La ambigüedad causa incomprensión política

La ambigüedad causa incomprensión política

La mala definición de ambigüedad y lenguaje político es la madre de la incomprensión, malos gobiernos y dictaduras.

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25/08/2025 00:04
Fuente: Prensa Libre 

Una de las características de la política, y sobre todo de la politiquería, es utilizar ambiguamente el lenguaje. Como siempre, es el diccionario donde se debe encontrar el significado verdadero, en este caso, “que puede entenderse de modos o admitir varias maneras y por ello motiva dudas, incertidumbre o confusión”. En demasiadas ocasiones las palabras de los políticos dejan la duda de ¿qué quiso decir?, porque las definiciones de las palabras no quedan claras. Este tipo de lenguaje tiene obviamente parentesco con la mentira, por tanto malintencionada. A veces estas expresiones derivan de la ignorancia sobre algún tema, como ofrecer el fin de una guerra en un día. Quien lo dice, aunque convencido, está errado, pero también puede hacerlo con el objeto de engañar.

La mala definición de ambigüedad y lenguaje político es la madre de la incomprensión, malos gobiernos y dictaduras.

Los efectos de estos convencimientos equivocados son terribles, y si son mentiras, aún más. Aparecen entonces las falacias, es decir verdades aparentes pero falsas o engañosas por romper la lógica al basarse en la ambigüedad e incluso hasta en la mentira. Según un viejo axioma, ya abandonado, un político puede usar la falacia —conclusiones erradas—, pero no mentir claro y pelado por los efectos negativos para sus intereses electorales, por ejemplo. Estas consecuencias han desaparecido debido al desinterés ciudadano, a su vez causa y efecto del descenso en popularidad e interés mundiales en la democracia, ahora un concepto sin solidez y opacado por promesas de totalitarismo, pronto y fatalmente convertido en dictadura, una negación democrática.

El generalizado desinterés ciudadano en la política tiene como consecuencia el apoderamiento de los politiqueros, cuyas características son varias, entre ellas la de apoderarse de los beneficios implícitos en el concepto. Así como muchas veces la defensa de los criterios legales significa simplemente cumplir con algún artículo, sobre todo en el caso de los jueces de cualquier nivel, encerrados en interpretaciones literales o en la aceptación de argumentos legales pero abiertamente incorrectos y hasta absurdos, o acusaciones de evidente mala intención. Esta actitud es una aberración de un principio válido, el de considerar inocente a alguien hasta no probarse lo contrario. En Guatemala, lamentablemente, son numerosos los casos de víctimas de estas acciones, pero por ironía hay demasiados veredictos de libertad a quienes sin duda merecen condena.

La ambigüedad es un tema presente en la realidad guatemalteca, con un agregado: la mayoría seguramente abrumadora de quienes aspiran a algún cargo, en especial la presidencia, carecen y con seguridad carecerán de un discurso ni siquiera correcto en la parte lingüística. Esto ocurre también en los diversos estratos de la sociedad como consecuencia de la mala calidad de la educación, en general y con sus obvias excepciones. Debido a ello, los mítines se convierten en ruidosos festines de reparto de gorras y camisetas, única razón de la presencia de los popularmente conocidos como acarreados. Los politiqueros usan lenguaje según ellos popular, pero en realidad vulgar o zafio.

Estos temas ya deben comenzar a ser tratados para lograr cambios en las siguientes elecciones, donde sin duda se repetirá de nuevo la ya tradicional derrota del oficialismo y la proliferación de porcentajes mínimos y risibles de votos favorables a la mayoría de participantes, ante la avalancha de partidos y candidatos. De nuevo, mientras menos votos obtengan, más gritarán de fraudes, también una característica nueva en países importantes. El lenguaje es una milenaria forma de comunicación humana, avanzada con el paso del tiempo, pero cuando se utiliza con malas intenciones se convierte en un arma de división. En la política y politiquería, lo hace porque se ha considerado al adversario, a quien se le debe ganar, en enemigo, a quien se le debe matar.

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