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Europa busca unificación ante la ganancia de Putin
Al menos doce países europeos buscan reconciliar la democracia perdida en Estados Unidos. Es de vida o muerte para ellos.
La encerrona del viernes en Washington contra Zelenski demuestra con claridad la alineación de Trump con Putin, confirmada con los mutuos halagos inmediatos. Estados Unidos, Rusia y China, todas autocracias, están decidido repartirse el mundo, como ocurrió a finalizar la Segunda Guerra Mundial. Ese Estados Unidos de hoy decidió aliarse a totalitarios —Putin, Xi, Kim, y otras dictaduras— en vez de las democracias liberales. Europa, ahora sola, de inmediato ofreció ayuda a Ucrania pero no será suficiente. Es la peor vergüenza en la historia de la diplomacia estadounidense, escenificada en la Casa Blanca, frente a la prensa. Pese a todo, ya ofreció tratar de llegar a una nueva reunión en búsqueda de acuerdos, no de imposiciones.
Ahora el mundo está hundido en una locura y eso nos afecta a todos.
El principal papel lo desempeñó el vicepresidente JD Vance, apenas cuarentañero, inexperto, abiertamente adverso a Ucrania, tosco, rudo, y próximo presidente, según lo dijo Musk, el poder frente y detrás del trono, ausente esta vez. Comenzó el vergonzoso espectáculo, atestiguado por la prensa presente y millones de personas en todo el mundo. No fue el malo de la película, sino el más malo de los peores. La exigencia a Zelenski ya la había presentado John Freeman, lo exigió con somatones de mesa y fracasó. Iba a rechazarlo de nuevo: perder territorio ocupado, entregar tierras raras, ninguna ayuda militar estadounidense, sin garantías… en suma, rendirse. Pese a todo se defendió y contraatacó hasta ser echado por orden directa del anfitrión.
Al abandonar claramente los principios estadounidenses, Trump y su gente demuestran centrarse en el dinero, lo cual explica los beneficios de reducción de impuestos a los multimillonarios y la anulación de las entidades de servicio a los necesitados, aprovechando los absurdos errores cometidos por muchos de sus integrantes. Todo esto beneficia abiertamente a Putin, y se basa en la confianza del cumplimiento de su palabra. Impensable, cándido e ingenuo, al demostrar desconocimiento de su personalidad y burlarse de los millones de personas aún simpatizantes de Estados Unidos, ahora el gran perdedor. La diplomacia estadounidense ya no existe: es sinónimo de la voluntad presidencial democrática, en teoría, pero monárquica en la realidad.
Zelenski no pudo ver la encerrona. Ojalá no se repita. Diplomáticamente es inaceptable la reunión de personas con jerarquías distintas: de un jefe de Estado con otro. Debió exigirlo. Hay asimetría si uno se enfrenta a dos. Este error provocó los gritos iniciados por Vance —menor jerarquía— y continuados después por los tres. Cuando ocurrió la salida del cauce, la embajadora ucraniana se tapó la cabeza ante el fracaso. En la reunión, tensa desde el principio, el culpable es él, y si se necesita un chivo expiatorio, debe serlo. Trump puede ordenarle renunciar si esta semana Europa se afianza para apoyar a Ucrania, geográficamente más cerca de Rusia, un país agresor declarado agredido para apoyar a Putin, beneficiado ayer aún más al eliminar el espionaje cibernético contra Rusia.
El sábado, Zelenski recibió el apoyo oficial de Inglaterra y de al menos doce países, pero es insuficiente. Esta semana amanece con la preocupación mundial alborotada. Desde el 20 de enero ha pasado: Ucrania, Gaza, Palestina, México, todos afectados por decisiones de Trump, cuya hemorragia de “órdenes presidenciales” le permite evitar al Congreso y al Senado. Desapareció el prometido sentido común. Antes era imposible pensar siquiera en una alianza Estados Unidos-Rusia contra Ucrania, pero hoy es una realidad. Yo he admirado, vivido y estudiado en Estados Unidos, aunque también lo he criticado, pero hoy no lo reconozco. Espero una negociación sin el intento de humillar a nadie. Ahora el mundo está hundido en una locura y eso nos afecta a todos.