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Velocidad técnica vs. ritmo de vida
Puede desencadenar desórdenes neurológicos como los trastornos del sueño del ritmo circadiano y otros psiquiátricos.
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La velocidad a la que la tecnología ha llevado la información es un prodigio de nuestro tiempo que no podemos sino admirar. Sin embargo, velocidad y calidad de lo recibido no siempre van de la mano como podemos comprobar por la cantidad de basura y desinformación que ofrecen las redes sociales que, lejos de ser un prodigio, son un auténtico peligro en términos sociales, políticos o de salud.
Puede desencadenar desórdenes neurológicos como los trastornos del sueño del ritmo circadiano y otros psiquiátricos.
Hoy, las posibilidades para acceder al conocimiento e información son impresionantes, desde diccionarios, traducciones, hasta trabajos de investigación disponibles y confiables. Pocos años atrás eso implicaba contar con los libros específicos, tener acceso a bibliotecas o centros de especialización. Tarea que nos daba certeza de la fuente consultada, aunque no necesariamente estuviéramos de acuerdo con lo escrito, pero que servía de referencia… cosa que las redes sociales no ofrecen.
En términos sociales, el anonimato que caracteriza a las redes sociales permite a cualquiera opinar sobre un hecho público o privado, dando lugar a un vulgar chisme con muy pocas probabilidades de desmentir. En términos políticos, el asunto resulta más delicado, pues con la misma facilidad puede destruirse la imagen de cualquier personaje de la vida pública de un país… cosa que localmente es conocida, y de cómo las fuerzas ocultas del poder desde hace más de 70 años, han usado el bulo como fuente de desinformación que ahora, gracias al desarrollo de la tecnología y la creación de call centers desde la oficialidad, dedicados a desinformar a la población, con el objeto de conservar su privilegiada posición del control institucional y lo que eso conlleva. En los ámbitos social y político, los efectos son inmediatos, aunque impersonales.
En términos de salud la cosa es diferente, de mayor impacto y personal. Y no me refiero a la desinformación, sino al uso abusivo de las herramientas tecnológicas a nuestro alcance: PC, tablets o el simple e imprescindible teléfono celular. Me explico.
El hombre, bicho excepcional dentro de la escala zoológica, en su afán de crecimiento, desarrollo y superación, se las arregló para llegar al punto de máxima evolución en el que estamos. Sin embargo, ese esfuerzo y éxito alcanzados, tienen un precio: la salud. Vamos, pues, al origen de las cosas.
El ciclo natural de la vida animal va del nacimiento hasta la muerte, pasando por el crecimiento, desarrollo y reproducción que es fundamental para la supervivencia y la continuidad de la vida en la Tierra. Nuestro planeta, en la rotación de 24 horas sobre su eje, hace que diferentes zonas se expongan a la luz solar en diferentes momentos, creando el día y la noche. Durante la jornada diurna predominan las actividades laborales, en tanto en la nocturna, las horas de descanso; ciclo conocido como reloj biológico (que marca los períodos de sueño y vigilia) o ciclo circadiano (circa, del latín “alrededor de”, y dies: “día”), es decir, oscilación de variables biológicas de los seres vivos que ayudan a regular el descanso en intervalos regulares.
La alteración en la secuencia u orden de los ritmos circadianos tiene un efecto negativo a corto plazo, como en el jetlag (desfase horario o desequilibrio producido entre el reloj biológico de una persona y el nuevo horario que se establece al viajar largas distancias a través de distintas regiones horarias) y, a mediano plazo, puede desencadenar desórdenes neurológicos como los trastornos del sueño del ritmo circadiano y otros psiquiátricos, como el trastorno afectivo estacional y el trastorno bipolar.
Ojo, pues, con el desuso de los aparatitos en horas nocturnas.