Confucio y el servicio público guatemalteco

Confucio y el servicio público guatemalteco

Basta que una generación de gerentes públicos, con liderazgo, imponga métodos diferentes en la administración pública.

Enlace generado

Resumen Automático

24/09/2025 00:04
Fuente: Prensa Libre 

Países como China o Japón tienen influencias culturales que provienen de tres grandes tradiciones: la budista, la taoísta y el pensamiento de Confucio. Este filósofo chino ha marcado la manera en que la economía, el poder político y la educación se ejercen, pues ciertos principios suyos terminaron convirtiéndose en normas de conducta que aún hoy es posible rastrear. Una particular reverencia por los ancestros y los mayores, el respeto a las jerarquías, un énfasis en la educación como valor clave y la valorización del servicio público son elementos esenciales de esa corriente de pensamiento.


Una tarea indispensable sería lograr que ciertos aspectos positivos de esta tradición pudieran influir en el carácter y la forma de hacer gestión pública en nuestro país. No se trata de que súbitamente nos convirtamos a una cultura que no es la nuestra. Pero sí se trata de aprovechar ciertos hábitos y formas de ejercer el servicio público que podrían muy bien adaptarse a nuestro medio. Propongo, como ejercicio, al menos cuatro.


Una primera medida sería examinar en los procesos de contratación la trazabilidad laboral de un aspirante. No se trata solo de ver títulos o calidades, como suele pasar en los procesos de postulación. Se trata de ver su récord de puntualidad, conducta personal, hábitos laborales o capacidad de interacción con colaboradores. Nadie puede ofrecer lo que no ha sido capaz de dar, así que una buena forma de evitarse malas sorpresas es escudriñar su registro laboral previo. Vale hasta para la carrera presidencial.

Se trata de lograr que aspectos positivos de otras culturas puedan influir en la forma de hacer gestión pública.


Una segunda medida sería la de la asignación individualizada de responsabilidades. En el caso concreto de la infraestructura vial, que se deteriora día a día, no pareciera haber un responsable inmediato y directo. Si se asignaran, por ejemplo, con nombre y apellido los tramos carreteros y el funcionario fuera responsable públicamente de atenderlo, quizá tendríamos más palancas de presión para hacerle cumplir sus obligaciones. Cuenta un relato apócrifo que Jorge Ubico circulaba en su moto por la red vial y que cuando encontraba un tramo desatendido, citaba de inmediato al responsable para hacerle sufrir el escarnio público o someterlo a una reprimenda física.


Una tercera modalidad está relacionada con la inversión de propuestas en las negociaciones colectivas. ¿Qué tal sería si, en vez de caer en la práctica de pedir aumentos los unos y resistirse los otros, se cambiara la dinámica en la que cada uno llega con una propuesta de ofrecimiento propio de mejoras en eficiencia o y el otro en remuneración? Es pasar del pedir al ofrecer. Como suele suceder en Asia, quien menos ofrece es quien debería llevar la vergüenza.


Por último, tener un sistema claro, efectivo y transparente de rendición de cuentas que permita a los buenos funcionarios salir de la administración pública sin quedar atrapados en una maraña de reparos injustificados, producto de la burocracia reglamentaria. Cuántos buenos guatemaltecos he visto quedar curados del ejercicio público por un mal sistema de salida. La buena administración no solo pasa por calificar para entrar al servicio público sino por salir bien de él.


No se necesita crear, como en Taiwán, dos poderes constitucionales adicionales como son el poder examen y el poder control, que cumplen algunas de las tareas arriba descritas. Basta que una generación de gerentes públicos, con liderazgo, impongan prácticas y métodos diferentes en la administración pública. En esto, jugando un poco con las palabras, me permito afirmar que el hábito sí hace al monje.