres, hijos y generaciones completas. (Foto: Prensa Libre /Shutterstock)

Un espacio para crear lazos

Diego Jarquín, chef ejecutivo del Centro de Convenciones y Restaurante Kábel, destaca que muchas de las memorias más profundas de una persona están ligadas a la cocina. Por ejemplo, en su caso, “cada vez que preparo fiambre con mi abuela y mis tías, es volver a encontrarme con mis raíces. Cocinar es compartir, enseñar, aprender y recordar”, destaca.

Esta actividad, además de fortalecer vínculos familiares, ayuda a construir identidad, detalla Jarquín: “Cocinar en familia genera memorias afectivas, nos da pertenencia. Saber preparar una receta heredada es también llevar parte de nuestra historia en cada plato”. Este acto mantiene el legado familiar y exalta los buenos momentos entre los miembros de la familia.

La cocina educa a las nuevas generaciones

Para Fuentes, cocinar en familia puede representar una gran oportunidad de transmitir un legado. La psicología detalla que, desde temprana edad, los niños aprenden que cada ingrediente tiene una función y que, al combinarse, pueden crear algo nuevo.

“Es una forma de enseñar autonomía. Saber cocinar es también una herramienta de sobrevivencia. Enseña responsabilidad, organización y contribuye a la construcción de una identidad individual y colectiva”, agrega la experta.

Para educar desde estos espacios, Diego Jarquín recomienda iniciar con tareas sencillas que generen sensaciones de logro en los niños y jóvenes. Este proceso debe hacerse con amor y de una manera calmada, para crear un lazo familiar e inculcar el valor de la responsabilidad.

“Batir huevos, engrasar un molde, mezclar ingredientes: son actividades que permiten que los más pequeños se sientan útiles y orgullosos. No hay que frustrarlos con recetas complejas, sino motivarlos con éxitos pequeños que construyan confianza”.

El chef Cordon Bleu de Kábel recomienda permitir que los hijos participen en la planificación del menú, en las compras y que tomen decisiones sobre lo que desean comer. “Es una forma democrática y afectiva de incluirlos en la dinámica familiar”. Junto a esto, señala la importancia de dejar que experimenten y se equivoquen en la cocina, pues esto les ayuda a procesar su frustración cuando las cosas no salen como se planean.

“Cocinar en familia genera memorias afectivas y le da un sentido de pertenencia a los hijos. (Foto: Prensa Libre /Shutterstock)

La cocina transmite cultura y da identidad a las personas

La cocina es también un espacio de transmisión cultural, detalla Fuentes: “A través de las recetas familiares heredadas —como el fiambre o el pavo navideño— construimos identidad. Sabemos quiénes somos, de dónde venimos y a quién pertenecemos”.

Jarquín destaca que los mejores recuerdos de una persona son los que compartió con sus familiares en la infancia. El poder ayudar o ser útil en una tarea que realiza un adulto brinda confianza a los niños, lo que en la adultez se busca transmitir a otras generaciones, creando lazos culturales importantes en la humanidad.

Preparar alimentos junto a nuestros seres queridos se convierte en un legado emocional y cultural. “Es un acto de trascendencia. Lo que aprendimos de nuestros padres lo enseñamos a nuestros hijos. Cocinar es transmitir sabiduría, fortalecer raíces y asegurar que esas tradiciones familiares perduren”, dice la psicóloga.

Tienen un efecto de desarrollo sensorial

Comer y preparar alimentos es un acto sensorial, comenta Fuentes, ya que este proceso involucra el tacto, el olfato, el gusto, la vista e incluso el oído. Por ello, ayuda al desarrollo de la motricidad en los niños y a la exploración de los sentidos.

“Cocinar en familia y compartir alrededor de la mesa genera bienestar, consuelo y alegría”, explica. En momentos de tristeza o celebración, la comida se convierte en símbolo de afecto, acompañamiento y cuidado. Es por ello que este acto es tan relevante en los espacios familiares, donde compartir puede dar paso a una mejor comunicación entre sus miembros.

Cocinar para sanar el estrés

Para Jarquín, la cocina también ha sido un refugio. En su adolescencia, cuando el déficit de atención dificultaba sus estudios, descubrió que cocinar lo ayudaba a concentrarse y relajarse. “Cuando sentía que ya no podía seguir estudiando, cocinaba para desestresarme. Ahí fue donde encontré mi vocación”.

Cocinar no solo es terapéutico, también es una fuente de satisfacción inmediata. “Ver un plato terminado y saber que quedó bien, que a las personas les gustó, que hubo silencio porque todos estaban comiendo felices, no tiene precio. Es gratificante al instante”.

Por su parte, Fuentes detalla que esta actividad tiene el poder de aliviar los niveles de estrés en las personas, llegando incluso a calmar ciertas molestias. Esto se debe a que la mente se centra en otros procesos y se aleja de las preocupaciones, lo que permite encontrar claridad y nuevas perspectivas para afrontar los problemas.

La cocina tiene el poder de aliviar los niveles de estrés en las personas. (Foto: Prensa Libre /Shutterstock)