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IA en Guatemala: un campo de batalla por el poder
En 1995 se liberan las telecomunicaciones, tras la presión de universidades y varias organizaciones.
En las últimas tres décadas, Guatemala ha experimentado una transformación tecnológica que va desde los albores del internet hasta el auge de la inteligencia artificial (IA). El proceso refleja una pugna entre instituciones inclusivas que fomentan la innovación con equidad contra instituciones extractivas que concentran los beneficios en una élite. La historia del internet en Guatemala es un ejemplo de la teoría del libro Por qué fracasan los países, de Acemoglu y Robinson. La historia tecnológica guatemalteca ofrece lecciones clave sobre cómo las instituciones moldean el progreso de una nación.
La era del internet en Guatemala se inicia en 1990, cuando Luis Furlán, de la Universidad del Valle de Guatemala, logra la primera conexión del país a la red global a través de una línea telefónica. Furlán no solo aportó la infraestructura técnica, sino que abogó por un modelo de acceso abierto. Sin embargo, un grupo de empresarios y funcionarios intentó monopolizar el internet para convertirlo en un servicio elitista. Su visión extractiva detuvo por años el crecimiento de la red, manteniéndola en un estado incipiente. Todo cambió en 1995, cuando se liberan las telecomunicaciones, tras la presión de universidades y varias organizaciones. El internet no solo creció: ¡Explotó! Para el 2000, los puntos de acceso se multiplicaron y la conectividad pasó de ser un lujo a una herramienta masiva, tanto en las ciudades como en el campo.
Guatemala enfrenta hoy un desafío similar con la IA. La IA está presente en aplicaciones como Grok (xAI), Gemini (Google), Copilot (Microsoft), Deepseek, … accesibles a todos y transformando sectores clave. En la agricultura, startups locales aprovechan la IA para predecir cosechas y optimizar recursos, mientras que, en la educación, la IA permite un mejor proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, un nuevo grupo integrado por empresarios y políticos busca controlar esta tecnología para convertirla en un negocio propio, un enfoque extractivo similar al del internet: restringir el uso de una poderosa herramienta para un beneficio exclusivo.
La meta es potenciar el carácter libre de la IA para innovar, no reprimirlo.
Tras la Revolución Industrial, las instituciones inclusivas inglesas impulsaron el progreso tecnológico mientras que, en el Congo, bajo Leopoldo II, las instituciones extractivas generaron estancamiento. Si en Guatemala se somete la IA a un control comercial, podríamos replicar al Congo, sofocando su potencial y crecimiento. Nuestra historia del internet sugiere otra vía: su liberación para innovar. La IA, por su diseño global y descentralizado, ya es libre, y encerrarla en un modelo extractivo es inútil y contraproducente.
Esto no implica que la IA deba quedar sin regulación. Hay riesgos reales que justifican su control. En 2023, un informe de Cepal destacó que el 60% de los datos digitales en América Latina carecen de protección adecuada, un problema crítico en Guatemala, donde la ciberseguridad es frágil. Debe regularse para asegurar la privacidad y evitar sesgos en algoritmos que perpetúen desigualdades, como la exclusión de comunidades indígenas. También se necesita controlar la desinformación, un riesgo que se amplificó durante las elecciones del 2023, con las campañas digitales.
En lugar de imponer restricciones comerciales, la regulación debe inspirarse en modelos inclusivos. Estonia ofrece educación gratuita en tecnología y emplea “sandboxes regulatorios”. Estos son entornos controlados donde se prueban innovaciones bajo supervisión. En estos espacios, las empresas experimentan en condiciones reales sin afectar a la población. Los supervisores monitorean riesgos, recopilan datos y ajustan las políticas para garantizar la seguridad sin frenar el progreso. En Guatemala, el modelo podría traducirse en subsidios y financiamiento a emprendedores tecnológicos, capacitación de IA en escuelas y políticas que garanticen el acceso universal. La meta es potenciar el carácter libre de la IA para innovar, no reprimirlo. Regular la IA es indispensable, pero con el espíritu de fomentar la innovación, la equidad y que sea popular en vez de elitista. ¡Aprendamos de nuestra historia!