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No es la primera vez que pasa
Hoy borran las reglas, la Constitución, pero mañana puede ser nuestra libertad.
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Pasó en Venezuela, en Nicaragua, en Bolivia y, ahora, en El Salvador. La historia de la región está llena de líderes populistas, que con respaldo ciudadano (al inicio) y una maquinaria estatal e institucional destruyeron los pilares republicanos y democráticos de sus países. Aunque los nombres o los eslóganes cambien, el guion es el mismo: desmantelar los límites al poder y así quedarse indefinidamente.
La reforma constitucional exprés de hace unos días en El Salvador sepultó los pocos límites al poder que había. Aunque se advirtió desde tiempo atrás, ahora es innegable el autoritarismo que se vive en el país vecino. ¿Cómo pasó esto? No fue de la noche a la mañana, aunque así pareciera, por la rapidez con la cual se toman las decisiones.
Hay que empezar entendiendo que la Constitución de 1983 de El Salvador no tiene solo una o dos prohibiciones a la reelección presidencial, en realidad tiene seis artículos muy claros en contra de la reelección. No solo no se puede promover, sino que, incluso, amenazar la alternancia en el poder (un principio republicano) es considerado insurrección, el Legislativo no debe reconocer a quien se quede en el poder más tiempo del ya establecido, el mandato presidencial dura cinco años, un presidente en funciones no puede postularse de nuevo y se supone que no se puede reformar la reelección (es un artículo pétreo). “Cinco años… y ni un día más” es lo que dice la Constitución respecto del período presidencial y que ahora cambió después de la reforma que amplió el mandato a seis años y permite la reelección indefinida. Acá la palabra clave es “indefinida”, pues ahora en adelante bien puede ser sinónimo de “dictadura”.
El apoyo popular no debería ser un cheque en blanco porque “gobernar bien” no justifica hacerlo sin reglas.
¿Por qué tanto revuelo por esto? La situación en El Salvador da plenos poderes al presidente Nayib Bukele. Esto consolida su poder, después de años de trabajar en ello creando una súper mayoría en la Asamblea, alineando a alcaldes, a magistrados y callando a la oposición. Con un legislativo que tiene una mayoría de su partido (Nuevas Ideas), en 2021 destituyeron a los magistrados de la Sala de lo Constitucional dentro de la Corte Suprema para reemplazarlos por magistrados afines. Esos mismos magistrados reinterpretaron la Constitución para permitir la reelección consecutiva, y un año después Bukele anunció que correría por la presidencia de nuevo. Así fue como en 2024 ganó, y ahora, en 2025, El Salvador perdió. Perdió la alternancia en el poder, los límites al poder público, la división efectiva del poder y le metió el acelerador al autoritarismo. ¿Nuevas ideas? No. Viejas prácticas, con nueva cara.
Todo está alineado ya para que se convierta en una dictadura, como la venezolana, como la nicaragüense. No es la primera vez que esto pasa. Ya habíamos visto la misma película cuando Hugo Chávez impulsó una reforma para eliminar los límites a la reelección en 2009 o cuando Daniel Ortega logró reelegirse después de una resolución de la Corte Suprema.
El apoyo popular no debería ser un cheque en blanco porque “gobernar bien” no justifica hacerlo sin reglas. Desde Guatemala, deberíamos observar con suma atención. No solo porque estamos cerca geográficamente, sino porque las elecciones no están tan lejos y ya hay figuras que admiran o incluso dicen que van a replicar el modelo Bukele. Tarde o temprano, encantarse por estas opciones, que dan seguridad, alimentan historias de cambio y dan uno que otro resultado, termina costando caro si también buscan borrar los límites a las reglas que garantizan que el poder no se concentre en una persona. Hoy borran las reglas, la Constitución, pero mañana puede ser nuestra libertad.