El 16 de octubre de 1996, en el entonces Estadio Mateo Flores, previo al partido de eliminatorias rumbo a Francia 1998 entre Guatemala y Costa Rica, se produjo una avalancha humana que enlutó al fútbol nacional, dejando un saldo de 83 personas fallecidas y más de 150 heridas, en lo que se convirtió en la mayor tragedia deportiva de la historia del país.

El desastre se originó en la localidad de general sur, donde miles de aficionados intentaron ingresar más allá de la capacidad oficial del recinto, entonces de 45,000 espectadores. La sobreventa de boletos, sumada a la circulación de entradas falsificadas, generó un ingreso descontrolado. La presión de la multitud provocó que las personas de las primeras filas quedaran atrapadas contra la malla de seguridad, sin posibilidad de escapar, mientras las puertas de emergencia carecían de mecanismos adecuados.

La tragedia puso en evidencia graves fallas de organización y seguridad. Entre los factores que agravaron la situación estuvieron la venta de bebidas alcohólicas dentro y fuera del estadio, la ausencia de un plan de contingencia y la falta de personal de seguridad suficiente. El caos derivó en un escenario de desesperación que la infraestructura del estadio no pudo contener, ya que las salidas y accesos eran insuficientes para una evacuación segura.

En respuesta a la presión ciudadana, el Congreso de la República aprobó el decreto 136-96, conocido como la Ley de Espectáculos Deportivos, que entró en vigor en enero de 1997. Esta normativa prohibió la venta y consumo de alcohol en recintos deportivos y estableció sanciones para quienes incumplieran las disposiciones. Sin embargo, a lo largo de los años su cumplimiento ha sido irregular, y en varios eventos aún se han reportado deficiencias en seguridad.

Por Redacción Web