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Desplazamiento interno: 1.2 millones de guatemaltecos abandonan sus viviendas por desastres naturales o violencia
Desplazamiento interno afecta más a mujeres y jóvenes menores de 30 años, y en opinión de expertos agudiza condiciones de pobreza.
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¿Por qué una persona se ve forzada a dejar su hogar y trasladarse a otro punto del país? Las razones pueden ser varias. En Guatemala, la violencia generalizada y los desastres naturales son las principales causas de desplazamiento interno, pero el fenómeno también puede ocurrir por conflictos armados y violación de derechos humanos.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2023) indica que 1.2 millones de personas han abandonado sus viviendas. Aunque los datos fueron recogidos ese año, reflejan la cantidad de guatemaltecos que se ven obligados a movilizarse por esas causas.
De esa cifra, 685 mil 246 personas migraron a otros departamentos a raíz de desastres naturales, y 572 mil 813 lo hicieron por efecto de la violencia en sus entornos, ya sea por amenazas, extorsión o persecución.
Para recopilar esta información, Pedro José Reyes González, director de Censos y Encuestas del Instituto Nacional de Estadística (INE), explicó que la pregunta planteada a las personas fue si alguna vez habían sido forzadas u obligadas a abandonar su vivienda. Al responder afirmativamente, se les presentaron varias opciones: inseguridad, discriminación, violencia física, violencia psicológica, violación de derechos sobre vivienda, tierra y propiedad, desastres naturales y otras causas.
Con las respuestas se establecieron las razones por las que los guatemaltecos se han desplazado a otros puntos del país.
De acuerdo con Alejandro Maldonado, exsecretario ejecutivo de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred), el origen de estas migraciones está directamente vinculado con el concepto de vulnerabilidad y con la reacción de las personas ante el riesgo de sufrir un daño.
En Guatemala, las amenazas naturales son diversas: actividad sísmica y volcánica, sequías, lluvias y tormentas tropicales, inundaciones, deslizamientos y derrumbes. A esa vulnerabilidad se suman factores como la pobreza, la falta de educación, el acceso limitado a servicios de salud, la carencia de infraestructura vial y de viviendas resilientes, así como la corrupción, que incrementa el riesgo de desastres.
“La gente está reaccionando a la percepción que tiene de la vulnerabilidad ante el impacto de los desastres, y una de las soluciones que encuentra es migrar y empezar de nuevo en otro lugar”.
Alejandro Maldonado, exsecretario ejecutivo de la Conred
Frente a las condiciones del país, considera que la cifra de desplazamiento interno es aún mayor, y advierte: “Guatemala no puede alcanzar sus Objetivos de Desarrollo sin una política y acciones concretas para reducir la vulnerabilidad, es decir, una gestión integral de reducción de riesgos de desastres”. Añade que las municipalidades y las gobernaciones tienen un papel esencial para lograrlo.
Según los datos divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), tomados de la Encovi, las mujeres están más expuestas al desplazamiento interno, y el fenómeno afecta con mayor intensidad a las personas menores de 30 años. En particular, los niños de entre 0 y 14 años son los más impactados por los desastres naturales, mientras que los jóvenes de entre 15 y 29 años lo son por la violencia.
¿De dónde salen y hacia dónde van?
El departamento de Guatemala es el que más expulsa a sus habitantes por violencia (28.81 %), seguido de Huehuetenango (8.91 %), Escuintla (8.02 %), Alta Verapaz (6.95 %) e Izabal (4.62 %).
En cuanto a los desastres naturales, el departamento de donde más personas migran es Alta Verapaz (16.97 %), seguido de Izabal (10.85 %), Huehuetenango (9.07 %), Escuintla (7.56 %) y Guatemala (6.73 %), este último entre los que menos población se desplaza por riesgo de una catástrofe natural.
Los datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) indican que los principales destinos de quienes se desplazan son los departamentos de Guatemala, Alta Verapaz, Escuintla, Huehuetenango y Petén.
¿Por qué se trasladan a estos lugares? Alejandro Maldonado refiere que es un punto que debe estudiarse, pero podría deberse a que las personas se sienten más protegidas al estar cerca de la capital o en sitios con mejor infraestructura, donde hay fuentes de trabajo y mayor acceso a servicios como escuelas y hospitales. Sin embargo, advierte que, aunque geográficamente se ubiquen en zonas urbanas, muchas veces lo hacen en condiciones de mayor riesgo, como los asentamientos en barrancos.
De los desplazados, un millón se clasificaba como población no pobre ni pobre extrema, lo cual pudo facilitarles moverse a otros lugares, a diferencia de quienes viven en pobreza extrema, que no tienen más opción que quedarse en el lugar. Al respecto, el exsecretario ejecutivo de la Conred explica que a mayor pobreza, mayor vulnerabilidad, y que cuando ocurre un desastre natural, el impacto es más fuerte para quienes tienen menos recursos. Esto los empobrece aún más, lo que se convierte en una espiral negativa.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los datos de la encuesta indican que fenómenos climáticos extremos, como las tormentas Eta e Iota en el 2020, pudieron impulsar el desplazamiento interno. Ese año, Campur, en San Pedro Carchá, Alta Verapaz, quedó inundado y permaneció así durante varios meses. Las familias tuvieron que abandonar sus hogares; lo dejaron todo para buscar refugio en otras comunidades.
Maldonado concluye que el desarrollo del país está directamente vinculado con la gestión de riesgos de desastres, y que atender este aspecto es clave para abordar el fenómeno del desplazamiento interno.
Así como un desastre tiene un impacto más profundo en las personas que viven en situación de pobreza, ocurre lo mismo con la violencia.
Una apuesta por la calidad de vida
Carmen Rosa de León Escribano, del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible (Iepades), recuerda un sondeo del 2019 que identificó la extorsión como la principal causa violenta de desplazamiento interno. “La gente nos dijo que decidió moverse por inseguridad y pandillas”, apunta.
La violencia, además de provocar la pérdida de vidas productivas, desalienta las inversiones y el crecimiento económico, expone De León, lo que se evidencia con el cierre de negocios y el empobrecimiento de familias.
“Aunque la gente cambia de domicilio o dice que lo hace por motivos económicos, vemos que detrás puede haber un elemento de violencia: si muere una persona productiva en la familia, esto deriva en empobrecimiento y/o en una baja del nivel de ingresos, por lo que, al final, la pérdida de una persona activa en el hogar termina siendo un problema económico”, explica.
Las personas lo plantean como un problema económico porque deben buscar trabajo para obtener recursos, pero el origen de esa crisis —familiar o económica— es, en muchos casos, la muerte del jefe de hogar o de uno de los integrantes que aportaban económicamente a la familia, agrega.
La movilidad implica, además, un cambio de todo el entorno familiar o comunitario. “Los jóvenes se ven desubicados, sacados de contexto o de las escuelas donde estudiaban”.
También destaca el costo que supone mudarse a otro sitio y dejar una casa vacía, que no pueden alquilar y que, en el peor de los casos, es ocupada por las pandillas que los obligaron a abandonar su barrio.
“No sabemos si el desplazamiento resultará en una mejor calidad de vida o, por el contrario, significará una disminución de esta”, advierte, ya que, por la necesidad de salir del lugar donde residen o ante el riesgo de perder la vivienda, al buscar un nuevo hogar en un barrio desconocido pueden ser nuevamente víctimas de grupos violentos.
“Todo cambio forzado —más si es por violencia que por razones económicas— representa una baja en la calidad de vida del hogar y en la de los jóvenes”, concluye.