Defensa de lo más sagrado: la familia

Defensa de lo más sagrado: la familia

¡No más! No permitiré que la ideología de unos pocos moldee el futuro de mis hijos ni el de nuestra nación.
27/04/2024 00:00
Fuente: Prensa Libre 

pluma invitada

Defensa de lo más sagrado: la familia

¡No más! No permitiré que la ideología de unos pocos moldee el futuro de mis hijos ni el de nuestra nación.

En una época de transformaciones rápidas y a menudo desconcertantes, la institución más fundamental de la humanidad —la familia— se encuentra bajo un asedio constante. Los valores tradicionales que han sostenido y nutrido a la familia están siendo desafiados por un bombardeo de narrativas que surgen en los medios de comunicación, el cine y las redes sociales, poniendo a prueba los pilares de nuestra sociedad.

La pasividad no es una opción cuando lo que está en juego es la integridad de nuestra sociedad.

Estos cambios en el discurso cultural, que promueven y normalizan acciones como el aborto y conceptos como la diversidad de género, son alarmantes para muchos que, como yo, ven en ellos una erosión de los principios morales que durante tanto tiempo han cimentado nuestras comunidades. A través de películas, programas de televisión y políticas educativas se busca introducir y asentar estas ideas, moldeando las mentes de las nuevas generaciones. Un programa dirigido a una audiencia de niños  ya no busca mostrar en un personaje características nobles, como la valentía o su convicción por la defensa del bien, sino que se enfoca en hacer ver a un personaje anormal como normal y con ello distorsionar la perspectiva de los niños sobre las aberraciones que promueve la ideología de género.  Esto es algo que no podemos pasar por alto.

La familia es el núcleo donde el individuo aprende los valores y las virtudes que le permitirán desarrollarse en sociedad. Es el primer y más esencial entorno de aprendizaje, amor y apoyo. Por ello, la defensa de la familia como institución va más allá de una simple preferencia ideológica; es una cuestión de supervivencia cultural y social.

La Constitución Política de la República de Guatemala es clara al proteger la vida desde su concepción y al reconocer a la familia como el eje central de la sociedad. Estos no son meros enunciados legales, sino la expresión de una convicción profundamente arraigada en el pueblo guatemalteco. Frente a las presiones externas y a las corrientes que buscan minar estos principios, es imperativo mantenernos firmes y vigilantes.

Las iniciativas de ley que buscan socavar la estructura familiar tradicional deben ser observadas críticamente. Debemos preguntarnos: ¿Quién se beneficia de estas medidas? ¿Cuál es su verdadero propósito? Miremos los ejemplos de otras sociedades que, habiendo abandonado sus valores nucleares, enfrentan crisis de identidad, de cohesión social y un aumento preocupante en problemas como la drogadicción y la criminalidad. No debemos permitir que estos sean los modelos a seguir.

Por todo esto, digo con convicción: ¡No más! No permitiré que la ideología de unos pocos moldee el futuro de mis hijos ni el de nuestra nación. Es nuestro deber como guatemaltecos proteger nuestra herencia cultural, nuestros valores y, sobre todo, a nuestra familia. La pasividad no es una opción cuando lo que está en juego es la integridad de nuestra sociedad. Es tiempo de que, unidos, enfrentemos este ataque y reafirmemos la importancia de la familia como santuario de la vida y la moral en Guatemala.

Como ciudadanos, como padres y madres, nuestro compromiso es claro: proteger a nuestros hijos y asegurar que la familia, ese entorno sagrado y fundamental, prevalezca frente a las adversidades del tiempo. Debemos alzar nuestra voz cuando en las escuelas, en los colegios y en las distintas organizaciones se promuevan disposiciones que pongan en riesgo nuestros principios y valores. Nuestra resistencia es un legado para las futuras generaciones, un faro de esperanza que declara que los valores que nos han definido no se desvanecerán en el viento de los cambios. Es tiempo de actuar, con firmeza y valentía, por lo más sagrado.