¿Qué detona que un adolescente recurra a la violencia para agredir a otras personas?

¿Qué detona que un adolescente recurra a la violencia para agredir a otras personas?

El caso de la menor que apuñaló a su maestro en Huehuetenango refleja la necesidad de enseñar a gestionar las emociones a niños, adolescentes y adultos.

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25/07/2025 00:01
Fuente: Prensa Libre 

En la Escuela Normal Mixta de Cambote, zona 11 de Huehuetenango, un maestro fue apuñalado por una estudiante de quinto primaria. Las heridas le provocaron la muerte el jueves 24 de julio. El Ministerio de Educación (Mineduc) lamentó lo sucedido, mientras que la Procuraduría General de la Nación (PGN) se encarga de las medidas de protección para la menor de 12 años.

La niña fue llevada al hospital de la localidad para determinar su estado de salud. Sin embargo, el análisis psicológico sobre qué detonó su comportamiento y apoyo que reciba en esta área es fundamental, y debe prestarse atención a las señales detrás de una agresión.

Prensa Libre conversó con la psicóloga clínica Jimena León Villamar, especialista en traumas, acerca de la atención que debe darse al comportamiento violento de niños y adolescentes, y la ayuda que deben recibir los menores involucrados en estos casos, que afectan a la comunidad y a la sociedad.

¿En su experiencia, cuáles son los motivos por los que un menor ejerce violencia sobre otra persona?
Un niño o un adolescente no ejerce violencia hacia otra persona solo porque sí, de manera espontánea; es el resultado de múltiples factores que lo empujan a actuar así. Hay que detectar y tratar las causas de raíz.

Hay muchos factores, entre ellos el entorno familiar: si el niño crece en un ambiente donde hay gritos, golpes, violencia, donde hay negligencia o abandono emocional, es probable que reproduzca ese patrón con otras personas.

También influyen las emociones no gestionadas; muchos niños y adolescentes no tienen herramientas ni siquiera para reconocer e identificar sus emociones, menos para gestionarlas. Lastimosamente, hemos crecido en una sociedad en la que no se nos enseña a reconocer, identificar y validar nuestras emociones; a veces no sabemos si lo que sentimos es tristeza, enojo, frustración. Ni los adultos tenemos esas herramientas como para trasladarlas a nuestros niños.

A veces, las emociones se canalizan a través de la agresión; la ira puede ser una máscara de tristeza o depresión.

El entorno escolar también juega un papel clave; a veces el agresor fue antes víctima, de bullying, de violencia o de violencia sexual.

¿Qué es lo que deja ver una manifestación de agresión en los niños o adolescentes?
Tenemos que aprender a no verlo como una conducta nada más, o como un mal comportamiento, o que es un mal educado; realmente es una señal de alerta, es un síntoma de algo más profundo que necesita atención. Lo más probable es que, detrás de estas conductas, hay una historia de sufrimiento, tal vez de abandono, de violencia, de desprotección, una profunda herida emocional; son secuelas de trauma en la mayoría de los casos. Es una señal extrema de que algo ha fallado en su entorno familiar, escolar o social.

¿Qué herramientas tienen los niños y adolescentes para afrontar los problemas que se les presentan?
Ellos no nacen con herramientas emocionales para afrontar los problemas; las van construyendo poco a poco, pero para eso necesitan la guía de los adultos, el acompañamiento, modelos de crianza respetuosos y positivos.

A estas edades, la capacidad de manejar conflictos, frustraciones o pérdidas es muy limitada; depende mucho del entorno en el que crezcan, de su historia. Necesitan de un acompañamiento adecuado para desarrollar estas herramientas, como la empatía, la autorregulación emocional, una comunicación asertiva para fortalecer la resiliencia.

Ellos tienen el potencial para afrontar muchas dificultades, pero necesitan que estemos presentes como adultos para enseñarles cómo hacerlo. Es importante escucharlos, prestarles atención, pues están en edades cruciales en las que necesitan de mucho acompañamiento. Es importante escucharlos sin juzgarlos, creyendo y confiando en ellos, para que desarrollen las habilidades que necesitan para regular sus emociones, para ser adultos seguros y tener confianza en sí mismos.

El contexto en el que se encuentren, ¿qué tanto puede influir en una conducta agresiva?
Tiene un impacto profundo en el comportamiento. La violencia no es algo que aparece de manera espontánea; es algo que se aprende, que se normaliza. Si el niño crece en un ambiente donde hay gritos, golpes, humillaciones, ausencia de afecto, es muy probable que internalice esas conductas o formas de relación como algo válido; como también los contextos escolares en que se refuerzan las conductas agresivas en lugar de resolverlas o atenderlas, o que ignoran las necesidades de los niños.

Ningún niño o adolescente actúa de manera violenta solo porque sí; todo está moldeado por su entorno, y es importante que nos preguntemos: ¿cómo es su contexto?, ¿cuál es su historia?, ¿qué sistema de apoyo hay detrás de él?

¿Cuál sería la descripción mental de un niño en esta etapa de la vida?
Los 12 años son una etapa de muchos cambios; es un momento de transición entre la infancia y la adolescencia. Tiene más conciencia de sí mismo, de los demás, del mundo que lo rodea, pero el pensamiento está en desarrollo. Puede razonar, pero muchas veces le cuesta anticipar las consecuencias de sus actos, controlar sus impulsos o tomar distancia emocional de los problemas. Las emociones, a esta edad, pueden ser muy intensas, muy cambiantes.

Un niño de 12 años puede pasar de la euforia a la tristeza o al enojo en muy poco tiempo, o sentirse incomprendido, necesitar independencia, pero al mismo tiempo contención.

A nivel cerebral, la corteza prefrontal de un niño —esa zona encargada del juicio, de la empatía y del control de impulsos— no está completamente desarrollada, por lo que puede parecer que ya es grande, que puede razonar, pensar, pero en realidad todavía necesita de mucho acompañamiento.

Sus compañeros tienen mucha importancia, porque su autoestima y sus decisiones van a estar muy influenciadas por la aceptación social, y esto los vuelve más vulnerables a la presión, al entorno, sobre todo si no encuentra apoyo en casa.

¿Cómo detectar un patrón de agresión en los niños o en los adolescentes?
En realidad, todos los niños y adolescentes pueden tener en algún momento reacciones impulsivas o violentas, y puede ser normal, pero debemos estar atentos a detectar si las conductas de violencia son repetidas. Hay que observar cambios de comportamiento: si de repente empiezan a insultar, empujar, amenazar, golpear con frecuencia, si tienen reacciones desproporcionadas o si hay falta de empatía.

Es importante, en estos casos, escuchar, observar sin prejuicios, entender que todo comportamiento tiene un significado. Detrás de actitudes que a veces nos parecen irracionales o desproporcionados, hay heridas, hay secuelas de trauma. Es importante acompañarlos, brindar apoyo psicológico, enseñarles a gestionar sus emociones, a validarlas, porque si nadie les da permiso de sentir tristeza, enojo, entonces la forma de gestionarlo y manejarlo puede salirse de control.

Hay que fortalecer el sistema de apoyo en el entorno familiar y escolar; brindarles herramientas, incluso de manejo de conflictos sin violencia. La prevención no depende del niño o de la adolescente; es una tarea compartida entre la familia, la comunidad, las escuelas y todo el entorno del niño, de toda la sociedad.